2017
Cómo defender la fe
Septiembre de 2017


Cómo defender la fe

El Señor necesita un pueblo dispuesto y capaz de defender con humildad pero con firmeza a Cristo y al Reino de Dios.

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Ilustraciones de Getty Images

En la existencia preterrenal, poseíamos albedrío, capacidad de razonamiento e inteligencia. Allí fuimos “llamados y preparados… de acuerdo con la presciencia de Dios” y, en el inicio, estuvimos “en la misma posición” que nuestros hermanos y hermanas (Alma 13:3, 5). Las oportunidades de crecer y aprender se hallaban ampliamente disponibles.

Sin embargo, el mismo acceso a las enseñanzas de un amoroso hogar celestial no produjo un mismo deseo entre nosotros —los hijos procreados en espíritu del Padre Celestial— de escuchar, aprender y obedecer. Al ejercer nuestro albedrío, tal como lo hacemos hoy en día, dimos oído con diversos grados de interés y voluntad. Algunos de nosotros procuramos con ansias aprender y obedecer. Ante la inminente guerra en los cielos, nos preparamos para la graduación de nuestro hogar preterrenal. Se enseñó la verdad y también fue cuestionada; se dieron testimonios y se ridiculizaron; y cada espíritu preterrenal tomó la decisión de ya fuera defender o apartarse del plan del Padre.

No hubo neutralidad

Al final, no existió la opción de retirarse de modo indeciso a un territorio neutral en ese conflicto. Tampoco existe hoy en día. Aquellos de nosotros que estábamos armados con fe en la futura expiación de Jesucristo, aquellos a quienes nos fortalecía el testimonio de Su función divina, aquellos que poseíamos conocimiento espiritual y el valor para utilizarlo en defensa de Su sagrado nombre luchamos en el frente de batalla de esa guerra de palabras. Juan enseñó que esos espíritus valientes, así como otros, han vencido a Lucifer “por medio de la sangre del Cordero y de la palabra de su testimonio” (Apocalipsis 12:11, cursiva agregada).

Sí, la guerra preterrenal la ganó la promesa de un Salvador, y de un Getsemaní y un Calvario teñidos de sangre. No obstante, nuestro valor y testimonio preterrenales, nuestra disposición a explicar, a razonar con otros espíritus y persuadirlos, también ayudaron a detener el que la marejada de falsedades se propagara sin oposición.

Al haber cumplido con éxito nuestro período de servicio en Su defensa, llegamos a ser testigos de Su santo nombre. Efectivamente, habiéndonos probado en el campo de batalla y al así estar seguro de nuestro corazón y nuestro valor, el Señor luego dijo de nosotros, los miembros de la casa de Israel: “Vosotros sois mis testigos” (Isaías 43:10). Pensemos: ¿Aún es verdad tal declaración sobre nosotros en la actualidad?

Nuestra batalla actual

Todavía hoy se vive un conflicto por las mentes, los corazones y las almas de los hijos de nuestro Padre, como anticipación de la segunda venida de Jesucristo. Si bien muchas personas del mundo sienten curiosidad sincera en cuanto a las enseñanzas de la Iglesia, un creciente abismo entre los inicuos y los rectos separa de las verdades del Evangelio restaurado a un mundo que se halla en caída libre en cuanto a la moral. Cuando se acusa de seguir la oscuridad a los imperfectos santos que se esfuerzan por procurar luz, cuando se afirma que la dulzura de sus intenciones y obras es amarga (véase Isaías 5:20), ¿es de sorprender que haya dedos de escarnio que apunten a la Iglesia restaurada del Señor y a Sus siervos fieles? (véase 1 Nefi 8:27).

El presidente Thomas S. Monson ha enseñado: “Vivimos en una época en la que estamos rodeados de muchas cosas que tienen el propósito de atraernos a caminos que pueden conducirnos a la destrucción. Para evitar esos caminos se necesita determinación y valor”.

¡Ser miembros pasivos y neutrales no es suficiente en este conflicto de los últimos días! El presidente Monson prosigue: “Al vivir nuestro día a día, es casi inevitable que nuestra fe se ponga en tela de juicio… ¿Tenemos el valor moral para defender nuestras creencias aunque tengamos que hacerlo solos?”1.

