2023
“Venid a mí”: La cruzada espiritual de toda nuestra vida
Agosto de 2023


“‘Venid a mí’: La cruzada espiritual de toda nuestra vida”, Liahona, agosto de 2023.

“Venid a mí”: La cruzada espiritual de toda nuestra vida

El aprender a conocer y amar al Señor Jesucristo continúa a lo largo de toda su vida.

Imagen
Jesús llama a Pedro y a Andrés

Christ Calling Peter and Andrew [Cristo llama a Pedro y a Andrés], por James Taylor Harwood

Como discípulos del Señor Jesucristo, nos regocijamos en Su invitación: “Venid a mí”. Él nos invita a llevar Su “yugo sobre [n]osotros y [a] aprende[r] de [Él]” (Mateo 11:28–29). Aquello significa que creemos en Él y aceptamos alegremente Su nombre, Sus enseñanzas y Sus mandamientos.

Todos venimos a la tierra con diferentes talentos y cualidades, y todos tenemos experiencias particulares en la vida. Sin embargo, para todos nosotros, poner a Jesucristo en primer lugar en nuestra vida es una cruzada que continúa a lo largo de toda la vida. Por medio de toda una vida de fe, estudio, oración y arrepentimiento, llegamos a conocerlo a Él, y a amarlo más y más.

Vivimos en este mundo lleno de desafíos y distracciones; mantenernos centrados en las cosas eternas, vivir una vida de fe en Jesucristo y experimentar una conversión continua durante muchas décadas de vida requiere de nuestro valor y compromiso, junto con la ayuda del cielo.

Imagen
Ícono del templo

Hallar fortaleza en las ordenanzas y los convenios

Una gran ayuda del cielo llega en forma de ordenanzas y convenios del templo, que nos mantienen “fundamentados”, “arraigados”, “confirmados” y “firmes”1 en nuestra cruzada de venir al Salvador.

El presidente Russell M. Nelson ha enseñado que “[c]oncertar una relación por convenio con Dios nos une a Él de una manera que hace que todo en la vida sea más fácil”. No dijo que hacer convenios hace fácil la vida, “pero llevar el yugo con el Salvador significa que t[enemos] acceso a Su fortaleza y poder redentor”2.

Algunos tal vez se pregunten por qué el Señor manda a Su profeta que construya y dedique tantos templos por toda la tierra. En este mundo cada vez más caótico, la seguridad y los recordatorios de nuestras ordenanzas y convenios son esenciales; nos mantendrán avanzando en lo que ahora llamamos la senda de los convenios.

El presidente Nelson ha dicho: “Las ordenanzas del templo y los convenios que ustedes hagan allí son clave para fortalecer su vida, su matrimonio y su familia, y su habilidad para resistir los ataques del adversario. Su adoración en el templo […] los fortalecerá en su compromiso de mantenerse en el camino de los convenios”3.

Imagen
Ícono de una persona orando

Vivir dignos del Espíritu Santo

Siempre me han encantado estas palabras del apóstol Pablo escritas hace casi dos mil años, pero que aún hoy en día son increíblemente verdaderas:

“… nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios.

“Y nosotros […] hemos recibido […] el Espíritu que es de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha dado;

“lo cual […] [es] enseñad[o] por el Espíritu […].

“Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (véase 1°Corintios 2:11–14).

Las verdades espirituales y la guía del Espíritu Santo no se pueden describir totalmente con palabras; son “lo profundo de Dios” (versículo 10) “preparado para aquellos que le aman” (versículo 9).

Al recibir el don del Espíritu Santo en el bautismo, debemos esforzarnos por vivir dignos de su influencia constante al cuidar lo que hacemos, lo que decimos y con quién compartimos nuestro tiempo. Al hacerlo, la luz espiritual vendrá con más seguridad a nuestra alma, permitiéndonos “no est[ar] fundad[os] en la sabiduría de hombres, sino en el poder de Dios” (versículo 5).

El presidente Nelson nos ha aconsejado que optemos por “abstener[nos] de todo lo que aleje al Espíritu”4 y por “hacer el trabajo espiritual que se necesita para disfrutar del don del Espíritu Santo y oír la voz del Espíritu con mayor frecuencia y claridad”5.

Imagen
Ícono de una mano escribiendo

Aferrarse a las experiencias espirituales

Cuando Pablo recordó su poderosa conversión mientras viajaba a Damasco, dijo: “de repente me rodeó mucha luz del cielo” (Hechos 22:6) —tan brillante que fue cegado—, y oyó la voz del Señor.

