Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia
Un testimonio personal y perdurable


Capítulo 7

Un testimonio personal y perdurable

Cuando vivimos de acuerdo con el Evangelio de Jesucristo, aumenta nuestro conocimiento de la verdad, así como nuestra capacidad para servir al Señor.

De la vida de Heber J. Grant

El testimonio que tenía Heber J. Grant del Evangelio restaurado comenzó a echar raíces en él cuando era niño. Más adelante en su vida, a menudo expresó su gratitud por los maestros y los líderes que habían contribuido a fortalecer su testimonio. Se sentía especialmente agradecido a su madre. En una ocasión, dijo: “Me encuentro hoy aquí en calidad de Presidente de la Iglesia porque he seguido la orientación y el consejo, al igual que el fervoroso testimonio de la divinidad de la obra de Dios, que recibí de mi madre”1.

A medida que fue creciendo, su testimonio fue aumentando. Con respecto al testimonio que recibió mientras estudiaba el Libro de Mormón, dijo: “Cuando era un muchacho de unos quince años, leí el Libro de Mormón con detenimiento y con oración, y recibí muy dentro de mí un perdurable y firme testimonio de su divina autenticidad. Desde entonces hasta el día de hoy, sus maravillosas enseñanzas han sido un consuelo, una bendición y una guía para mí”2.

El presidente Grant continuó fortaleciendo su testimonio a lo largo de su vida, pidiendo de todo corazón en oración permanecer fiel a la fe3. Cuando tenía ochenta años de edad, manifestó lo siguiente: “No tengo manera de expresar verbalmente la gratitud que me llena el corazón por el testimonio perdurable que tengo en lo más profundo de mi alma de la divinidad de esta obra. A través de los años, he descubierto muchísimas y muy grandes y poderosas evidencias con respecto a la divinidad de esta obra, tanto así, que no tengo palabras para expresar mi gratitud; y no he hallado nada que haya disminuido mi fe”4.

Enseñanzas de Heber J. Grant

El testimonio se recibe como revelación personal de Dios por medio del Espíritu Santo.

Dios ha dado a hombres y a mujeres de todo el mundo que han buscado la luz de Su Espíritu, en respuesta a sus humildes oraciones, un testimonio y un conocimiento de que este Evangelio es exactamente lo que afirma ser: que es la verdad, que permanecerá para siempre y que los que vivan de acuerdo con él serán exaltados eternamente en presencia de nuestro Padre Celestial y de Su Hijo, nuestro Redentor5.

Cientos de personas, de hecho, miles de ellas, se “han compungido de corazón” [véase Hechos 2:37] y, por la inspiración del Espíritu y las revelaciones que Dios les ha manifestado, han recibido un conocimiento de la divinidad de la obra a la que nos hemos consagrado. Han recibido el testimonio del Espíritu Santo que les ha hecho sentir el convencimiento de ello en el alma, en todo su ser, haciéndoles exclamar con regocijo que saben que Dios vive, que Jesús es el Cristo y que José Smith es un profeta del Dios vivo y verdadero. Y nadie sobre la tierra puede decir que sabe que lo que ellas afirman no es verdadero; alguien podrá no creer en el testimonio de esas personas, pero no podrá quitarles el conocimiento que tienen. Yo puedo proclamar que quiero a mis familiares, y alguien puede decir: “No lo creo”, pero eso no cambia el conocimiento que tengo de que efectivamente los amo. Cuando una persona ha recibido el testimonio del Espíritu Santo, cuando ha recibido el conocimiento de que este Evangelio es verdadero, y lo sabe y lo proclama, el mundo entero podrá no creerle, pero no podrá cambiar el conocimiento que esa persona posee6.

Doy gracias a Dios por el hecho de que todos los santos tienen derecho a recibir los susurros de Su Santo Espíritu. Doy gracias a Dios por que ninguno de nosotros depende de los demás con respecto al testimonio del Evangelio. Le doy gracias por que cada persona puede obtener un testimonio por sí misma7.

Ese conocimiento personal, esa voz apacible y delicada de la revelación que recibe —en respuesta a la oración— toda alma sincera que lo pide a Dios, es lo que da el poder a esta Iglesia. Sin ese testimonio individual que reciben hombres y mujeres en todo el mundo cuando oyen este Evangelio y suplican a Dios que les dé Su Espíritu, no seríamos lo que somos hoy en día: un pueblo unido, de un corazón y un alma, uno con Dios y uno con nuestro Salvador8.