A pesar del ruido de fondo permanente que proviene del edificio grande y espacioso (véase 1 Nefi 8:26–27), ¿estamos resueltos a andar con paso firme por el camino menos transitado?2. ¿Estamos dispuestos y somos capaces de participar en conversaciones corteses con quienes tienen preguntas sinceras? ¿Podemos y estamos dispuestos a aclarar y defender las enseñanzas de la Iglesia restaurada de Jesucristo sin recurrir a la contención?

Al aconsejarnos poder discrepar sin ser desagradables, el élder Dallin H. Oaks, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó: “Aun al procurar ser humildes… no debemos abandonar ni debilitar nuestro compromiso con las verdades que comprendemos”3.

Lleguen a ser valientes

Consideremos con detenimiento la invitación del presidente Monson: “Una vez que obtenemos un testimonio, nos corresponde compartir ese testimonio con los demás…Que siempre seamos valientes y estemos preparados para defender lo que creemos, y si tenemos que estar solos en el proceso, que lo hagamos con valor, con esa fortaleza que viene del conocimiento de que en realidad nunca estamos solos cuando estamos con nuestro Padre Celestial”4.

Ser miembros de la Iglesia únicamente no nos hace de forma automática testigos valientes de Cristo y Su Iglesia restaurada. El Señor nos ha enseñado a hacer que nuestra luz brille al vivir el Evangelio; sin embargo, algunos mantienen en secreto su condición de miembros de la Iglesia al poner su luz debajo de un almud. Algunos responden preguntas ocasionales sobre el Evangelio, pero titubean en testificar e invitar. No obstante, otros en efecto procuran oportunidades de compartir el Evangelio y lo hacen de buen grado. ¿Cuántos de nosotros somos defensores proactivos y valientes de la fe?

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speaking with love vs speaking with a megaphone

Para mantener y recuperar terreno en la guerra de palabras actual, el Señor necesita un pueblo tanto dispuesto como capaz de defender con humildad —pero con firmeza— a Cristo, a Sus oráculos vivientes, al profeta José Smith, al Libro de Mormón y las normas de la Iglesia. Necesita un pueblo que esté “siempre [preparado] para responder… a cada uno que… demande razón de la esperanza que hay en [ellos]” (véase 1 Pedro 3:15). ¡El Señor necesita un ejército de verdaderos Santos de los Últimos Días dispuestos a testificar de la verdad con un espíritu de mansedumbre y amor cuando se cuestione cualquier aspecto del Evangelio restaurado!

El ejemplo del capitán Moroni

Si se sienten faltos de preparación como valientes defensores de la verdad en nuestros días, no están solos. La mayoría de nosotros se siente de ese modo, hasta cierto punto. Sin embargo, hay cosas sencillas que podemos hacer para adquirir tanto capacidad como confianza.

En el Libro de Mormón, aprendemos que el capitán Moroni “[preparó] la mente de los del pueblo para que fueran fieles al Señor su Dios” (véase Alma 48:7). Había comprendido que la primera línea de defensa era una vida edificada sobre el fundamento de la obediencia personal. Además, “[construyó] pequeños fuertes… levantando parapetos de tierra… y erigiendo también muros de piedra para cercarlos” (versículo 8). No solo tomó algunas precauciones obvias, sino que también fortaleció estratégicamente “sus fortificaciones más débiles” (versículo 9). Sus estrategias preventivas tuvieron tanto éxito que sus enemigos “se asombraron en extremo” (Alma 49: 5) y no pudieron llevar a cabo sus inicuos designios.

Ustedes podrían preguntarse: “¿Puede alguien tan débil como yo ser un valiente defensor de Cristo y Su evangelio restaurado?”. La debilidad que perciben en sí mismos puede convertirse en fortaleza al aceptar que todo lo que el Señor requiere en un principio es “[su] corazón y una mente bien dispuesta” (véase D. y C. 64:34). Los “débiles y sencillos” del mundo, investidos con el espíritu de valentía, son Sus reclutas preferidos. Recuerden que Él, por “medios muy pequeños”, se deleita en “[confundir] a los sabios” (véase Alma 37:6, 7). Si están dispuestos a compartir y defender el Evangelio restaurado y a sus líderes y doctrinas, podrían considerar las siguientes sugerencias.

