Maneras en las que seguimos a Jesucristo
Podemos seguir a Jesucristo al unirnos a Él en Su obra.
Feed My Sheep [Apacienta mis ovejas], por David Koch
Cuando somos bautizados, comenzamos el proceso de tomar sobre nosotros el nombre de Jesucristo. El presidente Dallin H. Oaks escribió: “Uno de los significados más trascendentes de tomar sobre nosotros el nombre de Cristo [es] la disposición y el compromiso de tomar sobre nosotros la obra del Salvador y Su reino”.
La obra y gloria del Salvador es “llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre”. La inmortalidad es un don que Jesucristo ya ha garantizado por medio de Su Resurrección, y la vida eterna es el mayor de los dones que Dios puede dar a la humanidad: vivir para siempre como familias en Su presencia.
Para que recibamos la vida eterna, debemos llegar a ser discípulos fieles de Jesucristo. Esto significa que recibimos el Evangelio restaurado al tener fe en el Salvador y en Su Expiación, arrepentirnos, ser bautizados, recibir el don del Espíritu Santo y perseverar hasta el fin.
Anhelosamente consagrados
Entonces nos unimos al Salvador en Su obra, ayudando a los hijos de Dios a llegar a ser también discípulos fieles de Jesucristo. Esto consiste en compartir Su Evangelio, recoger al Israel disperso, cumplir con las responsabilidades en la Iglesia del Salvador y esforzarse por llegar a ser como Él.
El presidente Russell M. Nelson afirmó: “Cada vez que hacen algo que ayuda a cualquiera, a ambos lados del velo, a dar un paso para hacer convenios con Dios y recibir sus ordenanzas esenciales del bautismo y del templo, están ayudando a recoger a Israel”.
Para que la obra del Salvador se convierta en nuestra obra, nos centramos en Sus propósitos, guardamos Sus mandamientos y nos amamos los unos a los otros. Mientras hacemos Su obra a Su manera , quedan algunas cosas que debemos resolver nosotros mismos. El Salvador declaró:
“De cierto digo que los hombres deben estar anhelosamente consagrados a una causa buena, y hacer muchas cosas de su propia voluntad y efectuar mucha justicia;
“porque el poder está en ellos, y en esto vienen a ser sus propios agentes. Y en tanto que los hombres hagan lo bueno, de ninguna manera perderán su recompensa”.
Al seguir al Salvador, unirnos a Él en Su obra y ayudar a los demás a llegar a ser Sus fieles discípulos, enseñamos lo que Él enseñaría, nos centramos en Su doctrina y prestamos atención en particular a los pobres, necesitados y vulnerables. El Salvador enseñó esto con claridad cuando citó a Isaías en una sinagoga de Nazaret:
“El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón, a pregonar libertad a los cautivos y dar vista a los ciegos; a poner en libertad a los quebrantados”.
Unirse a Jesucristo en Su obra es emocionante porque Sus obras, designios y propósitos “no se pueden frustrar ni tampoco pueden reducirse a la nada”. A los que se sienten desanimados, el Señor les aconsejó: “Por tanto, no os canséis de hacer lo bueno, porque estáis poniendo los cimientos de una gran obra. Y de las cosas pequeñas proceden las grandes”.
El corazón y una mente bien dispuesta
No necesitamos aportar talentos o habilidades extraordinarios a la obra del Señor. Él nos requiere simplemente compromiso y buena disposición, y ha dicho: “He aquí, el Señor requiere el corazón y una mente bien dispuesta”. El Señor puede hacer que los que estén dispuestos sean capaces, pero no puede o no quiere hacer que los capaces estén dispuestos. Por muy talentosos que seamos, Él no nos utilizará a menos que estemos comprometidos con Su obra y dispuestos a ayudarlo.
Samuel y Anna-Maria Koivisto mostraron tanto compromiso como buena disposición. Poco después de casarse, los Koivisto se mudaron de Finlandia a Suecia para buscar oportunidades profesionales. Después de llegar, se invitó al hermano Koivisto a conversar con el presidente Leif G. Mattsson, quien era consejero de la presidencia de la Estaca Gotemburgo, Suecia. Debido a que Samuel no hablaba sueco, se comunicaron en inglés.
Después de una breve conversación, el presidente Mattsson le pidió a Samuel que sirviera como líder misional de barrio. Samuel señaló lo obvio: “Pero no hablo sueco”.
El presidente Mattsson se inclinó sobre su escritorio y le preguntó de manera enfática: “¿Le pregunté si podía hablar sueco o si está dispuesto a servir al Señor?”.
Samuel respondió: “Me preguntó si estaba dispuesto a servir al Señor. Y lo estoy”.
Samuel aceptó el llamamiento y Anna-Maria también aceptó llamamientos. Ambos sirvieron con fidelidad y aprendieron a hablar un hermoso sueco sobre la marcha. El compromiso y la disposición a servir al Señor han caracterizado la vida de Samuel y Anna-Maria, y ellos me han enseñado que, cuando servimos, utilizamos los talentos que tenemos, y entonces el Señor nos ayuda a cumplir Sus propósitos.
Cuando estamos dispuestos a servir, nos esforzamos por no quejarnos ni murmurar. Si no tenemos cuidado y no mantenemos una perspectiva eterna y no recordamos de quién es realmente esta obra, podríamos quejarnos, murmurar y vacilar en nuestro compromiso con Jesucristo. Esa situación puede evolucionar hasta convertirse en una rebelión abierta contra el Señor, y con el tiempo, podemos perder la fe que tenemos.
Ruego que siempre podamos elegir seguir a Jesucristo uniéndonos a Él en Su obra. Al hacerlo, se nos dan “preciosas y grandísimas promesas”, entre ellas el perdón de los pecados, la salvación y la exaltación. De hecho, se nos promete el mayor de los dones que Dios puede dar: la vida eterna.