2020
El hogar: un lugar para la enseñanza
Marzo de 2020


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El hogar: un lugar para la enseñanza

Hay muchos tipos de casas, algunas estás hechas de ladrillo, adobe, madera o concreto; con techos planos, a dos aguas o de palma; de una planta o varias; en la cuidad o en el campo; en lo alto de un cerro o frente al mar y de diversos tamaños y colores. Sin embargo lo más importante para Dios es lo que pasa dentro de ella. Aunque pueden ser diferentes, Dios ha mandado que cada hogar esté construido sobre el mismo fundamento seguro.

Un hogar cuyo fundamento es el Evangelio de Jesucristo tiene el ambiente propicio para el desarrollo y aprendizaje de los hijos de Dios. ¿Cómo podemos concentrarnos en la enseñanza en el hogar en un mundo lleno de tentaciones, pruebas, notificaciones y pendientes por hacer?

En una ocasión Darren E. Schmidt, autor del libro Table, salt and testimony compartió cuatro valiosos principios que les fueron útiles a él y a su esposa en la enseñanza de sus ocho hijos, los cuales son: “hagan las mejores cosas”, “estudien las escrituras y actúen de acuerdo con ellas”, “ayuden a sus hijos a ser responsables” y “guíenlos”.1

Llegar a un acuerdo que se acomode las actividades de cada miembro de la familia a veces es complicado. Sin embargo, gracias al ayuno y a la oración, los padres pueden obtener inspiración divina para establecer un orden de prioridades. El élder Dallin H. Oaks, nos ha recordado “que el solo hecho de que algo sea bueno no es razón suficiente para hacerlo.”2

Los mandamientos que Dios ha dado a las familias, tales como la oración y el estudio de las escrituras en familia, la noche de hogar y los consejos familiares, deben de ocupar el lugar más importante en nuestra agenda. De esta forma los hijos pueden desarrollar un aprendizaje sobre las cosas de valor frente a las que no lo tienen y los padres pueden aprovechar mejor los momentos propicios para su enseñanza.

Uno de los principios más importantes que podemos aprender en el hogar es la autosuficiencia. Los padres pueden enseñar a sus hijos este principio en las actividades familiares, por medio de asignaciones que fomenten su participación y los involucren en las decisiones que se toman. Al hacerlo, naturalmente, los hijos adquieren un sentido de potestad, aprenden a realizar cosas de su propia voluntad y desarrollan la justicia.

En un mundo lleno de ideas que exigen tomar una postura al respecto de ciertos temas, los hijos pueden llegar a sentirse agobiados, por eso es importante que los padres dediquen tiempo y esfuerzo para darles guía sincera, al saber escuchar y responder sus preguntas.

El élder Richard L. Evans dijo, refiriéndose a la enseñanza en el momento en que los hijos hacen preguntas: “Muchas veces hay que hacerlo bajo sus condiciones, en el momento que ellos quieren, y no siempre bajo nuestras condiciones, ni cuando nosotros queremos… Si ellos se dan cuenta de que pueden confiar en nosotros con sus preguntas triviales, tal vez más tarde nos confíen las más serias”3

El hermano Schmidt escribió que “La responsabilidad de velar por los hijos de Dios es muy pesada” y que siempre que él y su esposa se sienten incompetentes como padres, recuerdan que Dios ha puesto a las personas correctas en nuestras vidas con el objetivo de que las llenemos de Su luz y Su calor. El saber que el Señor confía en ellos les brinda ánimo y confianza en sus habilidades como padres.

La familia juega un papel indispensable en el plan del Salvador, es por eso que con los nuevos programas, el Evangelio de Jesucristo está cada vez más centrado en el hogar. Nuestro Padre Celestial nos conoce y ha preparado la vía para que cumplamos todo lo que Él nos pide. A medida que nos esforcemos en que nuestro hogar esté lleno de lecciones de preparación para la eternidad, el gozo y las bendiciones del cielo caerán sobre él, será protegido de las amenazas exteriores, sostenido en medio de las tribulaciones y alumbrado frente a todos los demás.

Notas

  1. Darren E. Schmidt, “Enseñanza significativa en el hogar”, Liahona, enero de 2013, págs. 27–30.

  2. Dallin H. Oaks, “Bueno, Mejor, Excelente”, Liahona, noviembre de 2007, págs. 104, 105.

  3. Richard L. Evans, “The Spoken Word”, Ensign, mayo de 1971, pág. 12.