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1. Saber a quién y qué defender. Una estrategia defensiva firme es el fundamento de una ofensiva firme. Al igual que no pueden defender eficazmente aquello de lo cual conocen muy poco o nada, tampoco lo defenderán si no les importa en extremo. Como el asalariado, a quien se paga para cuidar las ovejas y que se retirará o huirá a la primera señal de dificultades, de igual modo ustedes no mantendrán las líneas de defensa por mucho tiempo, salvo que tengan la convicción espiritual de que su causa es justa y verdadera. ¡Para testificar de Cristo y Su Iglesia y defenderlos, deben saber que Él vive y que esta es Su Iglesia restaurada!

Quienes conocen y viven el Evangelio rebosan de entendimiento y de la ardiente convicción que se enciende mediante la dignidad y las experiencias personales. Están más preparados para testificar de la verdad que quienes solo han prestado atención para aprender cómo ofrecer las respuestas.

2. Evalúen sus fortificaciones. Sigan el ejemplo del capitán Moroni. Evalúen con sinceridad los puntos fuertes y débiles de su comprensión del Evangelio. ¿Dan un buen ejemplo al llevar una vida semejante a la de Cristo? ¿Son capaces de hallar respuesta a las preguntas escudriñando las Escrituras? ¿Se sienten cómodos al compartir su testimonio? ¿Pueden responder preguntas sobre las doctrinas y enseñanzas de la Iglesia, incluso las que son más difíciles de explicar, apelando a las Escrituras? ¿Están preparados para decir: “No lo sé, pero lo averiguaré”, o a conducir a la gente adonde puedan hallar respuesta? ¿Podría ser que el estudio diligente debe ayudarlos a cultivar la confianza y el valor que buscan?5.

3. Afiancen sus fortificaciones. Una vez que tengan presente una evaluación de sus “fortificaciones” doctrinales, comiencen un estudio centrado y a largo plazo con el objetivo de hacer que las cosas débiles sean fuertes para ustedes (véase Éter 12:27). Respondan al ruego de Moisés: “¡Ojalá que todos los del pueblo de Jehová fuesen profetas, que Jehová pusiera su espíritu sobre ellos!” (Números 11:29). “Importunen” al Señor con el pedido de que, por cada cucharada de esfuerzo diario, Él acumule kilos de tierra sobre sus parapetos defensivos.

Lean las Escrituras con espíritu de oración, una y otra vez; no se limiten a sorber relatos conocidos a través de una pajilla [popote]; deléitense en ellas. Consideren la opción de llevar apuntes de estudio doctrinal y de incrementarlos constantemente. Podrían determinar algunos pasajes de las Escrituras de cada tema y luego memorizarlos en un orden lógico para sustentar sus propias ideas y las enseñanzas. Tal como enseñó el élder Richard G. Scott (1928–2015), del Cuórum de los Doce Apóstoles: “Cuando las Escrituras se emplean de la forma en que el Señor ha mandado que se registren, tienen un poder intrínseco que no se comunica si se parafrasean”6.

Considere la posibilidad de memorizar algunas citas textuales de profetas y apóstoles. El Espíritu Santo típicamente les “recordará” solo aquello que pongan ahí primero (véase Juan 14:26). El verdadero conocimiento doctrinal centrado en Cristo, combinado con “la espada de [Su] Espíritu”, (véase D. y C. 27:18) es la mayor fortificación y arma ofensiva que poseen.

4. ¡Practiquen! A los misioneros de tiempo completo de la Iglesia se los insta a interpretar representaciones a fin de prepararse para las situaciones en las que podrían estar. Ya que a ustedes se les podría pedir que defiendan la Iglesia o que expliquen su doctrina en los momentos o sitios más inesperados, consideren la posibilidad de seguir el ejemplo de los misioneros al prepararse espiritualmente antes de entablar una conversación naturalmente (véase Moisés 3:5, 7). Interpreten una representación antes de hallarse en circunstancias en que enseñen o defiendan las normas del Evangelio. Ya sea solos, o con familiares o amigos, plantéense preguntas hipotéticas y luego respóndanlas. Conforme lleguen a estar cada vez más preparados, se volverán “más y más fuertes” en su confianza como testigos de Cristo (véase Helamán 3:35). Empiecen con respuestas breves y sencillas. Serán las más adecuadas en la mayoría de las situaciones, pero también pueden fortalecer sus defensas aun más al estudiar los pasajes de las Escrituras relacionados y conectar diversas doctrinas.

