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Jeremías 37–44: Babilonia conquista a Judá


Jeremías 37–44

Babilonia conquista a Judá

Los capítulos 37–44 de Jeremías son, en su mayor parte, históricos. Esta sección relata brevemente la historia de Jeremías durante el tiempo en que Babilonia destruyó a Judá y llevó cautiva a mucha gente.

En Jeremías 37 se cuenta que el ejército egipcio marchó hacia Judá cuando los babilonios (llamados “caldeos” en partes de estos capítulos) se dedicaban a la conquista de Judá. Al oír los babilonios que los egipcios se acercaban, se fueron por un tiempo; esto hizo que Judá tuviese la esperanza falsa de que Egipto lo salvaría, pero Jeremías dijo a Sedequías que eso no iba a suceder. Por motivo de esa profecía, el rey mandó poner a Jeremías en una cisterna (pozo o depósito de agua). Más adelante permitió que lo sacaran de allí, pero todavía lo dejó en la cárcel.

En Jeremías 38 se relata que los líderes de Jerusalén pensaban que podrían resistir a los babilonios y no les gustaba el continuo consejo de Jeremías de que se sometieran a ser llevados a Babilonia, que sería para su bien; consideraban que el mensaje era particularmente dañino para la moral de los soldados, por lo que hicieron meter a Jeremías en una cisterna peor que la anterior. Un eunuco etíope llamado Ebed-melec hizo que lo sacaran de la cisterna y Jeremías fue una vez más a hablar con el rey Sedequías, repitiéndole que si era obediente, no recibiría ningún daño. Pero el rey no siguió el consejo.

En Jeremías 39 se relata la destrucción de Jerusalén, la captura del rey Sedequías, el asesinato de sus hijos en su presencia y la tortura a que lo sometieron a él cuando los babilonios le sacaron los ojos. Por el Libro de Mormón sabemos que uno de sus hijos se salvó [Mulek] y viajó al hemisferio occidental con el grupo que lo había salvado; en el Libro de Mormón se les conoce como el pueblo de Zarahemla (véase Omni 1:14–19; Helamán 8:21). Los babilonios trataron bien a Jeremías. Al final del capítulo 39, dice que el Señor prometió bendecir a Ebed-melec por su bondad hacia Jeremías.

En el capítulo 40 se relata que los babilonios dejaron a Jeremías en completa libertad, dándole la idea de que fuera a vivir con Gedalías, a quien habían puesto por gobernante de esa tierra, y Jeremías así lo hizo. Los judíos de tierras circunvecinas empezaron a congregarse en Mizpa, donde vivía Gedalías. Un hombre que se llamaba Johanán se enteró de que había unos judíos que planeaban matar a Gedalías, pero éste no le permitió hacer nada para desbaratar el plan.

En Jeremías 41 se relata la forma en que un hombre llamado Ismael mató a Gedalías y él y sus hombres mataron también a todos los que estaban con Gedalías, tanto judíos como babilonios. Johanán organizó un grupo de hombres de guerra y atacó a los hombres de Ismael, matando a muchos, tomando prisioneros a otros y liberando a los que habían capturado en el ataque a Gedalías. Preocupados por la reacción que podrían tener los babilonios ante lo que los judíos habían hecho, todos los judíos se fueron de Mizpa a un lugar cercano a Belén que se llamaba Gerut-quimam, pues pensaban pasarse desde allí a Egipto para ponerse a salvo.

En el capítulo 42 se menciona a Jeremías entre los que se fueron a vivir a Gerut-quimam. Johanán fue a hablar con él y le pidió que preguntara al Señor acerca de los planes que tenían de irse a Egipto, prometiendo que harían cualquier cosa que el Señor les dijera. Jeremías les comunicó que no debían ir a Egipto, asegurándoles que si se quedaban en la tierra de Judá, el Señor los protegería, pero que si se iban a Egipto, morirían allá por la espada, por hambre o por algún otro tipo de desastre.

En Jeremías 43 se relata que Johanán y los otros líderes orgullosos del grupo de judíos no creyeron en el consejo de Jeremías y se fueron a Egipto de todos modos, llevándolo a él prisionero. Cuando llegaron, Jeremías les profetizó que Nabucodonosor, rey de Babilonia, iba a conquistar a Egipto también.

En el capítulo 44 de Jeremías leemos que éste les dijo a los judíos que serían destruidos en Egipto por continuar practicando la adoración de ídolos y por no haber obedecido al Señor, y que sólo unos pocos quedarían con vida y volverían a Judá como testigos de que la palabra del Señor se había cumplido. Esa profecía se cumplió también con otro grupo de judíos que podían haber recibido bendiciones del Señor si hubieran obedecido a Su profeta; pero, en cambio, confiaron en su propio juicio.