2019
¿Será que ellos aceptaron?
Junio de 2019


Mensaje de un miembro de los Setenta

¿Será que ellos aceptaron?

En nuestro Plan de Área, contemplamos una participación más activa de los miembros en la historia familiar y en las ordenanzas del templo como parte del proceso para desarrollar una fe más profunda en el Salvador.

Este objetivo está basado en la invitación del presidente Russell M. Nelson:

“Ahora bien, a cada miembro de la Iglesia le digo: Manténgase en el camino de los convenios. Su compromiso de seguir al Salvador al hacer convenios con Él y luego guardar esos convenios abrirá la puerta a toda bendición y privilegio espiritual que están al alcance de hombres, mujeres y niños en todas partes.

“Como nueva Presidencia, queremos empezar con el fin en mente. Por esa razón, nos dirigimos a ustedes hoy desde un templo. El fin por el que cada uno nos esforzamos es ser investidos con poder en una Casa del Señor, ser sellados como familias y ser fieles a los convenios hechos en el templo, los cuales nos hacen merecedores del don más grande de Dios, que es la vida eterna. Las ordenanzas del templo y los convenios que ustedes hagan allí son claves para fortalecer su vida, su matrimonio, su familia y la habilidad para resistir los ataques del adversario. Su adoración en el templo y el servicio que presten allí por sus antepasados los bendecirá con paz, mayor revelación personal y los fortalecerá en su compromiso de mantenerse en el camino de los convenios”1.

Quisiera relatarles una experiencia que fortaleció mi entendimiento respecto a la adoración en el templo y el beneficio de esa acción para nosotros mismos y para nuestros antepasados.

Era la época de la Semana Santa. Las tradicionales actividades conmemorativas de la última semana del Salvador estaban presentes en todas partes. El mundo cristiano se unía a la celebración, más motivada por la tradición que por el entendimiento.

En un momento de ese Viernes Santo, me detuve a reflexionar respecto a las palabras que Él expresó a Marta ante el sepulcro de Lázaro, quien con profunda atención y esperanza le escuchaba.

Jesús le dijo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto?”2.

A las palabras de esperanza y fe anidadas en su corazón, le siguió la realidad del milagro. Lázaro fue llamado a la vida y a estar entre los suyos nuevamente.

“Sí creo”, me dije yo también, “todos volveremos a vivir después de muertos”.

Enseguida mi mente se tornó hacia mis antepasados, y las palabras reveladas al profeta Joseph F. Smith semanas antes de su muerte vinieron a mí en conexión con la experiencia de Martha y María.

“Mientras esta innumerable multitud esperaba y conversaba, regocijándose en la hora de su liberación de las cadenas de la muerte, apareció el Hijo de Dios y declaró libertad a los cautivos que habían sido fieles; y allí les predicó el evangelio sempiterno, la doctrina de la resurrección y la redención del género humano de la caída, y de los pecados individuales, con la condición de que se arrepintieran”3.

“¿Será que ellos aceptaron el evangelio?”. Pensé en algunos de los familiares que conocí y que ya habían partido de esta vida. A la reflexión, siguió el impulso de ir al sitio de Family Search, para ver mi árbol genealógico, esperando encontrar allí la respuesta que buscaba.

Al abrir el sitio y ver que también podía buscar información de mis antepasados en otros sitios, tales como: MyHeritage, Ancestry, Findmypast, los cuales están relacionados con FamilySearch, decidí ingresar a uno de ellos.

Al registrarme, vi en el sitio un apellido que me era familiar. Sí, era el mismo apellido de mi tío abuelo, casado con la hermana de mi abuela materna.

No era un apellido común y no era fácil de pronunciar.

La persona con dicho apellido era el administrador de un árbol familiar. Al entrar en dicho árbol, me encontré con un tesoro familiar. Ante mis ojos aparecieron más de 50 nombres con fotos, fechas, profesiones y hasta con el nombre de fantasía (o apodo) con el que algunos de ellos eran conocidos.

El tiempo se fue muy rápido. No quería parar de registrar la información que milagrosamente se me había presentado.

Hasta ese momento, ese apellido y esa rama de la familia no estaba en mi agenda, pues no tenía información suficiente.

Al finalizar el día, mis pensamientos regresaron a la pregunta: ¿Y mis antepasados?, ¿habrán aceptado el evangelio?”.

Las lágrimas corrieron por mis mejillas. “Sí”, me dije; y nuevamente las palabras de Marta al Salvador vinieron a mi mente como un eco: “Sí, creo”.

A medida que nuestra familia comenzó a realizar las ordenanzas por esa línea familiar, el árbol comenzó a florecer. Ya no eran 50, eran muchos más los que cobraron vida cuando el deseo de saber y hacer llegó a mi mente y corazón.

He aquí, el campo estaba maduro, y benditos sois vosotros, porque metisteis la hoz y segasteis con vuestro poder; sí, trabajasteis todo el día; ¡y he aquí el número de vuestras gavillas! Y serán recogidas en los graneros para que no se desperdicien”4.

Les invito a que hagan de la adoración y servicio en el templo una prioridad; a descubrir a sus antepasados, a registrar sus nombres para recordarlos y reunirlos en seguridad en el “granero”, o templo del Señor, mediante las ordenanzas de salvación.

Notas

  1. Véase Russell M. Nelson, “Al avanzar juntos”, Liahona, abril de 2018, pág. 4.

  2. Juan 11:25–26.

  3. Doctrina y Convenios 138:18–19.

  4. Alma 26:5.