Deseo indicar en este momento que el poder de Dios, que el Espíritu de Dios es lo que convence a los hombres; que no es la elocuencia, ni la preparación académica, ni las palabras refinadas, ni la forma magnífica en la que éstas se expresen lo que encuentra cabida en el corazón de los hijos de los hombres para convencerlos de la verdad9.

He conocido a muchas personas que han puesto en entredicho mi testimonio. Me han replicado: “Señor Grant, usted no puede saber esas cosas”. Pero estoy dispuesto a dar testimonio de que sí las sé, y de que las sé tan bien como sé distinguir la luz de las tinieblas, el calor del frío. Sé que he recibido respuesta a mis oraciones tras haber elevado mi súplica al Señor. Por consiguiente, tengo un testimonio de esas cosas y las sé tan bien como sé que quiero a mis familiares y a mis amigos. He recibido ese conocimiento en tal forma que estoy dispuesto a dar testimonio a todo el mundo, y sé que tendré que ser responsable del testimonio que dé. No sería sincero conmigo mismo si, cuando la ocasión se presentase, no diera testimonio de las cosas que sé10.

Nosotros, los Santos de los Últimos Días, tenemos grandes razones por las que estar agradecidos por las muchas manifestaciones del bien y la misericordia de nuestro Dios. Esforcémonos, con toda la capacidad que poseamos, por obtener de nuestro Padre Celestial la inteligencia, la luz y el conocimiento suficientes que nos permitan conservarnos en la senda de nuestro deber. Muchos pensamos que somos firmes en el conocimiento del Evangelio y que hay muy poco que temer en lo que respecta a que las pruebas de la vida nos alejen de la verdad. Al mismo tiempo, debemos comprender cabalmente que no hay un solo día ni una sola hora de nuestras vidas en que podamos estar solos y mantener el testimonio del Evangelio sin la luz y la inspiración del Espíritu de Dios11.

Recibimos el testimonio y lo fortalecemos por medio de la oración, del estudio y de la obediencia al Señor.

El mejor testimonio que podemos recibir es el de la voz de la revelación: la inspiración del Espíritu Santo. Nadie puede recibirla si no vive en obediencia a los mandamientos, de modo que sea digno de recibirla12.

Una persona no puede traspasar a los demás lo que obtiene dentro de sí. Yo no puedo dar a un hombre el testimonio del Evangelio que poseo del mismo modo que no me es posible comer por él. Puedo decirle cómo obtenerlo. Puedo hablarle de las bendiciones que Dios me ha dado. No obstante, cada persona debe vivir de conformidad con el Evangelio si espera obtener un testimonio propio de la divinidad de esta obra.

El modo de recibir un testimonio lo han puesto a prueba en todo el mundo hombres y mujeres a quienes sus propios familiares han aborrecido, maltratado y perseguido por motivo de que se han unido a esta Iglesia; pero, como respuesta a la oración humilde y por haber hecho lo que Dios les ha indicado hacer, han recibido la luz, el conocimiento y el testimonio con respecto a la divinidad de esta obra13.

Mis hermanos y hermanas, si estudiamos las Escrituras, el plan de vida y salvación, y guardamos los mandamientos del Señor, todas las promesas que se han hecho se cumplirán sobre nuestra cabeza. Y creceremos en luz, en conocimiento y en inteligencia14.

Les prometo, en calidad de siervo del Dios viviente, que todo hombre y toda mujer que obedezcan los mandamientos de Dios prosperarán, que toda promesa que Dios ha hecho se cumplirá sobre su cabeza y que crecerán en sabiduría, en luz, en conocimiento, en inteligencia y, sobre todo, en el testimonio del Señor Jesucristo15.

Nuestro testimonio se hace más firme cuando lo expresamos.

Ninguna persona puede proclamar el Evangelio bajo la inspiración y el poder del Espíritu del Dios viviente… si no siente, sabe y comprende que ha sido bendecida por el Señor Todopoderoso, y puede testificar del poder de Dios que se recibe cuando se proclama este Evangelio del Señor Jesucristo16.

