2018
Este es el lugar
April 2018


Este es el lugar

Simeon Nnah

Aba, Nigeria

Imagen
man standing in the temple

Ilustración por Allen Garns.

Mi padre, un cristiano devoto, me enseñó a tener fe en Jesucristo. Dicha fe me ayudó a sobrevivir la Guerra Civil de Nigeria de tres años de duración a fines de la década de 1960, mientras estaba en el ejército. Sin embargo, más adelante, me sentí confundido y dejé de asistir a la Iglesia.

Cuando fui a Estados Unidos en 1981 para recibir formación académica, sentí que necesitaba a Dios en mi vida. Durante dos años asistí a diferentes iglesias de Boston, Massachusetts, pero ninguna de ellas me resultó atrayente. No sentía el espíritu, de modo que dejé de buscar.

No mucho después de que mi esposa, Mabel, llegara de Nigeria en 1984 para reunirse conmigo, empecé a tener el ferviente deseo de acercarme más a Dios de nuevo y pertenecer a una iglesia. Un amigo que venía de visita de Nigeria ignoraba que yo me hallaba buscando una iglesia, pero sí me contó de una religión sobre la que había oído que tenía un libro llamado el Libro de Mormón.

Después de aquello, continué buscando iglesias. Hallé una que se denominaba La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. La palabra santos captó mi atención. Ignoraba que hubiera una iglesia que tuviera miembros a los que se les llamara santos. Ese domingo resolví ir a verla.

En la reunión sacramental a la que asistí, la congregación cantó himnos de manera reverente, los presbíteros bendijeron pan y agua, y el servicio se llevó a cabo en orden y con humildad. Luego, mientras caminaba hacia el vestíbulo y meditaba en el servicio de adoración, escuché mi nombre.

“Simeon”, me dijo la voz del Espíritu, “este es el lugar”.

En ese momento, se acercaron dos misioneros que se presentaron y me hablaron sobre el Libro de Mormón. Los miré y dije: “No sé nada acerca del Libro de Mormón, pero conozco la Biblia. Estoy listo”.

Comenzaron enseñándome el Plan de Salvación. Menos de un mes después, me bauticé. Mi esposa se unió a la Iglesia al poco tiempo. Algunos años después, nos sellamos en el Templo de Washington, D.C., y nuestros cinco hijos se sellaron a nosotros.

En el templo se me han revelado muchas cosas, pero las palabras que escuché el primer día en la Iglesia me han sido confirmadas muchas veces a través de la revelación en el templo: “Este es el lugar”. El impacto de aquella afirmación del Espíritu Santo ha cambiado para siempre mi vida y la de mi esposa y mis hijos.