Voces de Miembros
“Entender las promesas de mi bendición patriarcal”
Valoro mucho la bendición patriarcal y sé que es inspirada por Dios. Hace un tiempo, cuando leía mi bendición patriarcal, sentía que hablaban de otra persona, que no era yo, pues mencionaba muchas bendiciones y situaciones ajenas a la mía, lo que me hacía sentir muy triste y me llevó a reflexionar en las decisiones que tomé en mi vida desde que recibí mi bendición patriarcal a los 19 años. Pensaba: ¿cuál fue el error?, ¿qué hice mal? Yo procuré ser guiada por el Espíritu. Al no entender, decidí no leer más mi bendición y la guardé; y me daba miedo tomarla. Aún le tengo miedo a las palabras que están escritas, pero no puedo negar que son las palabras de Dios para mí, que soy Su hija, aunque yo no las entienda.
Los mensajes de la conferencia general pasada me hicieron meditar en cuanto a mi actitud con respecto a mi bendición patriarcal. Como dijo uno de los discursantes, no encontraremos nuevas palabras, pero nuestras circunstancias son distintas y si buscamos adecuadamente la guía del Espíritu Santo, será una guía, será consuelo, será una fuente de mayor conocimiento. Debemos entender que las promesas escritas en la bendición no siempre se cumplirán en esta vida. Después de oír esos mensajes, tomé mi bendición y la volví a leer. Aún no entiendo sus palabras y siento que no habla de mí, pero tengo el desafío de leerlo a menudo y buscar con más fervor la guía del Espíritu Santo.
Otra lección que aprendí de la última conferencia general tiene relación con el mensaje de nuestro profeta, Russell M. Nelson, del domingo por la mañana. Mi familia está pasando por desafíos, en especial con mis dos hijos adolescentes que quieren cuestionar las reglas de casa y aun las de Dios; y como ellos son hijos del convenio, yo, como madre, intento hacer cumplir las normas y reglas de casa imponiendo autoridad con rigurosidad, lo que causa rebelión, resistencia y muchas fricciones entre los miembros de la familia. Las palabras: “Los arrebatos de ira en el hogar, la ira nunca persuade”1, me identificaron y me llamaron a la reflexión, me motivaron al arrepentimiento; tengo que replantear mi forma de tratar a mis hijos para motivarlos a entender lo que Dios espera de ellos. Ahora hago eco de estas palabras: “[Los] verdaderos discípulos [de Cristo] edifican, elevan, alientan, persuaden e inspiran… son pacificadores.…
“… ¡la manera en que nos tratamos en verdad importa!…
“La caridad es un antídoto a la contención”2. Es mi meta mejorar el trato en mi hogar y ser una verdadera discípula de Cristo; eso nos pidió el profeta, que examinemos nuestro discipulado en la forma de tratar a los demás3. Sé que Dios vive y nos ama, estoy agradecida a Él por su amor y paciencia.