Ayuda y guía para tu futuro
La vida no siempre sigue tus planes, pero el confiar en el Señor te cambiará la vida para bien.
A veces puede parecer que el mundo está lleno de incertidumbre. Tal vez te preguntes qué te depara el futuro. Yo siento lo mismo.
Mi familia y yo nos unimos a la Iglesia cuando yo tenía dieciséis años. En aquel momento, yo era muy tímido, pero después de unirme a la Iglesia, adquirí confianza. Descubrí quién soy, de dónde vengo, por qué estoy aquí y a dónde iré después de esta vida.
Me di cuenta entonces de que, aunque no sabía con todos los detalles qué tipo de cosas haría en la vida, contaba con ayuda y guía para conducirme a un gran futuro.
¡Y lo mismo sucede contigo!
Guía del profeta
Yo tenía diecisiete años cuando el profeta, el presidente Spencer W. Kimball (1895–1985), visitó Corea del Sur, en 1975. Lo vi en una reunión en la que unos cuatrocientos jóvenes coreanos se reunieron para escuchar su voz.
El presidente Kimball habló de cómo había estudiado las Escrituras y orado todos los días desde que era joven. Habló sobre la importancia de establecer prioridades, y dijo que debíamos asistir a Seminario, prepararnos para servir en misiones y el matrimonio eterno, y esforzarnos por lograr la salvación. También compartió su testimonio.
Las palabras del profeta iluminaron mi forma de pensar. Me encontraba cursando la escuela secundaria, pero no me interesaban las tareas escolares, ¡me encantaba el deporte! Jugaba al fútbol siempre que tenía la oportunidad y a menudo jugaba en lugar de estudiar. No era un buen estudiante. Después de escuchar al profeta, todavía disfrutaba del fútbol, pero decidí definir algunas prioridades.
Haría todo lo posible por estudiar, serviría en una misión, sería sellado en el templo y tendría una familia feliz. Sabía que si quería tener ese gran futuro, tenía que seguir al profeta, pasara lo que pasara.
En todas las oportunidades y los desafíos que enfrentarás, las cosas saldrán bien si sigues la guía que brindan los profetas vivientes.
Una misión incierta
Me había comprometido a servir en una misión, pero también tenía que cumplir el servicio militar, que es obligatorio en Corea del Sur. Después de la escuela secundaria, muchos jóvenes ingresaban en el ejército, cumplían el servicio obligatorio e inmediatamente después procuraban formación académica y encontraban trabajo. Era difícil dedicar dos años más al servicio misional, en ese entonces solo había unos pocos élderes coreanos.
Cuando cumplí diecinueve años, mantuve mi compromiso y preparé y envié los papeles para la misión. Fui llamado a servir en la Misión Corea Busán. Un año después, fui reclutado por el ejército y me sentí muy triste por tener que interrumpir la misión.
Tres años después, cuando terminé el servicio militar, sentía que aún no había completado mi misión. Todos me decían: “Ya serviste en una misión. El Señor entiende tu situación, así que servir solo por un año está bien”.
Le pregunté a una buena amiga de Seminario qué debía hacer, y ella me dijo que sabía que yo serviría otro año de misión. Su confianza me infundió seguridad y confirmación para servir más tiempo. Serví el segundo año de mi misión en la Misión Corea Seúl. Cuando terminé, tenía veinticinco años. Más tarde me casé con esa misma amiga y fuimos sellados en el Templo de Laie, Hawái.
Esa experiencia me enseñó que las cosas nos saldrán bien, aunque no sucedan de la manera que habíamos planeado. Cuando tus planes y tu visión concuerden con la voluntad del Señor para ti, Él te ayudará en las decisiones de la vida.
Un gran futuro es posible
Aunque en mi juventud no estaba seguro de qué tipo de vida tendría, descubrí que poner las cosas espirituales en primer lugar es la clave del éxito, no solo en esta vida, sino también en la vida venidera.
Cuando fuiste bautizado, recibiste el don del Espíritu Santo. Si te centras en las impresiones que recibas, el Espíritu Santo te protegerá y te guiará por el camino correcto a seguir, y también sentirás consuelo y paz.
Al prepararte para el futuro, recuerda:
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Estudia las Escrituras.
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Sigue orando.
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Sigue al profeta.
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Confía siempre en el Señor.
Cuando tenía tu edad, aprendí acerca de las características y los atributos del Salvador y de cómo podía ser más semejante a Él. Él es perfecto. Yo no puedo llegar a ser semejante a Él por completo en esta vida, pero estoy esforzándome todo lo que puedo, y he mejorado al hacerlo.
Sé que Jesucristo vive. Gracias a Él, tengo gran esperanza en el futuro, ¡y tú también puedes tenerla!