2023
¿Había arruinado la pornografía mi capacidad para sentir y dar amor?
Agosto de 2023


Solo para versión digital: Jóvenes adultos

¿Había arruinado la pornografía mi capacidad para sentir y dar amor?

Me había arrepentido del consumo de pornografía, pero todavía no había sanado.

Una mujer que siente vacío

Cuando tenía catorce años, me di cuenta de que tenía un problema con la pornografía. Me decía a mí misma: “Sé que esto no es bueno. Debo dejar de hacerlo”.

Pero aún así caía en la misma trampa una y otra vez. Luché con ese ciclo durante algunos años, y después de muchos intentos por dejarlo, supe que no podía superar ese hábito por mi propia cuenta. Debido a que sabía que los profetas siempre nos habían advertido que nos mantuviéramos alejados de ella, me avergonzaba acudir a alguien en busca de ayuda, incluso a mi Salvador. Había caído demasiadas veces. Sentía que no me merecía la redención; pero finalmente decidí buscar ayuda.

Al reunirme con mi obispo para hablarle de mis dificultades, él respondió con amor. Pero empecé a darme cuenta de algo: mis dificultades con la pornografía habían empañado mi capacidad de reconocer y recibir amor: de amarme a mí misma, de amar a los demás y de amar a Dios.

Debido a que estuve atrapada en modelos de mentiras durante años, pensaba que si alguien sabía con lo que yo luchaba, no me amaría. También pensaba que el amor era temporal y poco realista.

Con el tiempo, al arrepentirme, adquirir mejores hábitos y practicar el autodominio y los modelos de pensamiento saludables, empecé a darme cuenta de que Jesucristo había sentido mi sufrimiento y que Él y el Padre Celestial podían perdonarme. Empecé a sentir esperanza en vez de vergüenza, pero tomaría algún tiempo comenzar a sentir amor de la misma manera.

Sentir y compartir el amor de Dios

Unos años después, fui a la misión. Estaba muy feliz de estar sirviendo a mi Salvador, pero los efectos duraderos de mi lucha secreta aparecieron en mi vida como misionera. Todavía me costaba amar a los demás y sentir amor, especialmente del Padre Celestial.

Todavía no me había perdonado a mí misma. Todavía pensaba que no podía ser amada, a pesar de que me había esforzado tanto por vencer mi hábito pasado. Tenía miedo de ser vulnerable o de invitar a cualquier amor en mi vida por temor al dolor, la desilusión y el sufrimiento, así que a menudo evitaba a las personas y no les permitía acercarse a mí.

Una noche en que me sentía desesperadamente sola, estaba de rodillas suplicando ayuda al Padre Celestial. Le expresé mis pesares por tener miedo de amarme a mí misma, de amarlo y de amar a Sus hijos tanto como yo deseaba.

Mientras lloraba, sentí una impresión clara y delicada en mi mente. Sentí que Dios me estaba diciendo que está bien amar profundamente. Ese amor es un don que Él me ha dado, un talento que yo había escondido. Sentí la impresión de que debía usarlo y multiplicarlo. Así como el amor de Dios por mí nunca se acaba, tenía que amar más profundamente.

Esa misericordia del Espíritu me conmovió más allá de lo que había sentido antes. Verdaderamente sentí el amor del Padre Celestial, lo que significa ser Su hija. Fue un sentimiento que no puedo poner en palabras.

Quería ser mejor al compartir ese amor con los demás y permitir que otras personas lo compartiesen conmigo. Oré para tener oportunidades de profundizar esa capacidad de amar y, con el tiempo, fui bendecida con muchas experiencias para compartirla con mis hermanos y hermanas.

El amor semejante al de Cristo puede cambiarlo todo

Me había arrepentido del consumo de pornografía, pero todavía tenía que sanar mi corazón. Y esa sanación no ocurrió de una sola vez: el poder del Salvador vino al buscarlo a Él mediante el estudio de las verdades de las Escrituras y la oración ferviente para pedir ayuda. Comencé a creer que Él y el Padre Celestial me amaban lo suficiente como para ofrecerme la redención. Sentí que mi dolor y mi autodesprecio se descascaraban lentamente.

La historia del árbol de la vida en 1 Nefi 8 me enseñó cómo puedo buscar a Jesucristo. Cada uno está en un lugar diferente en la vida. A veces, encontrar nuestro camino a Él toma tiempo; pero sé que el gozo eterno nos espera a medida que damos pasos a lo largo de la senda de los convenios hacia Él.

Los errores no nos definen. Satanás quiere que pensemos que no somos amados ni dignos, pero esto es falso. Se nos ama de manera perfecta, y Cristo puede ayudarnos a elevarnos por encima de nuestros pecados.

Hay muchos que están luchando con la pornografía u otros hábitos que no quieren, y a menudo, como en mi caso, estos hábitos prosperan en el secretismo y el aislamiento. Sin embargo, he visto cómo el amor semejante al de Cristo puede cambiarlo todo para quienes luchan.

Aquellos de nosotros que luchamos podemos primero buscar luz por medio de la honestidad. El edificar relaciones fuertes y rectas con el Padre Celestial y Jesucristo, tu familia y tus amigos puede ser la bendición más útil en tus esfuerzos por adquirir mejores hábitos y venir a Cristo.

Cuando habló a quienes luchaban con la pornografía, el élder Ulisses Soares, del Cuórum de los Doce Apóstoles, aconsejó con amor:

“La invitación a venir al Salvador significa esperanza […]. Cuando aceptamos esta invitación, nos humillamos ante Él […]. ¿Y qué significa humillarnos ante Él? Tal vez signifique […] pedir ayuda a nuestros líderes, a nuestros familiares, a nuestras familias, incluso a profesionales médicos […]. También significa que nunca debemos rendirnos y dejar de intentarlo. Nadie es perfecto. Todos cometemos errores […]. El Señor siente un amor perfecto por todos nosotros. Él entiende nuestra angustia, nuestros desafíos, nuestros problemas.

“Si volvemos nuestros corazones hacia Él […], el Señor puede perdonarnos, [Él] puede abrazarnos, amarnos, comprendernos y ayudarnos, y darnos fuerzas para nunca rendirnos. No olviden que la gracia del Señor estará disponible para ustedes antes, durante y ‘después de hacer cuanto p[uedan]’ (2 Nefi 25:23)”1.

No tenemos que escondernos con vergüenza, sino que podemos tender la mano, ser honestos y pedir ayuda. Saber que el Padre Celestial y los que me rodean me aman marcó la mayor diferencia en mi capacidad para sanar del consumo de pornografía y de las secuelas, porque ese conocimiento me ayudó a ver que puedo ser redimida, amada y digna de la ayuda de Cristo.

Todos lo somos si lo buscamos a Él.

Notas

  1. Cara a Cara con el élder Ulisses Soares y el élder Craig C. Christensen, transmisión mundial para jóvenes adultos, 15 de septiembre de 2019, Biblioteca del Evangelio.