Para la Fortaleza de la Juventud
Un encuentro inesperado
Para la Fortaleza de la Juventud, junio de 2025


Solo para la versión digital: Voces de los jóvenes

Un encuentro inesperado

A pesar de los dedicados esfuerzos de mi madre durante las noches de hogar, siempre me interesaron más los videojuegos que las cosas espirituales. La idea de servir en una misión me parecía lejana y poco atractiva.

Pero todo cambió una noche tranquila cuando tenía quince años. Estaba solo en la sala de estar, jugando un juego en mi teléfono celular; mi madre y mi hermana estaban en otra habitación. De repente, un ruido sorprendente captó mi atención: las Escrituras, de manera inexplicable, se habían caído del estante y habían aterrizado en medio de la habitación.

¿Me había arrojado las Escrituras mi mamá?

Al principio pensé que mi madre había arrojado el libro para que yo dejara de usar el celular, pero luego me di cuenta de que ella no haría eso. Y no había brisa ni nada que pudiera explicar aquella caída de las Escrituras.

Con curiosidad, dejé el teléfono, tomé las Escrituras y las abrí al azar. Las palabras que leí fueron como un llamado directo al corazón:

“He aquí, una obra maravillosa está a punto de aparecer entre los hijos de los hombres.

“Por tanto, oh vosotros que os embarcáis en el servicio de Dios, mirad que le sirváis con todo vuestro corazón, alma, mente y fuerza, para que aparezcáis sin culpa ante Dios en el último día.

“De modo que, si tenéis deseos de servir a Dios, sois llamados a la obra” (Doctrina y Convenios 4:1–3).

Nunca antes había leído esos versículos y aquellas palabras me conmovieron profundamente.

Llamado a servir

Corrí a contarle a mi madre lo que había sucedido y le mostré el pasaje que había leído. Me miró con lágrimas en los ojos y me dijo que creía que aquello era un recordatorio del Padre Celestial de que yo había sido llamado por un profeta para prepararme para servir en una misión.

A partir de ese momento, comencé a ver la vida y mi propósito en ella con nuevos ojos. Aunque todavía me encantaban los videojuegos, me di cuenta de que algo había cambiado profundamente dentro de mí. Mi celular a menudo permanecía en el sofá mientras yo meditaba en las palabras de Jesucristo que me habían conmovido el alma.

Ahora presto servicio como misionero y comparto las buenas nuevas del Evangelio. Me alegro de que mi trayecto espiritual comenzara cuando las Escrituras cayeron a mi vida una noche silenciosa, lo que me condujo a un llamado divino que no podía ignorar.

Élder Pedro García, 20 años, São Paulo, Brasil

Le gusta pescar, hacer ejercicio y jugar videojuegos.

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