2019
Mi sueño de ser misionera por fin se hizo realidad
Junio de 2019


Mi sueño de ser misionera por fin se hizo realidad

Jean Daniel Daroy

Ontario, Canadá

Imagen
woman on computer

Ilustración por Katy Dockrill.

Durante muchos años, soñé con servir en una misión de tiempo completo, pero cuando regresé a casa después de graduarme de la universidad, me di cuenta de que mi familia me necesitaba desesperadamente. La salud de mi padre era delicada, y la familia necesitaba ayuda económica. Siendo yo la mayor de cuatro hermanos, sentí que debía quedarme en casa y ayudar. El Padre Celestial me bendijo con un buen trabajo y, aunque no estaba muy bien pagado, era suficiente para salir adelante.

Siempre que me preguntaban en cuanto a servir en una misión de tiempo completo, respondía que lo haría; no obstante, cada vez que lo hacía, mi madre me miraba con una mezcla de emoción y tristeza en los ojos. Yo sabía que si pedía ir, ella me diría que sí, y retendría calladamente en el corazón el temor a perder los ingresos familiares.

Pasaron algunos años, y un digno poseedor del sacerdocio me pidió que me casara con él en el templo. Dije que sí, y más tarde fuimos bendecidos con tres hijos: dos niñas y un niño. Una de nuestras alegrías más grandes fue cuando nuestro hijo salió en su misión. Un espíritu de consuelo y paz llenó nuestro hogar; fue como si una porción de mi anhelo por servir en una misión se hubiese cumplido.

Me sentí entusiasmada cuando mi hija mayor dijo que ella también deseaba servir en una misión. Cada semana en el campo misional, ella me enviaba historias de su labor. Su testimonio me inspiraba y me llenaba del espíritu misional, y todos los días oraba para tener oportunidades misionales.

Un día me sentí inspirada a preguntarle a una amiga, a través de un mensaje privado en las redes sociales, si estaría interesada en reunirse con los misioneros, ¡y ella dijo que sí! Llené un formulario de referencia en línea en LDS.org, y al poco tiempo los misioneros comenzaron a enseñarle. A los tres meses, ella se unió a la Iglesia, y unos meses más tarde, sus hijos lo hicieron. Con la guía del Espíritu, invité a otras amigas a escuchar a los misioneros. Cuando mi hija llegó a casa, sentí que yo también había realizado dieciocho meses de servicio misional.

El Padre Celestial conocía los deseos de mi corazón y lo que era mejor para mi familia y para mí. Estoy agradecida de que Él me concediera mi deseo de servir como misionera, el cual había albergado por tan largo tiempo en el corazón.