2021
Fe, esperanza y caridad = Felicidad
Octubre de 2021


Mensaje de los líderes del Área

Fe, esperanza y caridad = Felicidad

Las tres patas del taburete de la felicidad tendrían que ser las virtudes compañeras de las Escrituras: la fe, la esperanza y la caridad. ¿Por qué? ¡Probablemente porque las tres están centradas en Jesucristo! Y también porque “el gozo que sentimos tiene poco que ver con las circunstancias de nuestra vida, y tiene todo que ver con el enfoque de nuestra vida”1. Cuando Jesucristo es el centro de nuestra vida, pase lo que pase, ¡hay felicidad y gozo!

El mundo considera que estas tres virtudes son fantasiosas, inmateriales y débiles. El Señor las considera seguras, habilitadoras y poderosas. Ciertamente, no hay nada frágil, fugaz ni efímero en ellas.

  • La fe de las Escrituras no es una confianza inestable y sin propósito en que las cosas quizás salgan bien esta vez. Más bien, es la fe en el Señor Jesucristo2, la certeza apacible de que, por muy peligrosos que sean los mares que surquemos, si los surcamos con Él, Su gracia será suficiente todas las veces.

  • Del mismo modo, la esperanza del Evangelio no es una esperanza mundana, centrada en porvenires deseados e inciertos. No es un deseo desesperado al que recurrimos cuando nuestro equipo deportivo favorito ha perdido su último partido y solamente podemos ganar el campeonato si su competidor directo pierde su partido siguiente. No, la esperanza del Evangelio es “esperanza en Cristo”3 y se centra en las promesas eternas recibidas y en la certeza de su realidad futura por medio de Jesucristo: así, la esperanza del Evangelio nos invita a actuar de manera continua, deliberada y eficaz. No se trata de cruzar los dedos cuando ninguna otra acción por nuestra parte pueda conseguir el resultado deseado: se trata de cruzar los brazos para orar y arremangarse para actuar. La esperanza en Cristo hace a los hombres “seguros y firmes, abundando siempre en buenas obras”4.

  • Por último, la caridad no es una capacidad abstracta de sentir la aceptación etérea de cualquiera, sino que es “amor”5, sí, “el amor puro de Cristo”6, el tipo de amor que Él siente por todos. Es el don transformador que recibimos cuando nuestras “entrañas se llen[a]n de caridad para con todos los hombres”7, a diferencia del hombre que dijo: “Oh, ¡amo a la humanidad! Los problemas los tengo con las personas…”.

Ya que estas virtudes están plenamente centradas en Cristo y orientadas a la acción, generan poder en nuestra vida. El amor es la virtud suprema de las tres y el signo visible de nuestro discipulado8; pero las tres nos unen al Salvador y, por consiguiente, nos unen a todos como Sus discípulos. Después de todo, este es el tipo de unión o ligadura que la religión debería ser9; y estas virtudes están tan interrelacionadas como lo están la semilla, la flor y el fruto de la misma planta, que representan distintas etapas de crecimiento y de poder para bendecir.

Por el contrario, el adversario querría vernos sentados en su taburete de miseria, sostenido por las patas de la duda, la desesperación y el desprecio10. La duda enturbia la luz, la desesperación oscurece el horizonte y el desprecio conlleva aislamiento y soledad.

Al surcar los momentos difíciles del mundo, elijamos con prudencia el taburete en el que vamos a sentarnos. La incertidumbre de hoy en día podría ser la forma en que el Señor nos invita a arrodillarnos ante Él, a ejercer fe en Él, a permitirle que ilumine nuestra esperanza y a pedirle a Él nuestra realización personal a medida que recibimos el don de la caridad para todos. Entonces, al volvernos más confiados, menos volátiles, más proclives a actuar, más bondadosos, más pacientes, más compasivos, menos críticos y más comprensivos, sin duda llegaremos a saber en qué consiste la felicidad.

Notas

  1. Russell M. Nelson, “El gozo y la supervivencia espiritual”, Conferencia General de octubre de 2016.

  2. Artículo de Fe 4.

  3. Jacob 2:19.

  4. Éter 12:4.

  5. 2 Nefi 26:30.

  6. Moroni 7:47.

  7. D. y C. 121:45.

  8. “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros” (Juan 13:35)..

  9. Del latín religare, vincular o atar fuertemente, a Dios y unos a otros.

  10. Russell M. Nelson, “A more excellent hope”, enero de 1995.