Curiosamente, los que estaban con Pablo también vieron la luz, pero no oyeron la voz (véase Hechos 22:9). ¿Por qué no? ¿Le creyeron a Pablo o intentaron convencerlo de que había imaginado aquella experiencia?

Después de tener experiencias espirituales especiales, algunos podrían preguntarse: “¿En verdad sentí eso?” o “¿Será que lo estoy imaginando?”. No obstante, los que son sabios, como Pablo, no olvidan ni hacen caso omiso de las experiencias espirituales. Se aferran a ellas y las conservan frescas en la memoria.

Durante los años posteriores a la Primera Visión, el profeta José Smith afrontó frecuente oposición y persecución, pero siguió testificando osadamente que el Padre y el Hijo se le habían aparecido. “[Y]o lo sabía”, dijo José, “y sabía que Dios lo sabía; y no podía negarlo” (José Smith—Historia 1:25).

José nunca olvidó ni negó sus experiencias espirituales. Se aferró a ellas toda la vida. En los momentos difíciles, su mente se remontaba a esos momentos para confirmarle el amor de Dios y fortalecerlo en la obra que el Señor le había dado para hacer.

Tal vez nunca veamos una visión celestial ni escuchemos de forma física la voz del Señor, pero las experiencias espirituales llegan. Debemos aferrarnos a ellas. Nos fortalecen en nuestra cruzada por venir a Cristo, y nuestra conversión continúa.

Imagen
Letrero de encrucijada

Escoger la fe

Cuando era presidente de misión y los misioneros venían y me decían que las cosas eran difíciles, a menudo les hablaba de las dificultades del apóstol Pablo y de lo que nosotros podemos aprender de sus pruebas.

Pablo nos dice que recibió azotes cinco veces y que tres veces fue azotado con varas. Fue apedreado una vez y tres veces padeció naufragio (véase 2 Corintios 11:24–25). En sus viajes, Pablo afrontó “peligros de río, peligros de ladrones” y “peligros de los de [su] nación […], de los gentiles” y hasta de “falsos hermanos”. Fue expulsado de ciudades, fue encarcelado y padeció “en trabajo y fatiga […], en hambre y sed [y] en frío y en desnudez” (2 Corintios 11:26–27).

Pocas personas tendrán pruebas tan intensas como las de Pablo, pero todos tendremos pruebas. Nadie es inmune a ello y, a menudo, las pruebas llegan cuando menos las esperamos. ¿Cómo se sostuvo Pablo durante las “tribulaciones”, las “angustias”, los “alborotos” y los “trabajos” que sobrellevó? (2 Corintios 6:4–5). Pablo pudo estar “entristecid[o], pero siempre gozoso” y “no teniendo nada, pero poseyéndolo todo” (2 Corintios 6:10), porque escogió la fe en Jesucristo.

No es tan difícil escoger la fe en Jesucristo cuando nos sentimos espiritualmente energizados, pero también debemos escoger la fe cuando la vida se torna difícil. Hallaremos que el Salvador no se encuentra al final de nuestra cruzada tan solo esperando a que vengamos a Él; más bien, está a nuestro lado y nos señala el camino. De hecho, Él es el camino (véase Juan 14:6). El presidente Nelson ha dicho: “A fin de elevarnos por encima de la atracción de este mundo caído, el Salvador nos bendice con más caridad, humildad, generosidad, bondad, autodisciplina, paz y descanso6.

Imagen
ícono de un amanecer

Sus promesas se cumplirán

Estoy agradecido por mi conocimiento certero de que Jesús es el Cristo. Él es nuestro Salvador, nuestro Redentor, nuestro querido Amigo y nuestro Abogado. A lo largo de mi vida, he llegado a sentir cada vez más Su amor y Su realidad viviente. Testifico que llegar a conocerlo y amarlo es un privilegio sagrado de la vida terrenal.

Cuando venimos a Jesucristo, Él nos promete la remisión de nuestros pecados, una “vida nueva” (Romanos 6:4) y “descanso para [n]uestras almas” (Mateo 11:29). Al final, Él nos promete la vida eterna con Él, con Su Padre, con Sus devotos discípulos y con nuestros familiares rectos para siempre.

En un día futuro, nos arrodillaremos a Sus pies. Ese día, nuestra alma se regocijará cuando Él cumpla todas Sus promesas a aquellos que hayan venido a Él con “íntegro propósito de corazón” (3 Nefi 18:32), que hayan crecido en su amor por Él y que hayan procurado sentir Su presencia divina a lo largo de la vida.

¡Será un momento santísimo y culminante en nuestra jornada espiritual!