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5. Busquen oportunidades. Habiéndose preparado así, oren para pedir la oportunidad de —humilde pero confiadamente— compartir y, si es necesario, defender el Evangelio. Recuerden que “el desaliento no es la ausencia de capacidad, sino de valor”7. Oren para amar a los hijos del Padre Celestial dentro y fuera de la Iglesia lo suficiente para compartir y defender las normas del Evangelio. Oren para que jamás experimenten indiferencia o resignación en cuanto a los puntos doctrinales que en lo personal les resulten difíciles, sino más bien esfuércense por superarlos con fe en Cristo.

Recuerden que incluso un niño puede ser un defensor de Cristo en el patio de recreo escolar al dar un testimonio sencillo; que no tienen que ser eruditos del Evangelio para ser testigos de la verdad; que no tienen que tener todas las respuestas; que está bien decir a veces: “No lo sé” o “todavía no me han sido revelados plenamente estos misterios; por tanto, me refrenaré” (Alma 37:11). No “[avergonzarse] del evangelio de Cristo” (Romanos 1:16) es más que tan solo hacer caso omiso o soportar medias verdades y falsedades; ¡significa conocer y defender las doctrinas! Por consiguiente, si permanecemos en silencio, que no sea por temor, sino porque obedecemos un susurro del Espíritu (véase, por ejemplo, Alma 30:29).

Sean testigos bien dispuestos a actuar

Conforme sigan defendiendo el evangelio de Jesucristo, “fe, esperanza, caridad y amor, con la mira puesta únicamente en la gloria de Dios, [los] califican para la obra” (D. y C. 4:5). En este punto, vale recordar que Cristo fue manso pero nunca débil; que Él invitaba pero también reprendía, y que también dijo que “aquel que tiene el espíritu de contención no es mío” (3 Nefi 11:29).

A medida que el mundo inicuo sigue transgrediendo las normas morales y doctrinales de Dios, Cristo depende de hasta los más pequeños de los santos para que sean testigos vivientes de Su nombre.

El presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008) nos recordó que “no basta con tan solo ser buenos. Deben ser buenos para algo. Deben aportar lo bueno al mundo. El mundo tiene que ser un mejor lugar debido a la presencia de ustedes… En este mundo tan colmado de problemas, tan amenazado constantemente por retos oscuros y malignos, ustedes pueden y deben elevarse por encima de la mediocridad, por encima de la indiferencia. Pueden tomar parte y alzar en alto la voz a favor de lo que es correcto”8.

Si desean ser testigos del Evangelio restaurado, ¡únanse a las filas de un ejército de testigos de los últimos días al alumbrar con su luz! Que la forma en que viven el Evangelio y su defensa de dicho Evangelio sea un reflejo del grado de su conversión a Jesucristo.

Notas

  1. Thomas S. Monson, “Atrévete a lo correcto aunque solo estés”, Liahona, noviembre de 2011, pág. 60.

  2. Véase “The Road Not Taken”, The Poetry of Robert Frost, ed. por Edward Connery Lathem, 1969, pág. 105.

  3. Dallin H. Oaks, “Amar a los demás y vivir con las diferencias”, Liahona, noviembre de 2014, pág. 26.

  4. Thomas S. Monson, “Atrévete a lo correcto aunque solo estés”, pág. 67.

  5. Los ensayos que contiene Temas del Evangelio, que está en lds.org/topics?lang=spa&old=true, son de particular ayuda para contestar preguntas sobre la historia y la doctrina de la Iglesia.

  6. Richard G. Scott, “¡Él vive!”, Liahona, enero de 2000, pág. 106.

  7. Véase Neal A. Maxwell, “A pesar de nuestras flaquezas”, Liahona, febrero de 1977, pág. 5.

  8. Gordon B. Hinckley, “Stand Up for Truth” (devocional pronunciado en la Universidad Brigham Young, 17 de septiembre de 1996), pág. 2; cursiva agregada.