2020
Mi Historia
Julio de 2020


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Mi Historia

Es increíble cómo las cosas pueden cambiar de un momento a otro, tan fabuloso ver y sentir los milagros.

Realmente siempre me ha gustado la Escritura sagrada. Cuando era más chica buscaba manera para leer la Santa Biblia y compartir con las personas cercanas, pero estas me rechazaban.

De cualquier modo, yo tenía muchas preguntas, como, por ejemplo, si las personas dicen tener fe ¿por qué actúan diferente a las Escrituras? y ¿por qué bautizan a los niños (bebes) incluyéndome a mí misma, siendo libres de pecado? ¿Por qué no nos bautizamos de la forma en que lo hizo Jesús?

Entonces, a medida que fui creciendo, entendía mejor que quizás la forma en que yo quería compartir no era la correcta. Conocí a muchas personas en la “creencia de la fe”. Hasta hoy día siento un gran cariño y aprecio por cada una de ellas, mas no me unía a ninguna iglesia a la que me invitaban.

Cuando tuve que salir de casa y viajar a otros países, los desafíos se me juntaban uno tras otro, tanto así que llegué a alejarme de las Escrituras. Yo seguía sintiendo el amor del Padre Celestial, pero a medida que conocía lugares y culturas muy diferentes a los que me acostumbraba normalmente, comparaba y me cuestionaba a mí misma sobre la creencia eterna y mundana.

Tiempo después, nuevamente pude sentir el abrazo y la misericordia de Dios. Esto no podría haber sido posible sin el reconocimiento de mis equivocaciones y sin arrepentimiento. Una vez más empecé a orar y preguntar a nuestro Redentor si en algún momento realmente habría en la tierra una iglesia verdadera, que si era Su voluntad me diera una señal, que aun en mi imperfección yo haría el mayor esfuerzo por cumplir Sus mandamientos.

Luego de un par de días de haber regresado a Paraguay, a la casa de mi padre, específicamente en el año 2019 (el año pasado) sentía más el deseo de encontrar el lugar para con Dios; yo sentía que su respuesta estaba cambiando mi corazón.

Un día con un sol radiante en el mes de mayo, cuando colgaba las ropas que terminaba de lavar, vi a dos jóvenes “uniformados” (apuestos, elegantes, con camisa blanca, corbata, pantalón de vestir y con placas) aplaudiendo (porque no usábamos timbre en ese entonces en el barrio) a la casa de mi vecina. En la tarde de ese mismo día, me fui a preguntarle a ella por esos jóvenes.

Con una bella sonrisa me dijo que se trataba de “mormones” y que pasaban por las casas a compartir el Evangelio, y qué si yo quería, ella les diría para que me visitaran. En ese momento, por aproximadamente 7 segundos sentí que un suave viento me soplaba por el rededor, sentí ver una luz incomparable, sentí un impulso del amor de Dios, una tierna e incomparable misericordia, sentí comprender y valorar que Su tiempo no es comparable con el de nosotros aquí en la tierra. Sin dudar le dije a mi vecina que sí, que encantadísima les recibiría. Al día siguiente, por la tarde noche, llegaron a mi casa, uno al que ya había visto pasar y otro compañero, otro del que venía con el primero.

Desde ese día, esa misma tarde mi vida cambió. Amé el momento en que tuve mi primer trato con ellos, amé el bautismo porque finalmente lo hice tal como enseñó Jesús. Amé asistir a la capilla, amé participar en la primera conferencia de estaca. Un tiempo después me asignaron como presidenta de Mujeres Jóvenes (en nuestra unidad). Mediante esa asignación cosas nuevas y bonitas aprendí, las sigo y me encantaría seguir aprendiendo, aunque no enseño con frecuencia las clases. No sé si se dan cuenta, pero la mayor parte de mi vida he esperado todo esto que les estoy contando.

Soy una miembro muy nueva y, en la simplicidad de mi ser, me llena de felicidad y de paz aun en tiempo de tempestad. Sé que los desafíos aún existen y seguirán existiendo, mas la caridad y misericordia del Señor es infinita. Si clamamos a Él con humildad, nos dará respuesta. No precisamente las respuestas que queremos sino la que verdaderamente necesitamos.

Amo el evangelio de Jesucristo, amo a cada uno/a de los/as incontables miembros que se encuentran en el mundo. Sé que el Libro de Mormón es otro testamento de Jesucristo y que Él vive. Sé que la Iglesia fue restaurada por el profeta José Smith, que el templo es la casa del Señor en donde podemos hacer convenios brillantes y sagrados. Sé que tenemos un profeta que da la voz de Dios. Sé que si procuramos guardar los mandamientos somos y seremos bendecidos.

Les amo a todos ustedes que leen este escrito, y testifico de todas estas cosas en el nombre de nuestro amado Señor Jesucristo. Amén.