Mensaje de las maestras visitantes
La misión divina de Jesucristo: Príncipe de Paz
Con espíritu de oración, estudie este material y procure saber lo que debe compartir. ¿De qué manera el entender la vida y la misión del Salvador aumentará su fe en Él y bendecirá a las hermanas que están bajo su cuidado en el programa de maestras visitantes? Si desea más información, visite reliefsociety.lds.org.
“El Salvador es la fuente de la paz verdadera”, dijo el élder Quentin L. Cook, del Quórum de los Doce Apóstoles. “A pesar de las pruebas de la vida, gracias a la expiación del Salvador y a Su gracia, una vida recta será recompensada con paz personal”1. Comprender que Jesucristo es el Príncipe de Paz puede ayudarnos a encontrar paz interior y a aumentar nuestra fe en Él.
Jesucristo dijo: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción. Pero confiad; yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). Al dar testimonio de esa verdad, Linda S. Reeves, Segunda Consejera de la Presidencia General de la Sociedad de Socorro, dijo: “El Señor ha sido misericordioso conmigo y ha aliviado mis cargas. Él me ha ayudado a sentir gran paz”2.
El élder Richard G. Scott, del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó: “El lugar ideal para tener paz es dentro de las paredes de nuestro hogar, donde hemos hecho todo lo posible para que el Señor Jesucristo sea su eje principal”3.
Escrituras adicionales
Isaías 9:6; Lucas 2:14; Juan 14:27; 1 Nefi 13:37; Doctrina y Convenios 59:23
De las Escrituras
Isaías profetizó el nacimiento de Jesucristo, el Príncipe de Paz (véase Isaías 9:6). En las Américas, Samuel el Lamanita habló de las señales que acompañarían el nacimiento de Cristo cinco años después (véase Helamán 14:3, 5). A medida que se aproximaba el día profetizado, los incrédulos amenazaron con ejecutar a todos los cristianos si esas señales no se verificaban. El profeta Nefi “todo ese día imploró fervorosamente al Señor, y he aquí, la voz del Señor vino a él, diciendo: …mañana vengo al mundo” (3 Nefi 1:12–13). Las señales se verificaron y, con el nacimiento de Cristo, “el pueblo de nuevo empezó a gozar de paz en la tierra” (versículo 23).
En Belén, María “dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre” (Lucas 2:7).