Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia
El progreso y el destino de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días


Capítulo 23

El progreso y el destino de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

La Iglesia cumplirá su destino divino, y es nuestro privilegio hacernos merecedores de ser parte de esta grandiosa obra.

De la vida de Heber J. Grant

Heber J. Grant nació en 1856, en la época en que los santos se esforzaban por establecer La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en el Valle del Lago Salado. En aquel tiempo, la Iglesia tenía 7 estacas y aproximadamente 64.000 miembros. No había templos en funcionamiento.

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Heber J. Grant in 1945

El presidente Heber J. Grant en 1945, a los 88 años de edad. Presenció un crecimiento enorme de la Iglesia durante su vida y testificó que la obra del Señor: “Seguirá adelante hasta que haya cumplido su destino”.

En 1882, cuando Heber J. Grant fue ordenado apóstol, la Iglesia estaba firmemente establecida en el Valle del Lago Salado. Aun cuando en aquel tiempo muchas personas del mundo tenían prejuicios y conceptos incorrectos con respecto a los Santos de los Últimos Días, la Iglesia continuó creciendo. El número de miembros se acercaba a los 146.000 y el número de estacas había subido a 24. Cinco años antes había sido dedicado el Templo de St. George, Utah, y era el único templo que estaba en funcionamiento en esa época.

En calidad de apóstol, el élder Grant presenció de cerca el progreso de la Iglesia. En 1902 —cuando la Iglesia tenía 4 templos en funcionamiento, 50 estacas y casi 300.000 miembros—, hizo la siguiente observación: “No hay tal cosa como quedarse detenidos. La Iglesia no se ha quedado inmovilizada; hoy en día tenemos evidencia de su crecimiento, del incremento de los diezmos que pagan los miembros de ella, del progreso de la obra misional en todo el mundo y del aumento de la eficiencia de las labores docentes de los colegios universitarios, de las universidades y las academias Santos de los Últimos Días. También ha habido un adelanto magnífico en las Escuelas Dominicales. La obra del Señor está progresando, y el poder y la influencia del adversario y de los que luchan contra nosotros están disminuyendo1.

Durante los años en los que Heber J. Grant prestó servicio como Presidente de la Iglesia, desde noviembre de 1918 hasta mayo de 1945, el extraordinario crecimiento de la Iglesia siguió adelante. El número de miembros aumentó de aproximadamente 496.000 a más de 954.000. El número de estacas creció de 75 a 149, y el número de templos en funcionamiento aumentó de 4 a 7.

El presidente Grant solía indicar que la gente estaba comenzando a considerar a los Santos de los Últimos Días de un modo más favorable. Decía: “Creo que ahora, todos los que nos conocen se dan cuenta de que somos gente temerosa de Dios, una comunidad recta y honrada”2. En la conferencia general de octubre de 1937, justamente después de haber regresado de una gira por las misiones de Europa, mencionó lo siguiente:

“Cuando estuve en Europa hace treinta y tantos años [como presidente de misión]… durante los tres años que estuvimos en las Islas Británicas, nunca conseguí que se publicase ni un solo artículo en los periódicos. Se publicaban algunas de las cosas más insultantes, más inicuas, obscenas y espantosas con respecto a nosotros, pero los que estaban a cargo de la prensa se negaron categóricamente a prestar oídos a palabra alguna de lo que teníamos que decir.

“Durante el viaje que acabamos de hacer, se me aseguró que se hacían comentarios favorables con respecto a nosotros en periódicos de Alemania, Suiza, Checoslovaquia, Holanda y Bélgica; que no se nos hacían críticas de ningún tipo, sino tan sólo buenas observaciones referentes a nuestras reuniones, y que, en algunos casos, los artículos que se publicaban en los diarios de las Islas Británicas eran de índole tal que, si nosotros hubiésemos tenido el privilegio de escribirlos, no habríamos escrito nada que nos hubiera complacido más. Que yo sepa, durante todo nuestro viaje no se publicó ni un solo artículo que no fuese dar información justa, honorable y espléndida de nuestra gente. Eso me regocija. Constituye un cambio sumamente asombroso comparado con el espíritu de animosidad y casi de odio que hallé en la gente de la prensa con la que estuve en contacto hace más de treinta años”3.

