2021
El Milagro de Yamil
Octubre de 2021


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El Milagro de Yamil

Una oración contestada

Había pasado casi un mes desde que la vida de Yamil dio un giro que jamás habría imaginado y que jamás podrá olvidar. Cuando su mamá cayó enferma, ante la sospecha de haber contraído el virus COVID-19, mandó a su padre, el abuelito de Yamil, quien vivía con ellos, a vivir con una tía para evitar ser contagiado. Además, debido a las restricciones de la cuarentena que regían en las provincias y en la ciudad, el padre de Yamil no pudo retornar del campo, lugar donde estaba trabajando.

Fue así que, con tan solo trece años de edad, Yamil quedó a cargo de su familia: su mamá y sus cuatro hermanitos de once, ocho, cinco y tres años. Desde los primeros síntomas, la madre de Yamil se aisló de sus hijos. Y quizás esto fue lo más difícil para todos, en especial para los más pequeños que deseaban poder ver y abrazar a su mamá.

Los días fueron pasando y, pese a todos los esfuerzos de Yamil y sus hermanitos, vieron cómo la salud de su mamá se fue deteriorando cada día; efectivamente, era COVID-19. Los niños llamaron a los números de emergencia, pero la atención médica nunca llegó. Entonces, movido por aquella singular fe que poseen los niños, Yamil juntó a sus hermanos, se arrodillaron y oraron por ayuda.

De pronto, un mensaje llegó al celular de la casa, uno en el que aparecía el número de un doctor. Esta vez, sí hubo una respuesta.

Un mensaje atendido

El doctor Max Vino, cirujano de profesión y miembro de la Iglesia, empezó a atender vía telefónica y de manera gratuita a los miembros de su barrio. Al poco tiempo, la atención se extendió a varias estacas de diferentes departamentos del país y también a no miembros de la Iglesia.

El 22 de junio del 2020, mientras realizaba su jornada de atenciones, le llegó un mensaje que dio inicio a una experiencia que guardaría por siempre en su corazón. La solicitud de ayuda era de un niño que clamaba por su mamá enferma. El doctor Vino contestó de inmediato y empezó a conversar con el niño, era Yamil. Pronto, se dio cuenta de la situación de la familia: además de la enfermedad, los niños no contaban con recursos para los medicamentos ni víveres.

Durante la semana que siguió, el “amigo doctor”, como lo llamó Yamil, fue a casa de los niños a dejarles comida y medicamentos. Además, estuvo en constante contacto a través de chats, llamadas y audios, para monitorear la evolución de su paciente y la de los niños. Gracias a estos cuidados y la bendición de Dios, la mamá de Yamil empezó a mejorar hasta que, por fin, pudo abrazar nuevamente a sus hijitos.

La fe precede al milagro

La historia de Yamil pone en evidencia la Escritura en la que se nos dice que la fe precede al milagro. Cuando el doctor quiso saber cómo es que Yamil había obtenido su número, él le contesto: “Dios escucha a los niños cuando oramos de corazón”. Y así fue, nuestro Padre Celestial estuvo pendiente de las necesidades de sus pequeños en todo momento. Fue Él quien puso ángeles alrededor de Yamil para contestar sus oraciones. Pues, como dijo el élder Godoy, “Él sabe quiénes necesitan ayuda angelical y los pondrá en nuestro camino”. La persona que envió el número, el doctor Vino, y Yamil mismo, fueron ángeles para su mamá y sus hermanitos.

El hermano Max Vino es miembro del Barrio El Remanso, Estaca Viru Viru, Santa Cruz, Bolivia. Durante el primer brote de la pandemia, atendió a alrededor de 3000 personas de varios departamentos del país, y fuera de este, ya que atendió a pacientes de Ecuador, Brasil, Perú y Argentina. Hubo días en los que empezó a atender a las 7 am y otros, que la atención se prolongó hasta las 2:30 am.

El doctor destacó que nada de aquello hubiese sido posible sin la ayuda entrañable de su amada esposa, Fátima, quien es además Licenciada en Enfermería y quien también estuvo en primera fila en este servicio. Adicionalmente a las consultas gratuitas, el matrimonio Vino realizó diversas charlas informativas sobre la COVID-19 vía Zoom y otras plataformas.

Junto a él, varios médicos voluntarios, miembros de la Iglesia, se unieron y lograron atender a aproximadamente 6000 pacientes en total.

“Muchas veces sufrí junto con los pacientes, y algunas veces derramé lágrimas, como en el caso de estos niños. Sin embargo, pude sentir más de una vez que Dios es el que nos cuida. Eso me dio mucha tranquilidad. Estamos de paso por esta vida y es un honor para mí ser un instrumento en las manos del Señor”. —Dr. Max Vino Plata