2014
El Salvador y la Santa Cena
Diciembre de 2014


El Salvador y la Santa Cena

Al participar de la Santa Cena, renuevan el convenio que hicieron de siempre recordar al Salvador.

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A young man taking the sacrament.

¿En qué piensan cuando comen el pan y toman el agua de la Santa Cena, o mientras preparan, bendicen y reparten los emblemas? Muchos de nosotros meditamos sobre los convenios que hemos hecho y sobre la forma en que vivimos. Pensamos en nuestros pecados, pedimos perdón en oración y tomamos la decisión de ser mejores.

Ésos son aspectos importantes de la ordenanza de la Santa Cena. Además de eso, hay algo más en lo que debemos meditar; algo tan profundo y tan específico que es parte de las oraciones sacramentales. Se trata de recordar a Jesucristo, el Hijo de Dios, el Salvador del mundo. Los que participan del pan prometen “[comer] en memoria del cuerpo [del] Hijo” y “recordarle siempre” (véase D. y C. 20:77). De manera similar, los que beben el agua prometen hacerlo “en memoria de la sangre [del] Hijo” y “que siempre se acuerdan de él” (D. y C. 20:79).

La decisión de recordar al Salvador y Su expiación y sacrificio es fundamental para la ordenanza. Tal como el élder Jeffrey R. Holland, del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó: “En el lenguaje sencillo y hermoso de las oraciones sacramentales… la palabra principal que escuchamos parecería ser: recordarle… Lo que se recalca en ambas oraciones es que todo se hace en memoria de Cristo. Cuando tomamos la Santa Cena, testificamos que siempre lo recordaremos para que siempre podamos tener Su Espíritu con nosotros”1.

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Frontal head and shoulders portrait of Jesus Christ. Christ is depicted wearing a pale red robe with a white and blue shawl over one shoulder. Light emanates from His face.

El Salvador hizo hincapié en esos mismos puntos cuando, durante la Pascua en Jerusalén, instituyó la Santa Cena al estar con Sus apóstoles la última noche de Su ministerio terrenal: la misma noche que sufrió por nosotros en el Jardín de Getsemaní antes de sufrir de nuevo en la cruz. Por ejemplo, después de haberles dado pan para comer, dijo: “Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí” (Lucas 22:19–20; véase también Mateo 26:26–28).

El primer día que el Salvador estuvo entre los nefitas en el continente americano, también les enseñó la ordenanza de la Santa Cena. De nuevo, les instruyó que participaran en memoria de Su cuerpo y de Su sangre, y les dijo que, hacerlo sería “un testimonio al Padre de que siempre os acordáis de mí” (3 Nefi 18:7). Luego les prometió: “…si os acordáis siempre de mí, tendréis mi Espíritu para que esté con vosotros” (3 Nefi 18:11).

¡Qué bendición tan maravillosa! En un mundo lleno de desafíos, de turbulencia y de tentaciones que constantemente tratan de apartarnos del camino, ¿qué don más importante que ése podríamos tener? Si tenemos el Espíritu con nosotros, podemos “conocer la verdad de todas las cosas” (Moroni 10:5). Eso nos dará el poder y la sabiduría para vivir de la manera que el Señor desea que vivamos, para tomar decisiones correctas, para servir fielmente y para llegar a ser como Él.

Al participar de la Santa Cena cada semana, ¿qué pueden hacer para recordar al Señor? ¿Qué pueden hacer para recordarlo siempre, durante la semana y a lo largo de la vida?

Los invito a meditar en esas preguntas y a comprometerse a siempre recordar al Salvador. Les sorprenderá la forma en que eso les cambiará la vida.

Nota

  1. Jeffrey R. Holland, “Haced esto en memoria de mí”, Liahona, enero de 1996, págs. 77–78.