Oí al presidente [Brigham] Young y a otros hermanos decir en muchas ocasiones que las personas jóvenes han recibido un testimonio de la divinidad de esta obra en lo más profundo de su alma con mayor frecuencia cuando se han puesto de pie [para expresar su testimonio] que cuando se han arrodillado a orar para pedir obtener ese testimonio; que, bajo la inspiración del Espíritu del Señor, han recibido una abundante efusión de ese Espíritu, que han inundado su alma la luz y el conocimiento que proceden de Dios por medio del Santo Espíritu. Han recibido en su corazón la atestiguación por la cual han podido testificar que saben con certeza que están consagrados al plan de vida y salvación; que saben con seguridad que Dios vive, que Jesús es el Cristo y que José Smith fue y es un profeta del Dios verdadero y viviente17.

Cuando presidía la Misión Europea, tuve muchas oportunidades de dar instrucciones a los hombres jóvenes que llegaban allí a predicar el Evangelio, jóvenes que no habían recibido instrucción académica, que no tenían ninguna experiencia, y muchos de ellos se ponían de pie por primera vez en su vida para dar su testimonio en la oficina de la misión en Liverpool. Yo les indicaba que estudiasen el Evangelio y que pidiesen en oración la inspiración del Espíritu del Señor, y les prometía que si tan sólo abrían la boca para dar testimonio de que Jesucristo es el Redentor del mundo y de que José Smith fue Su profeta, Dios les daría algo que decir aunque al principio tuvieran la mente en blanco. No sólo unos pocos, sino muchísimos élderes me han testificado que esa promesa se cumplió con respecto a ellos, y que Dios efectivamente los había bendecido cada vez que habían dado testimonio de la divinidad de la misión de José Smith, que bajo la dirección de Dios restauró la Iglesia de Cristo sobre la tierra18.

Durante mi vida he oído cientos y miles de testimonios de hombres jóvenes y de mujeres jóvenes que han ido a proclamar este Evangelio, y que, al regresar de la obra misional, han testificado tener un mayor conocimiento de la divinidad de esta obra y que su testimonio se ha fortalecido19.

No hay tal cosa como quedarse inmóvil en la Iglesia de Dios; no podemos vivir basándonos en el testimonio que recibimos hace años. Hemos… oído el testimonio de un hombre de setenta y nueve años de edad, pero si él dejase de expresar el testimonio que ha recibido, el Espíritu de Dios le abandonaría, puesto que no hay edad en la que podamos detenernos en la obra y Evangelio de Dios20.

El testimonio nos da la capacidad y la valentía para llevar a cabo la obra del Señor.

Los que son obedientes a los mandamientos del Señor, los que viven de conformidad con los requisitos del Evangelio progresan día tras día y año tras año en el testimonio y en el conocimiento del Evangelio, así como en la determinación de alentar a los demás a investigar el plan de vida y salvación21.

Como pueblo, hemos demostrado que la aseveración del Salvador es verdadera, a saber, que el que quiera hacer la voluntad del Padre conocerá si la doctrina es de Dios [véase Juan 7:17], y que [tenemos] un conocimiento perfecto y absoluto; y ésa es la razón por la que estamos dispuestos a hacer sacrificios por la causa de la verdad22.

Estoy sumamente agradecido por que los Santos de los Últimos Días de todo el mundo tienen un testimonio personal y perdurable de la divinidad de la obra a la que nos hemos consagrado. Si no fuera por ese testimonio, los hombres no pensarían, ni las mujeres tampoco, hacer los sacrificios asombrosos que hacen tanto en su tierra como en el extranjero por el progreso de la obra del Señor…

…me siento agradecido cuando pienso en los hombres que han estado a la cabeza de esta Iglesia y en los oficiales líderes de ella, que han dado su tiempo y sus talentos, que han hecho sacrificios (ello es, sacrificios en lo que respecta a las cosas de este mundo) y que han tenido un conocimiento perfecto y perdurable de que Dios vive, de que Él oye y contesta nuestras oraciones; que han tenido un conocimiento, sin duda alguna, de que Dios apareció a José Smith y le presentó a Su Hijo; que han tenido un conocimiento perfecto de que el Sacerdocio Aarónico y el de Melquisedec fueron restaurados en la tierra por los hombres que poseyeron esas llaves en el meridiano de los tiempos…

Nada sino ese conocimiento perfecto y absoluto que poseemos como pueblo nos permitiría llevar a cabo cosa alguna que se acercara siquiera a lo que estamos llevando a cabo23.

