2000–2009
En busca del Espíritu de Dios
Octubre 2000


En busca del Espíritu de Dios

”Al familiarizarnos más con el Santo Espíritu, nuestra vida se hace más refinada. Lo impuro y lo vano no nos llama la atención”.

En Italia hay una escultura majestuosa de Moisés que tiene una rajadura en una de las rodillas. Un guía turístico podría decir que Miguel Ángel, al ver la obra de arte, arrojó un cincel a la escultura y exclamó con desdén: ”¿Por qué no habla?”.

A diferencia de la piedra inanimada, la verdadera Iglesia de Jesucristo está llena de vida. La voz, el Espíritu, y el poder de Dios se encuentran en nuestros servicios de adoración, o doquiera se administren las ordenanzas del Santo Sacerdocio.

Elías el Profeta dijo a Eliseo: ”Pide lo que quieras que haga por ti”. Eliseo dijo: ”Te ruego que una doble porción de tu espíritu sea sobre mí”1. No pudo haber pedido nada que fuera de más valor.

El Élder Joseph Fielding Smith ha escrito: ”El Espíritu de Dios al hablar al espíritu del hombre tiene poder para impartir la verdad… A través del Espíritu Santo la verdad se entrelaza en cada fibra y en cada nervio del cuerpo con objeto de no ser olvidado2”.

Por medio de nuestra confirmación como miembros de la Iglesia se nos abre la puerta para buscar esa investidura celestial; ésa debe ser una búsqueda urgente y de toda la vida.

Al familiarizarnos más con el Santo Espíritu, nuestra vida se hace más refinada. Lo impuro y lo vano no nos llama la atención. El desarrollo de la espiritualidad es lo que nos separa del mundo secular.

Un hombre al que le importan las cosas espirituales observa la belleza del mundo que le rodea. Al organizar la tierra, el Señor vio que ”era buena”, cosa que repitió varias veces3. A nuestro Padre Celestial le place cuando nosotros también hacemos una pausa para admirar la belleza de nuestro medio ambiente, lo que haremos de manera natural al volvernos más espiritualmente sensibles. El ser conscientes de la música grandiosa, de la literatura y del arte sublime, es a menudo el producto natural de la madurez espiritual. En una alusión poética a la manifestación visible que tuvo Moisés de la divinidad y de la zarza ardiente, Elizabeth Barrett Browning escribió: ”La tierra está repleta de las cosas del cielo, y toda zarza común arde con el conocimiento de Dios; pero sólo el que ve se quita el calzado de sus pies”4.

Al procurar el Espíritu, nuestra lectura de las Escrituras se vuelve más reflexiva; volvemos a descubrir la virtud de la lectura lenta. Leemos más en voz alta, como se supone que se deben leer las Escrituras. Brigham Young dijo: ”Todo lo que tengo que hacer es conservar mi espíritu, mis sentimientos y mi conciencia como si fuera una hoja de papel en blanco y dejar que el Espíritu y el poder de Dios escriban en ella lo que les plazca. Cuando él escriba yo leeré; pero si leo antes de que él escriba, es muy probable que me equivoque.5

Como una evidencia de mayor espiritualidad, nos volvemos más selectivos en lo que leemos. J. Reuben Clark dijo: ”La regla por la que hoy me rijo es ésta: no leer nada que no valga la pena recordar”6. Thomas Jefferson siempre leía algo ennoblecedor antes de irse a dormir ”a fin de cavilar en ello” durante los intervalos de sueño7.

Otro fruto de la madurez espiritual es mejorar en cuanto a la oración. Hace más de treinta años, el presidente Kimball me llamó a servir como presidente de estaca. Al concluir ese largo fin de semana de conferencia le pregunté si tenía un consejo para mí y me contestó: ”Vaya y enseñe a los Santos de los Últimos Días a orar. Como pueblo, no debemos olvidar cómo comunicarnos con nuestro Padre Celestial. Eso es todo”. La mayoría de las enseñanzas profundas e importantes de la Iglesia son sencillas.