El presidente Grant solía expresar con frecuencia sus sentimientos de gratitud por el adelanto temporal y espiritual de la Iglesia. En esas expresiones de agradecimiento, reconocía las bendiciones del Señor y la dedicación de los Santos de los Últimos Días a pesar de la adversidad con que se enfrentaban. Durante los sombríos tiempos de la gran depresión económica, dijo: “Nada sino [el] conocimiento perfecto y absoluto que poseemos como pueblo nos permitiría realizar cosa alguna que se acercara siquiera a lo que estamos llevando a cabo. ¡Pensar que en estos tiempos de depresión económica y de dificultades podemos gastar millones de dólares para edificar centros de reuniones!”. Prácticamente todos los domingos, durante varias semanas seguidas, he tenido que dedicar centros de reuniones, y, en todas las ocasiones, los edificios han estado atestados de concurrentes… Vamos creciendo de una forma espléndida. Reina una sensación de absoluta confianza. No nos cabe la menor duda de que, al final, triunfará la obra de Dios”4.

Enseñanzas de Heber J. Grant

La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días tiene un destino divino.

Les doy mi testimonio hoy día de que José Smith fue profeta del Dios verdadero y viviente, que él fue el instrumento en las manos de Dios para establecer nuevamente sobre la tierra el plan de vida y salvación, no sólo para los vivientes sino también para los muertos, y que este Evangelio, al que las gentes del mundo comúnmente llaman “mormonismo” es en efecto el plan de vida y salvación, el Evangelio del Señor Jesucristo, que la pequeña piedra ha sido cortada del monte, y ha de rodar hasta que llene toda la tierra [véase Daniel 2:31–45; D. y C. 65:2]5.

El Señor ha establecido Su Iglesia en éstos, los últimos días, para que se llame a las personas al arrepentimiento, para la salvación y la exaltación de sus almas. Repetidas veces Él dijo al profeta José y a los que estaban con él: “el campo blanco está ya para la siega” (D. y C. 4:4; 6:3; 11:3; 12:3; 14:3; 33:3, 7.) Una y otra vez, Él mandó no predicar nada sino el arrepentimiento a esta generación (D. y C. 6:9; 11:9; 14:8) y, por último, dijo:

“Y tú declararás gozosas nuevas; sí, publícalo sobre las montañas y en todo lugar alto, y entre todo pueblo que te sea permitido ver.

“Y lo harás con toda humildad, confiando en mí, no denigrando a los que denigran.

“Y de dogmas no hablarás, sino que declararás el arrepentimiento y la fe en el Salvador, y la remisión de pecados por el bautismo y por fuego, sí, por el Espíritu Santo.

“He aquí, éste es un mandamiento grande, y el último que te daré concerniente a este asunto, porque esto bastará para tu conducta diaria hasta el fin de tu vida.

“Y si desprecias estos consejos, te sobrevendrá la miseria; sí, hasta tu destrucción y la de tus bienes” (D. y C. 19:29–33).

Debemos obedecer esos mandamientos a fin de que las personas lleguen a conocer a Dios y a Jesucristo a quien Él ha enviado, porque “esta es la vida eterna” (Juan 17:3).

Por esa razón se organizó la Iglesia, el Evangelio se reveló de nuevo en su plenitud y el sacerdocio de Dios volvió a restaurarse, con todos sus derechos, poderes, llaves y funciones. Ésa es la misión de la Iglesia. El mandato divino que se encomendó a los apóstoles de antaño (Mateo 28:19; Marcos 16:15) se ha repetido en esta época, que el Evangelio se declare a todas las naciones (D. y C. 38:33), tanto a los gentiles como a los judíos (D. y C.18:26); se declarará con el son de regocijo (D. y C. 28:16); y rodará hasta los extremos de la tierra (D. y C. 65:2); y debemos predicarlo nosotros, a quienes se ha dado el reino (D. y C. 84:76). Ningún acto nuestro ni de la Iglesia debe interferir en este mandamiento que ha dado Dios6.

La misión de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es de paz; se propone preparar a las gentes del mundo para la segunda venida de Cristo y para el comienzo oficial del día bendito en que llegue el Milenio y Cristo reine como Rey de reyes, y esté a la cabeza de la hermandad universal del género humano7.

