2023
¿Se imaginan no sentir nada en cuanto a las cosas del Señor?
Agosto de 2023


Voces de Miembros

¿Se imaginan no sentir nada en cuanto a las cosas del Señor?

Hace dos años, al reflexionar sobre los mensajes de la Conferencia General de octubre de 2021, tomé la decisión de asistir más seguido al templo. Me comprometí a ir mensualmente. Estando a dos horas en transporte público, sentí que era muy injusto de mi parte no asistir con regularidad, siendo que hay muchas personas que solo pueden ir con suerte una o dos veces al año por estar lejos, debido al tiempo y dinero que eso les implica.

En cuanto abrió el templo ese año, comencé a asistir. Al principio visitaba los jardines del templo, allí oraba y volvía a casa. Otras veces, como no conseguía lugar para los días y horarios que yo podía asistir, simplemente me acercaba al baptisterio y preguntaba si podía ayudar en algo, de esta forma, tuve la oportunidad de servir de muchas maneras.

Para Marzo de 2022 la asistencia se volvió semanal y fue para esta época que dejé de tener experiencias espirituales significativas. De pronto oraba y no sentía nada, las impresiones del Espíritu brillaban por su ausencia, iba a la capilla y no se me caía ni una lágrima de emoción al escuchar un discurso o un testimonio. Leía las Escrituras y era como leer un cuento, nada tocaba mi corazón. Empecé a sentir deseos de dejarlo todo, aunque en mi mente no quería; y recordando mi convenio bautismal, yo quería perseverar hasta el fin. Sin embargo, eso parecía una tortura. ¿Se imaginan no sentir nada nunca más en cuanto a las cosas del Señor?

Hablando con una amiga de la Iglesia, le conté sobre este pesar y vacío que sentía. Ella me escuchó con compasión y me aconsejó hablarlo con alguno de mis líderes.

Al día siguiente le envíe un mensaje a mi obispo contándole lo que me venía pasando y le pedí una entrevista. Mi obispo me exhortó a que no dejara de hacer las cosas cotidianas como orar o leer las Escrituras aunque ya no sintiera lo mismo, sino que lo hiciese aun sintiendo nada, pues el Señor vería esa predisposición y, al continuar haciéndolo, yo no me pondría en riesgo de alejarme del Salvador. Finalmente, me invitó a que los acompañara al día siguiente al templo, ya que iría con los jóvenes a realizar bautismos vicarios.

¡Ese sábado fue maravilloso! volví a sentir todo lo que siempre había sentido, e incluso más. Entonces ocurrió un milagro; de pronto alcé la cabeza y, a través de una ventana, vi pasar a una obrera, y supe que ese sería mi destino no tan lejano.

Meses más tarde, llegó mi tiempo de tomar mis investiduras y fui apartada como obrera del templo en febrero de este año. El gozo que he sentido desde entonces es aún mayor y más indescriptible. Al tomar mis investiduras y escuchar los convenios mayores, sentí una compasión gigante por aquellos que ya no tienen un cuerpo y la libertad de hacer estos convenios por ellos mismos. Entendí que dependen de nosotros para poder avanzar en la senda de los convenios. Esa compasión me llevó a dedicarle todo el tiempo que puedo a la obra, ya sea en el templo, en casa indexando o trabajando en mi árbol genealógico. De pronto las cosas que me parecían prioritarias ahora me parecen insignificantes al lado de hacer avanzar la obra.

Estar en el templo, aunque debamos comenzar solo con visitar el jardín y alrededores, nos bendice enormemente y nos da la guía que necesitamos para nuestra vida. El Padre ama recibirnos en su casa y debemos hacer el esfuerzo de acercarnos todo lo que podamos. Si por temas geográficos o de tiempo se nos complica, ¡hagamos historia familiar!

Sé que podemos esforzarnos por estar en armonía con el Señor; ya sea que tengamos que volver a asistir a la capilla, pagar los diezmos, o lo que sea que hoy nos esté alejando, no permitamos que continúe. Nuestro Padre está deseoso de vernos en Su casa, nos quiere allí con Él y que algún día veamos su faz. Él quiere colmarnos de bendiciones, y muchas veces somos nosotros quienes limitamos estas bendiciones sin darnos cuenta. Si alguno aún duda si recibir o no sus investiduras, oren y el Espíritu les testificará lo bendecidos que serán al dar ese grandioso paso.

Yo sé que nuestro Salvador vive y que cada vez falta menos para que vuelva, que todos somos indispensables en Su plan de felicidad y que podemos tomar un rol activo para ayudar en esta causa, que es tan noble. Estamos en la Iglesia verdadera y tenemos el más perfecto de todos los libros a disposición junto con un profeta de Dios.