Los que se han propuesto lograr la compañía constante del Santo Espíritu despertarán en la vida venidera como gigantes espirituales, en comparación con el estado infantil de otras personas que han vivido sin Dios en este mundo.

Una de las personas espiritualmente avanzadas era el presidente Joseph F. Smith. Un miembro de los Doce dijo de él: ”Espiritualmente, él era el hombre más altruista que jamás he conocido. Estuve en el Tabernáculo donde el presidente Smith bendijo a los Santos de los Últimos Días. Los bendijo durante veinte minutos, y durante ese tiempo no hubo ojo que no derramara lágrimas en el Tabernáculo”8.

El obispo Charles W. Nibley dijo, al fallecer Joseph F. Smith: ”Nunca hubo otro hombre que hasta la última fibra de su ser fuera tan moral, casto y virtuoso que él. Se oponía a toda forma o pensamiento inmoral y era inamovible como una montaña… Como predicador de la rectitud, ¿quién se le podía comparar? Él era el más elocuente que jamás había escuchado: fuerte, poderoso, claro, atrayente. Era maravilloso ver cómo fluían de él las palabras de luz viviente y fuego… Cuando el corazón del presidente Smith se ponía a tono con las melodías celestiales, él podía oír y sí que oía”9.

Otra persona que desarrolló ese gran talento de la espiritualidad fue el presidente David O. McKay, lo que causó que el Élder Bryant S. Hinckley escribiera: ”David O. McKay ha hecho muchas cosas buenas y ha dicho muchas cosas hermosas, pero, de alguna manera, él es superior a todo lo que ha dicho y hecho”10.

La gran batalla de nuestro estado preterrenal fue la lucha por nuestra alma individual. Es la misma batalla que se lidia aquí, que es llegar a ser seres espirituales supremos. El presidente McKay dijo: ”La espiritualidad es el concientizarse de que uno se ha vencido a sí mismo”11. Es tener el conocimiento seguro de que estamos ganando la lucha por el alma: la sensualidad es el reino de los excesos; la espiritualidad es el reino de la victoria personal.

En una clase de la Iglesia, el instructor preguntó qué consejo le daríamos a nuestros hijos en los momentos finales de la vida y contesté: ”Primero, guarden sus convenios, Dios guarda los Suyos. Encerrará más significado el estar ante su Padre Celestial e informar: ’Estoy en casa; soy puro; he hecho todo lo que convenido hacer’ ”.

Segundo, busquen el Espíritu de Dios. Las Escrituras imploran: ”No apaguéis al Espíritu”12. ”No contristéis al Espíritu”13. Él no vendrá a mentes o a corazones impuros. Él viene calladamente y sin dramatismo. Un oído que oye puede oír el tenue susurro de un ala. Si no oímos, se retirará.

Testifico que las obras del Espíritu son reales y se hallan en esta Iglesia. También testifico de Cristo, el Redentor, y de la obra que él ha instituido en esta dispensación. En el nombre de Jesucristo. Amén.

  1. 2 Reyes 2:9.

  2. ”The Sin against the Holy Ghost”, Instructor, octubre de 1935, pág. 431.

  3. Génesis 1:4, 31.

  4. En John Bartlett, Favorite Quotations, Libro vi, 1937, pág. 431.

  5. Deseret News Weekly, 19 de abril de 18871, pág. 125.

  6. Citado por Joseph L. Wirthlin, en General Conference Report, abril de 1947, pág. 85.

  7. J. G. de Roulhac Hamilton, The Best Letters of Thomas Jefferson, 1926, pág. 227.

  8. Conversación personal con el Élder Le Grand Richards, el 1º de julio de 1978.

  9. Joseph F. Smith, Gospel Doctrine, 1939, págs. 522-524.

  10. ”Greatness in Men: David O. McKay,” Improvement Era, mayo de 1932, pág. 446.

  11. Gospel Ideals, 1953, pág. 390.

  12. 1 Tesalonicenses 5:19.

  13. Efesios 4:30.