El crecimiento y el progreso de la Iglesia en su época inicial se verificaron en cumplimiento de la profecía.

Los logros de los Santos de los Últimos Días están en completo acuerdo con la profecía que hizo el profeta José Smith en la ribera occidental del río Mississippi, como se hace constar en el diario personal del profeta bajo la fecha 6 de agosto de 1842:

“Profeticé que los santos seguirían padeciendo mucha aflicción y que serían expulsados hasta las Montañas Rocosas; que muchos apostatarían, otros morirían a manos de nuestros perseguidores, o por motivo de los rigores de la intemperie o las enfermedades; y que algunos de ellos vivirían para… edificar ciudades y ver a los santos llegar a ser un pueblo fuerte en medio de las Montañas Rocosas” [Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 311].

…Efectivamente hemos cumplido esa profecía a pesar del hecho de que se consideraba que estas tierras del Oeste de los Estados Unidos no tenían ningún valor. Si piensan en esta región árida, si piensan que se estimaba que estas tierras no valían nada y entonces tienen en cuenta lo que se ha llevado a cabo, no queda lugar a dudas de que hemos cumplido aquella predicción8.

Me regocijo ante el crecimiento y el progreso de la obra de Dios aquí en la tierra… Recuerdo haber estado con el presidente Wilford Woodruff, de pie en un carromato, en Idaho… hablando a una media docena o una docena de personas jóvenes que se habían establecido allí, y también recuerdo vívidamente las palabras de ese profeta de Dios… me acuerdo de que esos jóvenes se sentían un tanto desalentados en Sand Creek al contemplar esos terrenos en los que no había ni un árbol, ni arbustos, sino tan sólo artemisa, y no había ni siquiera una sencilla cabaña de troncos. El hermano Woodruff dijo a los jóvenes: “No se desalienten; tengan ánimo y no se dejen abatir, porque las bendiciones de Dios están sobre esta tierra. No pasará más que un breve tiempo, y entonces habrá aquí prósperas y felices colonias de Santos de los Últimos Días. Ustedes piensan que han dejado lejos a sus amigos y que se encuentran prácticamente fuera del mundo, pero sólo dentro de poco tiempo tendrán un centro de reuniones y una escuela, junto con todas las instalaciones que tenían donde vivían antes de venir aquí. Dios bendecirá y hará fructificar la tierra”. ¿Qué resultado vemos hoy? En aquel lugar se encuentra la ciudad de Iona, el centro de una de las estacas de Sión, con unos cinco mil habitantes, en lugar de las seis o siete personas jóvenes de aquel entonces; las palabras del profeta Wilford Woodruff se han cumplido al pie de la letra9.

Cuando pienso en todo lo que se ha realizado con respecto a la obra de Dios, me resulta imposible hallar palabras para elogiar todo lo que se ha hecho10.

Considero que todas las persecuciones y las tribulaciones que padecimos nos prepararon, nos capacitaron y nos fortalecieron como pueblo para alcanzar mayores logros11.

Los Santos de los Últimos Días son realmente, como dijo el profeta José que serían, un pueblo fuerte en medio de las Montañas Rocosas, y nos encontramos como tal solamente en la infancia. Estamos comenzando a crecer y a hacernos un pueblo fuerte, pero lo que somos ahora no es nada en comparación con lo que seremos12.

Nada podrá impedir que la Iglesia cumpla su destino.

Cada año la Iglesia es más firme de lo que era el año anterior. La Iglesia está progresando y no va retrocediendo. Los hombres podrán cometer errores, pero la Iglesia se mantiene firme13.

El adversario de las almas de los hombres, el destructor, el que deseaba destruir la obra de Dios, él y sus emisarios pensaron que con matar al Profeta [José Smith] y al Patriarca [Hyrum Smith] podrían obstaculizar el progreso de la obra del Dios viviente que se ha establecido nuevamente sobre la tierra, pero… el prodigioso crecimiento de la Iglesia, el extraordinario templo de Dios en [Salt Lake City], el maravilloso tabernáculo, el notable edificio [de la administración de la Iglesia]… los monumentos y los templos, desde Canadá hasta Hawai y Saint George, al igual que el gran adelanto de la obra de Dios, todo eso constituye una explícita reprimenda a los que pensaron que podrían detener la obra del Señor. El testimonio de Jesucristo que ardía en el corazón del Profeta y del Patriarca, y por el cual dieron sus vidas, arde en el corazón de todos los que hemos sido bendecidos con la luz, el conocimiento y el testimonio de la divinidad de la obra a la que nos hemos consagrado14.

