2000–2009
”Y se multiplicará la paz de tus hijos”
Octubre 2000


”Y se multiplicará la paz de tus hijos”

”En lo que toca a su felicidad, en lo que toca a las cosas que les hacen sentirse orgullosos o ponerse tristes, nada, repito que nada, surtirá en ustedes un efecto tan profundo como la forma en que resulten ser sus hijos”.

Los jóvenes han recibido aquí, esta noche, consejos excelentes. Confío en que hayan escuchado bien y que influyan en sus vidas para bien.

He resuelto hablar a los padres de familia. Ustedes ya saben de qué voy a hablar. Sus esposas les habrán recordado que éste sería el tema que trataría en esta ocasión, puesto que se los dije en la conferencia de la Sociedad de Socorro hace dos semanas. Les diré a ustedes algunas de las mismas cosas que les dije a ellas. Les recuerdo que la repetición es una de las leyes del aprendizaje.

Éste es un asunto que tomo con gran seriedad. Es un asunto que me preocupa hondamente. Espero que no lo tomen con ligereza. Se relaciona con lo más valioso que tienen. En lo que toca a su felicidad, en lo que toca a las cosas que les hacen sentirse orgullosos o ponerse tristes, nada, repito que nada, surtirá en ustedes un efecto tan profundo como la forma en que resulten ser sus hijos.

O se alegrarán y se regocijarán por los logros de ellos o llorarán, con la cabeza entre las manos, desconsolados y deshechos de dolor si les llenan de desilusión y de vergüenza. Muchos de ustedes se encuentran en esta reunión con sus hijos, por lo que los felicito de corazón. También los felicito a ellos. Los unos y los otros están en la mejor compañía. Me siento muy orgulloso de muchísimos de nuestros jóvenes: muchachos y niñas. Son inteligentes. Tienen autodisciplina. Saben sopesar las consecuencias de los actos. Tienen la cabeza bien puesta. Esta noche se encuentran en el lugar en el que deben estar. Algunos forman parte de este coro; otros se encuentran entre congregaciones por todo el mundo; otros están en el campo misional; otros prosiguen estudios con gran esfuerzo, dejando a un lado placeres presentes con la mira de oportunidades futuras. Les admiro. Les amo. Y ustedes sienten lo mismo. Son nuestros hijos y nuestras hijas.

Espero, ruego, suplico que ellos continúen en el camino por el que ahora van.

Pero, es triste decirlo, sé que hay algunos jóvenes y algunas jóvenes que han caído y están cayendo en el pantano de la inmoralidad, de las drogas, de la pornografía y del fracaso. Espero que sean una minoría entre sus compañeros, pero la pérdida de tan sólo uno de ellos es demasiado.

Padres, ustedes y las madres de esos jóvenes tienen una responsabilidad de la que no pueden librarse. Ustedes son los padres de sus hijos. La estructura genética de ustedes está grabada para siempre en los códigos genéticos de ellos.

Podrán negar que son de ustedes; podrán abandonarlos; pero nunca podrán arrancarlos de su mente. Ustedes son sus padres y no pueden desprenderse de las consecuencias de ese hecho.

Mientras estamos en esta reunión, algunos de ellos --soy consciente de ello-- andan dando vueltas por la ciudad en sus vehículos. Ellos o sus amigos tienen coche para conducir. En muchos casos, sus padres se los han comprado, les han entregado las llaves y les han dicho que se diviertan.

Ellos quieren hacer algo emocionante y consideran que no satisfacen ese deseo con entretenimientos sanos. Andan dando tumbos, buscando hacer algo que les haga sentirse machos.

Un amigo policía me contó hace poco de dos muchachos que llevó en el asiento de atrás del coche de policía, con esposas en las muñecas. Habían comenzado inocentemente la noche. Cuatro de ellos en un automóvil salieron a buscar camorra y la encontraron. Se metieron en una pelea, llegó la policía; los muchachos fueron detenidos y esposados.

Esos eran jóvenes buenos; no eran del tipo de los que van periódicamente a la cárcel. La madre de uno de ellos le había dicho antes de que saliera él de casa: ”Cosas malas ocurren después de las once de la noche”.

Él chico aprendió rápidamente el significado de esas palabras. Se sentía abochornado, avergonzado de enfrentar a su madre.

