Para la Fortaleza de la Juventud
¿Qué significa amar a los demás como el Salvador me ama a mí?
Para la Fortaleza de la Juventud, julio de 2025


Solo para la versión digital: Respuestas de un apóstol

¿Qué significa amar a los demás como el Salvador me ama a mí?

A continuación se presentan dos pensamientos sobre el “mandamiento nuevo” del Salvador.

Tomado de un discurso pronunciado en un seminario para nuevos líderes de misión el 26 de junio de 2020.

Jesucristo con Sus apóstoles en la Última Cena

A menudo he pensado en la preocupación que debió haber sentido Jesús al saber que Su ministerio terrenal estaba llegando a su fin y que el funcionamiento diario y continuo de Su Iglesia recién establecida recaería sobre los hombros de una docena de hombres muy corrientes que, a lo más, solo habían sido miembros de la Iglesia apenas 36 meses. ¿Sabían lo suficiente? ¿Habían comprendido alguna parte de lo que Él se había esforzado tanto por enseñarles? ¿Podrían llevar a cabo esa tremenda responsabilidad con éxito?

¿Qué lección final podría enseñar que los sostuviera durante la ausencia física de Él? Con una súplica, o más bien un mandamiento, que debería calar hondo en nosotros hoy tanto como lo hizo entonces, el Hijo Viviente de Dios resumió Su ministerio entero y la responsabilidad suprema y continua de ellos en un concepto, en un gran principio eterno:

“Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis los unos a los otros.

“En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros”.

Dos pensamientos sobre este nuevo mandamiento

Permítanme ofrecer dos breves pensamientos sobre este mandamiento nuevo que se nos ha dado.

Primero, este supremo mandamiento cristiano de amar parece muy simple. Jesús conscientemente eligió un principio, un parámetro para medir el éxito que se comprende con mucha facilidad, pero que no es necesariamente tan fácil de vivir.

El segundo pensamiento se centra en que el Salvador llame a esto un “mandamiento nuevo”, cuando yo diría: “Pero no es nuevo”.

Quizás sea útil saber que la palabra griega que aquí se usa para “nuevo (kainen) implica “recientemente hecho”, o lo opuesto a “desgastado”, en lugar de significar simplemente reciente o diferente. Aquel significado de recientemente hecho o no usado de este mandamiento nuevo era que esos discípulos, y el resto de todos nosotros, debíamos amar de la manera en que Jesús amó: “Como yo os he amado”. Esa era la parte nueva, la parte distintiva de una ley muy antigua.

Y había algo más que también era nuevo. Lo que hizo el Salvador, el Maestro de maestros, fue dividir ese gran mandamiento de amar en dos componentes. Sí, habían de amarse unos a otros, pero Cristo enseñó que eso sería posible en pleno grado solo al amar primero a Dios. Por tanto, podía referirse al gran mandamiento como los dos grandes mandamientos, ninguno de los cuales estaría completo sin el otro.

El presidente Howard W. Hunter enseñó una vez: “El amor por nuestro prójimo nace de [nuestro] amor por Dios como su fuente de origen”.

Esa noción es absolutamente crucial —nueva, podríamos decir— para comprender los dos grandes mandamientos. A lo largo de todo Su ministerio, Cristo constantemente dejó en claro Su lealtad inquebrantable, Su obediencia total y Su singular relación de amor hacia Su Padre. Amar como Cristo amó —“como yo os he amado”—, es amar al Padre más que a nada, obedecerlo hasta el fin y en ello encontrar la motivación divina para amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Esa era en verdad una “idea nueva”.

Jesucristo con una mujer

Cómo se manifiesta este amor

Mormón dio la que bien podría ser la declaración más extensa que se haya hecho sobre esa clase de amor—sobre la caridad, como la llama él, “el amor puro de Cristo”:

La caridad es sufrida y es benigna, y no tiene envidia […], no se irrita fácilmente, no piensa el mal […]; todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.

“Por tanto, amados hermanos míos, si no tenéis caridad, no sois nada, porque la caridad nunca deja de ser. Allegaos, pues, a la caridad, que es mayor que todo […];

“pero la caridad es el amor puro de Cristo, y permanece para siempre; y a quien la posea en el postrer día, le irá bien”.

Eliza R. Snow informó una vez de un discurso que pronunció el profeta José Smith en el que usó como texto esos versículos y su equivalente del Nuevo Testamento, 1 Corintios 13. En aquella prédica, José dijo:

“Si desean hacer lo que hizo Jesús, deben ensanchar su alma hacia los demás […]. Debe[n] sobrellevar [las] debilidades mutuas como el padre indulgente tiene paciencia con las flaquezas de sus hijos.

“Dejen que se ensanche su corazón, hagan que se extienda hacia los demás; deben ser longánimes y sobrellevar las faltas y los errores del género humano. ¡Cuán preciosas son las almas de los hombres!”.

José y Hyrum Smith

José y Hyrum: Ejemplos de amor semejante al de Cristo

La noche antes de que el profeta José Smith y su hermano Hyrum Smith fueran asesinados, el 26 de junio de 1844, Hyrum volvió a abrir el Libro de Mormón, probablemente otra vez en el capítulo 12 de Éter, donde había estado leyendo antes. En aquellos momentos sombríos, en aquel lugar oscuro, leyó sobre la gracia salvadora de la caridad, incluso contra aquellos que podrían impartir injusticia, violencia y muerte.

Ese testimonio, ofrecido en esas circunstancias, leído en la víspera de la muerte, es una de las 10 000 razones por las que sé que el Libro de Mormón es verdadero. Nadie, ninguna persona que estuviese a punto de comparecer ante su Creador, abriría un libro de su propia creación, buscaría consuelo eterno en él y lo citaría como el último testamento que darían en la vida terrenal. Estos hombres no dijeron: vaya broma que hemos gastado; no rieron de cuántas personas habían engañado; no, antes bien, con el Libro de Mormón en la mano y una expresión de caridad en los labios, aquellos dos hombres se prepararon para comparecer ante el tribunal de Cristo.

Cada elemento de esta trágica experiencia exclama: “verdad, verdad, verdad”. “Los testadores ahora han muerto, y su testamento está en vigor”. Sus prendas aún están sin mancha.

“Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos”. Ciertamente José y Hyrum amaban al Señor.

Es posible que no se les pida a ustedes que den su vida como ellos lo hicieron, pero pueden amar al Salvador como ellos lo hicieron. Por favor, abran el corazón y sientan el amor del Señor por ustedes. Permítanle que les susurre la forma de compartir ese amor con Sus hijos.