Ven, sígueme
Doctrina y Convenios 71; 77; 82
Tesoros escondidos
Fíjate en lo que hay justo por debajo de la superficie en las Escrituras.
El Señor confundirá a nuestros enemigos en Su propio y debido tiempo.
Con el tiempo, el Señor confundirá a nuestros enemigos.
“Confundir” significa desconcertar, sorprender, derrotar, avergonzar, aterrorizar o consternar a alguien.
Así que cuando el Señor le dijo a José Smith que “si hombre alguno alza su voz en contra de vosotros, será confundido en mi propio y debido tiempo” (Doctrina y Convenios 71:10; cursiva agregada), estaba prometiendo que quienes se oponen al Evangelio algún día experimentarán las consecuencias negativas de sus decisiones.
“En mi propio y debido tiempo” significa que el Señor tiene Su propio tiempo. Tenemos que aceptar que a muchas personas no se las hará responsables de sus actos de inmediato, y no pasa nada. Debemos confiar en el Señor y en Su tiempo.
Debemos defender la verdad, por supuesto; pero al hacerlo, debemos ser respetuosos con las creencias de los demás y su derecho a decidir no aceptar el Evangelio.
No te preocupes por las personas que se han propuesto criticar y destruir la Iglesia, que están dispuestas a mentir y tergiversar nuestras creencias. Déjalo en manos del Señor. Él los confundirá y les dará la oportunidad de aprender y cambiar, con el tiempo.
Al igual que nosotros, los animales son criaturas eternas a las que el Padre Celestial cuida.
Nuestros amigos animales también fueron creados por el Padre Celestial.
Podría parecer un detalle menor, pero hay algo verdaderamente maravilloso revelado en Doctrina y Convenios 77: ¡los animales también tienen alma!
Esto es algo que muchas personas siempre han creído —tiene sentido—, aunque la Biblia y el Libro de Mormón no lo especifican con exactitud. Pero ahora el Señor lo ha declarado en términos inequívocos.
Al igual que las personas, las “bestias”, los “reptiles” y las “aves del cielo” fueron creados espiritualmente primero. Sus cuerpos espirituales, al igual que el nuestro, se parecen a sus cuerpos físicos; y ellos, al igual que nosotros, disfrutarán de “felicidad eterna”: felicidad y gozo en sus cuerpos resucitados (véase Doctrina y Convenios 77:2–3).
Sabemos que el Padre Celestial creó los animales, nos dio mayordomía sobre ellos y quiere que los tratemos con bondad. Al igual que nosotros, los animales son criaturas eternas a las que el Padre Celestial cuida.
Haz buen uso de las bendiciones que has recibido.
La idea de que un gran poder conlleva una gran responsabilidad no tiene su origen en los superhéroes. El Salvador expresó ese mismo sentimiento cuando le dijo al profeta José Smith: “De aquel a quien mucho se da, mucho se requiere” (Doctrina y Convenios 82:3).
Nuestros talentos, dones y bendiciones provienen del Señor. Es mala idea no valorarlos. Si el Señor te ha bendecido con una mente brillante y sed de conocimiento, pero pierdes el tiempo en la escuela y obtienes calificaciones mediocres, entonces has hecho mal uso de tu don. Lo mismo ocurre con alguien atlético y fuerte que usa su poder para intimidar a otros, o una persona bendecida con un buen sentido del humor que lo usa para humillar a las personas (muchos de nosotros necesitamos mejorar en esto).
El Señor desea que nos esforcemos por hacer todo lo que podamos; y eso, por cierto, en comparación con nuestras propias habilidades, no con las de nadie más. Dependiendo de la habilidad de la que estemos hablando, “todo lo que puedas” podría ser mejor o peor que “todo lo que pueda” otra persona. ¡Y eso está bien! Sé agradecido por tus fortalezas y sé humilde en cuanto a tus debilidades, y deja que el Señor te ayude a alcanzar tu potencial.