Conté a la Sociedad de Socorro de las fiestas secretas y clandestinas de drogas a las que dan el nombre de ”Rave”. Allí, con luces relampagueantes y música estruendosa, si se la puede llamar así, jóvenes de ambos sexos bailan. Venden y compran drogas. A las drogas las llaman éxtasis, las cuales son derivados de metanfetaminas. Los que bailan llevan chupetes (o chupones) de niño debido a que las drogas les hacen rechinar los dientes. La música febril y el baile voluptuoso siguen hasta las siete y treinta de la mañana del domingo. ¿Adónde lleva todo eso? A ninguna parte. Es un callejón sin salida.

Ahora han adoptado otra práctica en la búsqueda de algo nuevo, diferente y más peligroso. Intentan estrangularse unos a otros. Los muchachos les oprimen el cuello a las chicas hasta que éstas pierden el conocimiento. El otro día, en una de las escuelas locales, a una chica que tiene un problema de salud le apretaron el cuello hasta que perdió el sentido. Sólo la pronta atención médica le salvó la vida.

¿Se dan cuenta los muchachos que toman parte en esas prácticas absurdas del hecho de que esa broma los puede llevar a una acusación de homicidio? De ocurrir eso, arruinarían su vida para siempre.

Si quieren hurgar la pornografía, pueden hacerlo muy fácilmente. Levantan el teléfono y marcan un número que conocen. Encienden la computadora y se deleitan en la indecencia del ciberespacio.

Me temo que esto esté ocurriendo en el hogar de algunos de ustedes. Es malsano. Es lujurioso e inmundo. Es tentador y crea hábito. Llevará a un joven o a una joven directo a la destrucción, no les quepa la menor duda. Es abyecta sordidez que enriquece a los que lo explotan y empobrece a sus víctimas.

Lamento decir que muchos de los mismísimos padres de familia se dejan atraer por el señuelo de los que venden indecencias. Algunos de ellos también buscan en Internet lo que es lujurioso y lascivo. Si hay hombre alguno que me esté oyendo y que esté mezclado en esto, o que se esté dirigiendo en ese rumbo, le suplico que saque eso de su vida. Aléjense de eso y manténganse alejados. Si no se alejan se les convertirá en una obsesión; destruirá su vida de hogar; destruirá su matrimonio; quitará lo bueno y lo hermoso de su relación familiar y reemplazará éstos con fealdad y desconfianza.

A ustedes, los hombres jóvenes y a las jovencitas que son sus compañeras, les imploro que no se ensucien la mente con esas cosas horribles y depravadas. Tienen por objeto estimularles la curiosidad, atraparlos en su trampa. Les quitarán la hermosura de su vida. Los conducirán a lo tenebroso y repugnante.

Un artículo publicado hace poco en una revista contiene el relato de una niña de doce años que se envició con Internet. Por medio de ésta conoció a un admirador. Tratando de uno y otro tema, llegaron a hablar explícitamente de asuntos sexuales. Cuando conversaba con él, la chica pensaba que su interlocutor era un muchacho de la edad de ella.

Cuando lo conoció personalmente, vio que era ”un hombre alto, grueso y de cabello canoso”. Era un perverso depredador, un maquinador pederasta. La madre de la jovencita, con la ayuda del FBI, la salvó de lo que hubiese podido ser una de las peores tragedias. (Readers’ Digest, enero de 2000, págs. 101:104.)

Nuestros jóvenes hallan esas tentadoras cosas por todos lados, porlo que necesitan la ayuda de sus padres para oponerles resistencia. Necesitan tener un potente autodominio y contar con la fortaleza de amigos buenos. Necesitan que la oración los fortifique para hacer frente a esa marejada de indecencia.

El problema de la guía de los padres a los hijos no es nuevo, pero es quizás más grave de lo que lo ha sido hasta ahora aunque cada generación se ha encarado con un aspecto de él.

En 1833, el Señor mismo reprendió a José Smith y a sus consejeros y al Obispo Presidente. Al profeta José Smith, con palabras claras e inequívocas, dijo lo que había dicho a otros: ”No has guardado los mandamientos, y debes ser reprendido ante el Señor;

”es necesario que los de tu familia se arrepientan y abandonen algunas cosas, y que atiendan con mayor diligencia a tus palabras, o serán quitados de su lugar” (D. y C. 93:47:48).

A qué se debieron expresamente esas reprensiones, no lo sé. Pero sí sé que la situación era seria y que el futuro de ésta estaba cargado de suficiente peligro para que el Señor mismo hablara con claridad y amonestación.

