2019
La virtud es más que un medallón
Diciembre de 2019


Cómo llegué a saberlo

La virtud es más que un medallón

El ejemplo de una amiga y el apoyo de mis líderes y familia me ayudaron a trabajar en el Progreso Personal. La meta final era el medallón, pero en el camino entendí que había aprendido a cultivar mi divinidad interior y a reconocer la luz con la que nací y que viene de los cielos.

Nací dentro del convenio, en un hogar lleno de amor. Gracias a mi familia he participado en los programas y he asistido a las organizaciones de la Iglesia. Actualmente soy una mujer joven y a inicios de 2019 concluí el programa del Progreso Personal.

Recuerdo que cuando ingresé a la organización, cuando tenía 12 años, tuve una transición difícil. Me sentía incómoda en la clase de las jóvenes y en las Mutuales, pero mi querida presidenta me apoyó y me hizo sentir amada. Cada domingo me llevaba una tarjeta y en ocasiones un dulce o un chocolate y me invitaba cada semana a la Mutual.

Esos actos de amor me ayudaron a sentirme bienvenida, querida y aceptada. No olvido que, con el cambio de la Primaria a las Mujeres Jóvenes, durante los Nuevos Comienzos, me entregaron el Progreso Personal. Este manual me ha ayudado a ponerme metas constantes a lo largo de los años y a enfocar mi vida en el Salvador Jesucristo.

Atesoro en mi corazón la primera visita al templo para hacer bautismos vicarios, lo especial y pacífica que me sentí al estar en el área bautismal, la calidez y felicidad en mi corazón que testificaba la santidad de ese lugar.

Y también guardo con cariño los recuerdos de mi participación en la Conferencia Especial para la Juventud SOY (Strength of Youth), porque fue ahí en donde conviví con jóvenes de mi edad que trabajaban con diligencia en los programas de Mi Deber a Dios y el Progreso Personal.

Muchos de ellos venían de hogares desintegrados, padres inactivos o no miembros, con dificultades de todo tipo, pero con un firme testimonio y fe inquebrantable. Puedo decir que ellos fortalecieron mi testimonio.

Una joven de mi compañía, que había obtenido su medallón de la mujer virtuosa a los 14 años, fue quién me inspiró a trabajar con mayor diligencia en el Progreso Personal. Me compartió lo divertida y constructiva que habían sido esas metas y proyectos en su vida y lo mucho que le había ayudado para mejorar en muchos aspectos de su vida. Su testimonio fortaleció el mío y me motivó a tomar más en serio la valiosa oportunidad de trabajar en ese bello programa.

Después de varios años de Mutuales, actividades y mucha paciencia, logré cumplir con todas las metas y proyectos necesarios para obtener el medallón a finales de enero de 2019, cuando tenía 15 años. Mis líderes, padres y hasta mi hermano pequeño fueron un gran apoyo para mí, pero sé sin duda que la mayor fuerza venía de mi testimonio del amor del Padre Celestial. Él ha dicho: “Y debéis practicar la virtud y la santidad delante de mí constantemente” (Doctrina y Convenios 46:33).

Puedo testificar que el trabajar en el Progreso Personal con todo el corazón, me ha hecho poner en primer lugar a mi Padre Celestial, a Jesucristo y su Evangelio. Eso implica dejar las redes sociales, amigos o incluso las tareas por un momento para estar más cerca de Él.

Sé que es difícil; después de todo nunca se dijo que hacer lo correcto sería fácil. Pero no es imposible. Me lleno de esperanza y gozo al saber que la recompensa es eterna. El premio no es el medallón, sino todas las experiencias que gané al cumplir con las metas.