2004
La oración de David
agosto de 2004


La oración de David

“Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis” (Mateo 21:22).

Un relato de la vida del presidente David O. McKay (1873–1970), noveno Presidente de la Iglesia

El corazón de David latía fuertemente en su pecho, así que se sentó en la cama. La tenue luz de la luna brillaba por la ventana de su habitación, produciendo sombras grises en las paredes de la habitación. Sólo se oía el respirar profundo de su hermano Thomas, que estaba dormido.

Sólo había sido un sueño. Dos indígenas habían entrado en el jardín de su casa y en cuanto los vio, David se fue corriendo a casa para protegerse. Uno de ellos sacó una flecha de su aljaba y le disparó a David, hiriéndolo en la espalda. Entonces entraron en la casa, miraron a la madre de David con desprecio y la asustaron.

Aunque sólo había sido un sueño, parecía real. David se frotó la espalda donde la flecha lo había herido en el sueño. Había sentido el impacto.

A partir de entonces, David tuvo miedo por las noches. Los pensamientos de personas que trataban de hacer daño a su madre y a sus hermanos y hermanas menores eran algo muy real para él.

Cierto día, David vio a su padre preparando una mochila. “¿Por qué estás empacando, papá?”, preguntó David.

“Estaré con el ganado unos días”, respondió su padre. “No te preocupes; no tardaré, sólo los voy a llevar a pastos más frescos”.

“No quiero que te vayas”, dijo David.

“Todo va a estar bien”, le respondió su padre. “Volveré dentro de unos días”.

David observó con tristeza cómo su padre llevó la mochila hasta la entrada, donde estaba el caballo. Luego de despedirse de la familia, se fue a arrear el ganado. David se sentía mal por dentro. Trató de no preocuparse, con la esperanza de que todo estuviera bien, como había dicho su padre; pero al acercarse la noche, sus temores aumentaron.

Después de cenar, la familia estaba lista para irse a dormir. Una vez que se arrodillaron e hicieron sus oraciones, se acurrucaron bajo las frazadas para irse a dormir; pero David no podía dormir. El corazón le latía apresurado y la mente le daba vueltas. A través de la puerta entreabierta del cuarto vio a su madre que se retiraba a su dormitorio.

Su madre apagó la vela y se durmió, pero David aún no podía cerrar los ojos. Se imaginaba que oía ruidos alrededor de la casa. Su hermano Thomas dormía profundamente, pero el temor aumentaba en el corazón de David. ¿Qué podía hacer? Las lágrimas se deslizaron por su almohada. Tenía las palmas de las manos sudorosas y seguía oyendo ruidos alrededor de la casa.

David decidió orar como le habían enseñado sus padres. Estaba seguro de que el Señor lo ayudaría, pero tenía un problema: arrodillarse al lado de la cama. ¿Cómo podría dejar la seguridad de su cama para arrodillarse y orar? ¿Y si hubiera alguien escondido bajo la cama?

David sabía que la única forma en que podría dormir era si oraba al Señor y le pedía ayuda. Se bajó lentamente de la cama y se arrodilló. Le pidió al Señor que protegiera a su madre y a su familia. Todos los ruidos se desvanecieron y un sentimiento de calma llenó el corazón de David. Una voz le dijo claramente: “No temas. Nada te hará daño”. David sintió la dulce certeza de que estaría a salvo en cama por las noches.

Volvió a meterse bajo las mantas y se quedó dormido. Dejó de preocuparse por las noches y aunque había sido una prueba difícil para él salir de la cama y orar, lo había hecho como debía y el Señor respondió a su oración.

Adaptado de Conference Report, octubre de 1951, pág. 182.

Patricia Reece Roper es miembro del Barrio Leamington, Estaca Delta, Utah.

“El Señor no es alguien ausente y lejano. Es un padre amable, cuidadoso del bienestar de Sus hijos y dispuesto a oír y contestar sus súplicas”.

Presidente David O. McKay (1873–1970), en Conference Report, octubre de 1952, pág. 129.