Pienso que del mismo modo él nos habla a nosotros con claridad y amonestación. El corazón se me enternece por aquellos de nuestros jóvenes que en muchos casos deben recorrer un camino solitario por la vida. Ellos se encuentran en medio de esos males. Espero que puedan compartir sus problemas con ustedes, sus padres y sus madres. Confío en que ustedes los escuchen, que sean pacientes y comprensivos, que los acerquen a ustedes y los consuelen y los apoyen en su soledad. Oren para pedir orientación, para pedir paciencia. Oren y supliquen tener la fortaleza necesaria para querer[los] aunque la infracción haya sido grave. Oren para pedir entendimiento y bondad, y, sobre todo, sabiduría e inspiración.

Creo que ésta es la época más maravillosa de toda la historia del mundo. Por alguna razón se nos ha permitido salir a escena en este tiempo del auge del conocimiento. ¡Qué tragedia, qué funesto y terrible es ver a un hijo o a una hija con quien tanto se ha contado recorrer el tortuoso camino que conduce al infierno. Por otro lado, qué magnífico y hermoso es ver al hijo o hija de sus sueños andar con la cabeza en alto, sin ningún temor y con confianza, aprovechando las excelentes oportunidades que se le presentan. Isaías dijo: ”Y todos tus hijos serán enseñados por Jehová; y se multiplicará la paz de tus hijos” (Isaías 54:13).

Guíen a sus hijos e hijas, dirijan sus pasos desde que sean muy pequeños, enséñenles las vías del Señor de tal manera que la paz sea la compañera de ellos a lo largo de sus vidas.

Mencioné a las hermanas de la Sociedad de Socorro varias cosas específicas que deben enseñar a sus hijos e hijas. Las repetiré brevemente, quizás con diferentes palabras.

La primera es animarlos a cultivar buenas amistades. Todo joven y toda joven anhela tener amigos. Ninguno desea andar solo. La calidez, el consuelo y la camaradería de un amigo significa todo para un joven y para una joven. Esa persona amiga puede ser una influencia para bien o para mal. Las pandillas callejeras que son tan brutales son un ejemplo de amistades que se han vuelto malas. A la inversa, el trato mutuo de los jóvenes en la Iglesia y en la escuela con los de su propio medio les servirá de incentivo para que les vaya bien y sobresalgan en sus empeños. Abran las puertas de sus hogares a los amigos de sus hijos. Si resulta que tienen muy buen apetito, háganse los desentendidos y déjenlos comer. Hagan de los amigos de sus hijos los amigos de ustedes.

Enséñenles la importancia de la instrucción académica. El Señor ha dado a los de este pueblo la responsabilidad de formar el intelecto a fin de que se preparen bien para desempeñar su función en la sociedad de la cual formarán parte. La Iglesia será bendecida por motivo de la distinción de ellos. Además serán recompensados con creces por el esfuerzo que hagan.

El otro día leí lo siguiente en un artículo que recorté: ”La información del último censo indicaba que el salario anual de una persona sin título y sin licenciatura de enseñanza secundaria había sido de poco más de US$16.000 a escala nacional en 1997. El de una persona con licencia secundaria no era mucho más alto: US$22.895 como ingreso promedio anual. Pero a medida que el nivel de instrucción aumentaba, también se incrementaba la diferencia del sueldo. Para la persona con licenciatura universitaria, el ingreso promedio fue de US$40.478 ese año. Por último, para las personas que tenían títulos universitarios más avanzados el ingreso anual subía más de US$20.000, llegando a un promedio de US$63.229 al año, según las cifras del censo” (Nicole A. Bonham, ”Does an Advanced Degree Pay Off?”, Utah Business, septiembre de 2000, pág. 37).

Enseñen a sus hijos a respetar su cuerpo. Enséñenles que el cuerpo es la creación del Todopoderoso. ¡Qué cosa milagrosa, magnífica y hermosa es el cuerpo humano!

Como se ha dicho aquí esta noche, Pablo, en su epístola a los corintios dijo: ”¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?

”Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es” (1 Corintios 3:16:17).

Ahora impera la manía de hacerse tatuajes en el cuerpo. No me es posible comprender por qué un joven o una joven desearía someterse al doloroso procedimiento de desfigurarse la piel con diversas y multicolores representaciones de personas, animales y otros símbolos. Con los tatuajes el proceso es permanente, excepto que la persona se someta a otro procedimiento doloroso y costoso para quitárselo. Padres de familia, adviertan a sus hijos que no se hagan tatuajes en el cuerpo. Puede ser que ahora les opongan resistencia, pero llegará el tiempo en que les darán las gracias. Un tatuaje es graffiti en el templo del cuerpo.

