2020
Nuestra experiencia para convertirnos en una familia eterna
Julio de 2020


Cómo llegué a saberlo

Nuestra experiencia para convertirnos en una familia eterna

Hace 19 años decidimos hacer convenios con el Señor y sellarnos como familia. Nuestro viaje al templo fue la travesía más incómoda, pero al mismo tiempo la más feliz que hemos hecho.

Somos una familia de seis integrantes: dos padres, tres hijos y una hija. Mi esposa, Lidia Ester, y yo conocimos La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en el año 2000. Recuerdo que después del bautismo, la idea de sellarnos como esposos y con nuestros hijos en el templo para ser una familia eterna se convirtió en nuestra meta más importante.

En aquel entonces no había templo en Honduras y tampoco se organizaban excursiones de grupo con mucha frecuencia. Pero era tanta la ilusión de hacer los convenios sagrados que decidimos hacer el viaje por nosotros mismos. Esa travesía nos tomó un día entero, en el que fue necesario caminar con las maletas a cuestas y tomar seis buses distintos desde Copán, Honduras, hasta llegar a la zona 15 de la capital de Guatemala, en donde se ubica el Templo de la Ciudad de Guatemala.

No fue el viaje más cómodo de nuestra vida, pero sí el más feliz. Los niños, que entonces tenían 15, 13, 11 y 4 años, iban tan ilusionados como nosotros, y soportaron con mucha fe las dificultades que pasamos.

Nuestro hijo menor sufría un serio problema de salud por una malformación en un hueso de la pierna. Usaba un zapato especial y también un aparato ortopédico que le cubría desde la cadera hasta el pie. Durante el viaje, el aparato se quebró y mi hijo ya no pudo movilizarse. No estábamos preparados para ese problema, pero tampoco queríamos desistir de nuestra meta, así que la única solución fue que yo cargara a mi hijo sobre mis hombros.

Nada de lo que pasamos ensombreció la maravillosa experiencia que tuvimos dentro del templo. Mi esposa y yo, vestidos de blanco, recibimos en una de las salas del templo a nuestros cuatro hijos vestidos también de blanco, como si fueran ángeles.

En el templo todo fue perfecto. Sentimos el Espíritu Santo y vimos que nuestro pequeño hijo pudo entrar junto a sus hermanos como si no tuviera ninguna dificultad al caminar.

Valoramos esos recuerdos y todo lo que hemos experimentado en nuestra vida matrimonial. Han pasado 19 años desde que decidimos ser una familia eterna, y en todo este tiempo hemos vivido y superado diversos obstáculos. No ha sido fácil, pero seguimos firmes en el Evangelio y nos esforzamos por tener una recomendación vigente para entrar al templo.

Esa pequeña recomendación es el pasaporte a la eternidad. Pueden tener acceso a ella los miembros dignos adultos solteros y casados; y también los jóvenes dignos podrán obtener una recomendación para el templo de uso limitado a partir de enero del año en que cumplen los doce años. La Iglesia ha publicado la lista de 15 preguntas que son requisito para poder adorar dentro del templo.

Sabemos que nuestro Padre Celestial y Jesucristo, que nos aman tanto, son Seres Celestiales, mientras que nosotros somos humanos y flaqueamos. Sin embargo, no estamos solos en el trayecto de la vida y podemos prepararnos para hacer convenios sagrados.

Hoy, hay un templo en nuestro propio país, el Templo de Tegucigalpa, Honduras. Seguimos asistiendo con frecuencia como familia, solo que ahora lo hacemos para obrar en favor de nuestros antepasados. Las bendiciones del templo son eternas y nos unen a través de las generaciones.