Algunas personas han dicho… que si esta Iglesia no cambiaba con el fin de amoldarse al mundo moderno, como lo han hecho las demás Iglesias, estaría condenada al fracaso. El Santo de los Últimos Días que piense tan sólo un instante que esta Iglesia va a fracasar no es en realidad un Santo de los Últimos Días convertido. No habrá fracaso alguno en esta Iglesia. Ha sido establecida por última vez y nunca será dada a otro pueblo ni nunca será destruida15.

Nuestros enemigos nunca han hecho cosa alguna que haya hecho daño a esta obra de Dios y nunca lo harán. Miro alrededor de mí, leo, medito y pregunto: “¿Dónde están los hombres de influencia, de poder y de prestigio que obraron contra los Santos de los Últimos Días?… ¿Dónde están las personas que los honran? No se les halla en parte alguna… ¿Dónde están los hombres que han atacado esta obra? ¿Dónde está su influencia? Se han desvanecido como el rocío ante los rayos del sol. Los Santos de los Últimos Días no tenemos que temer, porque Dios continuará sustentando esta obra. Él sostendrá lo recto16.

Dios vive, Jesús es el Cristo, José Smith fue profeta del Dios verdadero y viviente; esta obra llamada “mormonismo” es el Evangelio de Jesucristo nuestro Redentor y es el plan de vida y salvación. Toda la incredulidad del mundo, toda la oposición del mundo no podrán detenerla; ¡Dios la ha establecido y seguirá adelante hasta que haya cumplido su destino!17.

Debemos hacernos merecedores de participar en el destino de la Iglesia.

Dios ha prometido muchas cosas maravillosas con respecto a este pueblo. Tenemos un destino extraordinario ante nosotros y gradualmente nos vamos preparando y haciéndonos merecedores de ese destino18.

Si hay algo que deseo grabar más que cualquier otra cosa en el corazón de los Santos de los Últimos Días es que efectivamente debemos servir a Dios con toda nuestra alma, mente y fuerza a fin de progresar en la misma proporción de Su obra aquí, sobre la tierra19.

El destino de los Santos de los Últimos Días es grandioso. Vislumbro que las profecías que se han hecho con respecto a este pueblo tendrán que cumplirse, todas ellas. La pequeña piedra cortada del monte, no con mano, ha de rodar hasta que llene toda la tierra. Veo que, para que nuestros hijos cumplan satisfactoriamente su destino, será necesario que se capaciten, que se preparen por medio de la instrucción y del estudio, y también mediante la fe en Dios, nuestro Padre Celestial, y en Su Hijo Jesucristo. No me cabe la menor duda de que los santos cumplirán su destino, de que llevarán a cabo todo lo que Dios desea que lleven a cabo. Si, en forma individual, haremos o no todo lo que podamos hacer, será un asunto personal. A menudo he dicho, al dirigir la palabra a los santos, que cada uno de nosotros es el arquitecto de su propia vida, que Dios nos bendecirá en proporción con nuestra fidelidad y diligencia20.

Sé sin duda alguna que el Señor va a engrandecer más a los Santos de los Últimos Días y que los va a bendecir más abundantemente en el futuro de lo que hasta ahora los ha bendecido, siempre que, desde luego, seamos humildes y diligentes; siempre que busquemos lograr el progreso del reino de Dios y no hacer nuestra propia voluntad. Tenemos el Evangelio de Jesucristo que se ha restaurado; tenemos el plan de vida y salvación; tenemos las ordenanzas del Evangelio no sólo para los vivos sino también para los muertos. Tenemos todo lo que hace falta no sólo para nuestra propia salvación, sino para que en verdad seamos “salvadores en el monte de Sión” [véase Abdías 1:21] y entremos en los templos de nuestro Dios, y salvemos a nuestros antepasados que han muerto sin el conocimiento del Evangelio21.

