2020
Una reserva de testimonio
Enero de 2020


Una reserva de testimonio

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Ilustración por Phil, i2iArt.com

Durante mi primer año de escuela secundaria, mis padres se divorciaron. Por años había visto que mi padre no tomaba la Santa Cena y yo sabía que le costaba mucho guardar los mandamientos, pero no comprendía la magnitud o el alcance de esa lucha. Mi hermana y yo nos enteramos por fin de los detalles cuando mis padres me hablaron de la excomunión de mi padre.

“¡Te odio!”, grité y grité, sollozando. Estaba furiosa. ¿Cómo pudo hacer esto a nuestra familia?, pensaba yo. ¿Cómo pudo engañarnos durante tanto tiempo?

La conmoción e ira iniciales no duraron mucho; a las dos semanas, la ira se convirtió en insensibilidad. Al principio, la insensibilidad constituyó un alivio de la ira y del dolor que sentía; pero, finalmente, ese alivio se transformó en desesperación. Sentí que la vida se derrumbaba a mi alrededor. Más que nunca antes, necesitaba sentir una conexión con el cielo. Necesitaba sentir el amor, la guía, la paz y la sanación de Dios.

Al poco tiempo, llegó la conferencia general. Durante una sesión, escuché y esperé para sentir el consuelo de Dios, pero no llegó. Allí, en aquella oscura capilla, pensé: No puedo sentir el Espíritu Santo, pero estoy segura de que Él está aquí. Él tiene que estar aquí. Al pensar en eso, comencé a recordar los muchos pequeños testimonios que había recibido de que las Escrituras eran verdaderas, de que José Smith fue un profeta, de que el Padre Celestial había bendecido a mi familia y de que guardar los mandamientos traía paz. Era como si tuviera una reserva de testimonio.

Cuanto más reflexionaba en mis testimonios espirituales del pasado, más me daba cuenta de que, aunque quería desesperadamente sentir el Espíritu, al final no importaba que no pudiera sentir Su influencia en ese preciso instante. Ya tenía una reserva de testimonios silenciosos y constantes de que el Evangelio era verdadero.

Ese conocimiento me sostuvo y me dio el deseo de seguir guardando los mandamientos, aunque aparentemente no hubiera un resultado inmediato. Gradualmente, fui sintiendo más en mi vida el amor del Padre Celestial y del Salvador. El permanecer cerca de Ellos, aunque no siempre pudiera sentirlos cerca, me llenó de una paz indiscutible y de un testimonio más firme del evangelio del Salvador. Esto continúa influyendo en mí cuando me enfrento a la incertidumbre o a las aflicciones. Sé que puedo confiar en el Padre Celestial y en el Salvador, y que Ellos me sanarán, me edificarán y me fortalecerán a mí y a cada uno de nosotros.