Por el estilo es el perforarse el cuerpo para colgarse múltiples aretes en las orejas, en la nariz e incluso en la lengua. ¿Es posible que consideren que eso es bonito?Es una fantasía pasajera, cuyos efectos son permanentes. Algunoshan llegado a tales extremos que han tenido que quitarles los aretes quirúrgicamente. La Primera Presidencia y el Quórum de los Doce hemos declarado que nos oponemos a los tatuajes y también ”a las perforaciones del cuerpo que no sean para fines médicos”. No obstante, no hemos adoptado ninguna postura con respecto ”a las perforaciones mínimas que se hacen las mujeres en las orejas para usar un par de aretes”… un par.

Enséñenles a evitar las drogas ilegales. De ello se ha hablado de manera elocuente. Ya he hablado de las drogas que llaman éxtasis. ¿Desean que sus hijos tengan la paz de la que habló Isaías? Ellos no tendrán paz si se involucran con las drogas. Esas sustancias ilegales les quitarán el autodominio y se apoderarán de ellos de tal forma que llegarán al punto de hacer cualquier cosa, dentro o fuera de los márgenes de la ley, para conseguir otra dosis.

Enséñenles la virtud de la honradez. No hay sustituto debajo del cielo para el hombre o la mujer, el joven a la joven que son honrados. No hay palabras falsas que ensucien su reputación. Ningún acto de engaño contamina su conciencia. Él o ella pueden andar con la cabeza en alto, manteniéndose por encima de la multitud de personas inferiores que de continuo se complacen en mentir y engañar, y que se disculpan con la excusa de que el mentir un poco no le hace daño a nadie. Sí hace daño, porque las pequeñas mentiras llevan a mentiras más grandes, y las cárceles del país son la mejor prueba de ese hecho.

Enséñenles a ser virtuosos. No se puede tener paz mediante la impureza sexual. Nuestro Padre Celestial puso en nosotros deseos que nos hacen atractivos los unos a los otros: los jóvenes y las jóvenes, los hombres y las mujeres. Pero aunada a ese impulso debe estar la autodisciplina, rígida, firme y férrea.

Enséñenles a esperar con anhelo el día en que se casen en la Casa del Señor, como los que llegan al altar limpios de manchas o de maldades de cualquier clase. Se sentirán agradecidos todos los días de su vida de haberse casado en el templo, dignamente, bajo la autoridad del santo sacerdocio.

Entre paréntesis, vaya una palabra a ustedes, los hombres.

Vigilen los sentimientos que puedan experimentar a fin de que no se enreden en situaciones que conducirán al pesar, al remordimiento y, finalmente, al divorcio. El divorcio se ha vuelto común a todo nuestro alrededor. Hay tantos que violan los convenios solemnes que han hecho ante Dios en Su Santa Casa.

Brigham Young dijo en una ocasión: ”Una vez que se casen, en lugar de intentar librarse el uno del otro, reflexionen en que han tomado una decisión y esfuércense por honrarla y conservarla. No manifiesten que han actuado con imprudencia, ni digan que han tomado una mala decisión, ni permitan que nadie piense que lo han hecho. Ustedes han tomado una decisión: apéguense a ella y esfuércense por consolarse y ayudarse el uno al otro” (Deseret News, 29 de mayo de 1861, pág. 98).

Un divorcio, después de que todo se ha dicho y hecho, representa el fracaso de un matrimonio.

Tantísimos hombres se convierten en críticos crónicos. Si tan sólo buscaran las virtudes de su esposa en lugar de concentrarse tan sólo en sus defectos, el amor florecería y el hogar estaría seguro.

Enseñen a sus hijos a orar. No hay ningún otro recurso que se compare a la oración. Pensar que cada uno de nosotros puede acudir a nuestro Padre Celestial, que es el gran Dios del universo, para pedirle ayuda, guía y fe es un milagro en sí. Venimos a él porque él nos ha invitado a hacerlo. No rechacemos la oportunidad que él nos ha dado.

Dios los bendiga, amados padres de familia. Que él los bendiga con sabiduría y discernimiento, con comprensión, con autodisciplina y autodominio, con fe, con bondad y amor. Y ruego que él bendiga a sus hijos e hijas que han llegado a sus hogares, para que su influencia sea robustecedora, fortalecedora y orientadora al andar ellos por los peligrosos caminos de la vida. Que al pasar los años, y pasarán muy rápidamente, ruego que ustedes conozcan ”la paz que sobrepasa todo entendimiento” (Filipenses 4:7) al contemplar a sus hijos y a sus hijas, quienes, del mismo modo habrán conocido esa sagrada y maravillosa paz. Ésa es mi humilde oración, en el nombre del Señor Jesucristo. Amén.