Si somos leales, si somos fieles, si somos dignos de este Evangelio, del que Dios nos ha dado un testimonio, no habrá peligro de que el mundo nos haga daño. Ningún mortal podrá lastimarnos nunca, mis hermanos y hermanas, excepto nosotros mismos. Si no servimos a Dios, si no hacemos lo correcto, entonces nosotros mismos nos despojaremos de la capacidad y del poder necesarios para progresar, para aumentar nuestra fe y nuestro conocimiento, y para tener poder con Dios y con los justos22.

No está fuera de lugar predecir que el pueblo de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días continuará progresando y prosperando, espiritual y temporalmente, en tanto (1) guarden los mandamientos de Dios y (2) anden por el camino que Él les señale por medio de sus siervos inspirados que poseen el santo sacerdocio. Son un pueblo cuya fe, enseñanzas, frugalidad y progreso temporal y espiritual será una bendición y una ventaja para toda la nación; un pueblo al que nadie tiene que temer, sino por el contrario, bendecir y recibir bien, por motivo de que buscan hacer la voluntad del Señor, así como tratar a todas las personas de conformidad con los principios de justicia y de rectitud; un pueblo fiel y respetuoso de la ley, obediente a las normas y a las reglamentaciones de los gobiernos justos de la tierra y al vivificante Evangelio de Jesucristo, establecido y restaurado por conducto de José Smith mediante la visitación de Dios y de Su Hijo Jesucristo, que está a la cabeza de la grande y maravillosa obra a la que estamos consagrados. Su lema es “Verdad y Libertad”, y desean hacer llegar éstos a todo el género humano, y hacer partícipes a todos los seres humanos de la influencia de paz y de rectitud que acompañan al Evangelio verdadero de Jesucristo, el único medio por el cual se pueden establecer la paz y la hermandad de los hombres en todo el mundo23.

Sugerencias para el estudio y el análisis

  • ¿Cuál es el destino de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días?

  • ¿Qué evidencia hay en la actualidad de que los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días han llegado a ser “un pueblo fuerte”? ¿Por qué ha experimentado la Iglesia tan enorme crecimiento?

  • ¿Qué podemos aprender de los esfuerzos que realizaron los primeros santos por vencer los obstáculos y edificar el reino de Dios?

  • ¿Qué comparación hay entre los adelantos de la Iglesia en los tiempos del presidente Grant y los adelantos de ella en la actualidad?

  • ¿Por qué es útil para usted saber que la Iglesia “ha sido establecida por última vez y nunca será dada a otro pueblo ni nunca será destruida”?

  • ¿Cómo podemos hacer nuestra aportación al cumplimiento del destino de la Iglesia? ¿De qué forma pueden los padres ayudar a sus hijos para que “se capaciten y se preparen” para hacer su aportación personal a ese destino?

Notas

  1. En Conference Report, abril de 1902, pág. 80.

  2. Deseret News, 6 de junio de 1931, sección de la Iglesia, pág. 8.

  3. En Conference Report, octubre de 1937, pág. 8.

  4. Gospel Standards, compilado por G. Homer Durham, 1941, pág. 87; los párrafos se han cambiado.

  5. En Conference Report, octubre de 1919, pág. 15.

  6. Mensaje de la Primera Presidencia, en Conference Report, abril de 1942, pág. 91; leído por el presidente J. Reuben Clark Jr.

  7. Gospel Standards, pág. 18.

  8. Gospel Standards, pág. 240.

  9. Gospel Standards, págs. 84–85.

  10. En Conference Report, octubre de 1924, pág. 7.

  11. En Conference Report, octubre de 1924, pág. 8.

  12. Gospel Standards, pág. 94.

  13. En Conference Report, abril de 1934, pág. 7.

  14. “Hyrum Smith and His Distinguished Posterity”, Improvement Era, agosto de 1918, pág. 855.

  15. Gospel Standards, pág. 87.

  16. Gospel Standards, págs. 85–86.

  17. En Conference Report, octubre de 1923, pág. 161.

  18. En Conference Report, abril de 1909, pág. 113.

  19. En Conference Report, octubre de 1924, pág. 3.

  20. Gospel Standards, págs. 74–75.

  21. Gospel Standards, págs. 94–95.

  22. Gospel Standards, pág. 86.

  23. Gospel Standards, págs. 101–102.