Si conozco mi propio corazón, creo que está puesto en el progreso de la Iglesia y reino de Dios. Sé que no hay nada en la tierra que me produzca mayor regocijo que el que siento por el hecho de relacionarme con los siervos y con las siervas de Dios en la Iglesia de Jesucristo; y no creo que haya pasado un día sin que haya dado gracias a Dios por la restauración del plan de vida y salvación, así como por haber tenido la bendición de haber participado de él. Le suplico fervientemente que la mente nunca se me oscurezca, que nunca me aparte de la verdad; que nunca olvide ninguno de los convenios que he hecho y que, al avanzar en edad y al progresar en entendimiento, crezca en el testimonio del Evangelio y en el deseo y en la acción de seguir sacando adelante el reino de Dios sobre la tierra24.

Sugerencias para el estudio y el análisis

  • ¿Por qué es cierto que nadie puede recibir un testimonio “si no vive en obediencia a los mandamientos”?

  • ¿Por qué es preciso fortalecer constantemente el testimonio? ¿Cómo podemos permanecer firmes e incansables en nuestros esfuerzos por incrementar nuestro testimonio?

  • ¿De qué modo nos sirve el testimonio en tiempos de tribulaciones o de persecución? ¿De qué modo nos sirve el testimonio en tiempos de calma o de prosperidad?

  • ¿Por qué se fortalece nuestro testimonio cuando lo expresamos? ¿Por qué se fortalece nuestro testimonio cuando prestamos oídos al testimonio de las demás personas?

  • ¿En qué circunstancias, aparte de las reuniones de testimonio, podemos dar a conocer nuestro testimonio?

  • ¿Cómo pueden los padres ayudar a sus hijos a adquirir un testimonio personal del Evangelio?

Notas

  1. En Conference Report, abril de 1934, pág. 15.

  2. “As I View the Book of Mormon”, Improvement Era, marzo de 1934, pág. 160.

  3. Véase Gospel Standards, compilado por G. Homer Durham, 1941, págs. 204, 371.

  4. “The Power of a Testimony”, Deseret News, 10 abril de 1937, sección de la Iglesia, pág. 1.

  5. “Our Religion the Truth”, Juvenile Instructor, mayo de 1926, pág. 243.

  6. En Conference Report, octubre de 1911, pág. 23.

  7. En Brian H. Stuy, compilador, Collected Discourses Delivered by President Wilford Woodruff, His Two Counselors, the Twelve Apostles, and Others, 5 tomos, 1987–1992, tomo I, pág. 81.

  8. En Conference Report, abril de 1925, pág. 151.

  9. “Spirit of the Lord Attends Elders of Church Who Strive to Obtain His Aid While Speaking in Public”, Deseret Evening News, 15 de marzo de 1919, sección 4, pág. VII.

  10. En Collected Discourses, tomo V, pág. 400.

  11. En Collected Discourses, tomo II, pág. 31.

  12. Gospel Standards, pág. 41.

  13. “First Presidency Stresses Value of Personal Testimony in Tabernacle Talks: President Heber J. Grant”, Deseret News, 16 de junio de 1934, sección de la Iglesia, pág. 6; los párrafos se han cambiado.

  14. Gospel Standards, pág. 43.

  15. Gospel Standards, pág. 39.

  16. “Significant Counsel to the Young People of the Church”, Improvement Era, agosto de 1921, pág. 872.

  17. Improvement Era, agosto de 1921, págs. 869–870.

  18. En Conference Report, abril de 1917, pág. 25.

  19. En Conference Report, octubre de 1930, pág. 6.

  20. En Collected Discourses, tomo II, pág. 21.

  21. Gospel Standards, pág. 73.

  22. “The President Speaks to Youth”, Improvement Era, julio de 1936, pág. 395.

  23. En Conference Report, abril de 1939, págs. 14–15.

  24. Gospel Standards, pág. 204.