Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia
La voz apacible y delicada de la revelación


Capítulo 20

La voz apacible y delicada de la revelación

Si vivimos de conformidad con el Evangelio, recibiremos la luz, la inspiración y la guía del Santo Espíritu.

De la vida de Heber J. Grant

El presidente Heber J. Grant dijo: “Nada tiene valor para mí en comparación con contar con el Espíritu de Dios para que me guíe”3. Hizo esta afirmación hacia el final de una larga vida en la que había sido bendecido con la compañía del Espíritu Santo. “Sé como sé que vivo”, dijo en una ocasión, “que [Dios] me ha guiado desde que era niño, que Él ha oído y contestado mis oraciones, que he tenido revelaciones… del Señor y que me he esforzado por llevarlas a cabo”2.

Además de haber recibido guía con respecto a su vida personal, el presidente Grant recibió revelaciones como Presidente de la Iglesia para guiar a ésta en forma global. Una de ellas se le manifestó poco después de haber sido apartado en calidad de Presidente de la Iglesia cuando buscó saber la voluntad del Señor para nombrar a un nuevo miembro del Quórum de los Doce Apóstoles. Al meditar en esa responsabilidad, sus pensamientos se volvían reiteradamente a su amigo de toda la vida Richard W. Young, un fiel Santo de los Últimos Días y un líder de comprobada eficacia. El presidente Grant habló de esa posibilidad con sus consejeros, quienes apoyaron su decisión. Cuando por fin se sintió seguro de esa resolución, anotó en un papel el nombre de su amigo, el cual llevó a la reunión semanal de la Primera Presidencia con el Quórum de los Doce que se realizaba en el templo. Sin embargo, cuando estaba a punto de presentar el nombre a los hermanos, no pudo hacerlo, y, en lugar de presentar el nombre de Richard W. Young, presentó el nombre de Melvin J. Ballard, un hombre al que casi no conocía3. Posteriormente, el presidente Grant contó del impacto que aquella experiencia surtió en él:

“He sentido la inspiración del Dios viviente que me ha guiado en mi trabajo. He sabido, como sé que vivo, desde el día en el que escogí a un hombre prácticamente desconocido para mí para ser uno de los apóstoles, en lugar de a mi queridísimo amigo de toda la vida, que tengo derecho a recibir la luz, la inspiración y la orientación de Dios para dirigir Su obra aquí sobre la tierra”4.

Enseñanzas de Heber J. Grant

Si guardamos los mandamientos y servimos al Señor, el Espíritu Santo será nuestro compañero constante y nuestra guía.

El Señor da a muchos de nosotros la voz apacible y delicada de la revelación, la cual se manifiesta de un modo tan vívido y poderoso como si fuese un sonido intenso. Llega a toda persona, según sus necesidades y su fidelidad, para guiarla con respecto a los asuntos que atañen a su propia vida.

En lo que toca a la Iglesia en su totalidad, llega a los que han sido ordenados para hablar por toda la Iglesia. El conocimiento cierto que tenemos de que la influencia del Señor puede sentirse en todos los caminos de la vida, según nuestras necesidades y nuestra fidelidad, se encuentra entre las mayores bendiciones que Dios otorga a los hombres5.

Me regocijo… por que cada Santo de los Últimos Días, cada humilde hijo o hija de Dios que ha aceptado el Evangelio y se ha convertido en miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días ha recibido el testimonio del Espíritu Santo; asimismo, me regocijo por que se encuentran en la Iglesia el don de lenguas, el don de profecía, el don de sanidad y otros dones y bendiciones, y no son sólo privilegio de los hombres que ocupan puestos de responsabilidad en la Iglesia. He oído algunos de los discursos más eficaces, más poderosos y magníficos de mi vida de hombres que no han ocupado ningún cargo oficial…

No es el puesto ni la preparación académica lo que da el Espíritu de Dios, sino guardar los mandamientos de Dios Todopoderoso, ser manso de corazón y desear cumplir los mandamientos de Dios en nuestra vida y en nuestro comportamiento diario6.

Les suplico, mis amigos, les imploro, mis hermanos y hermanas, individual y colectivamente, que vivan de manera tal que el Santo Espíritu de Dios sea su compañero constante, para que les ilumine la mente y les avive el entendimiento, y les inspire el deseo de trabajar con todas las fuerzas y con toda la capacidad que Dios les ha dado para llevar a cabo Sus propósitos7.

Busquen al Señor y Él estará con ustedes. Si no buscamos al Señor, no hay seguridad para ninguno de nosotros. Ningún hombre ni ninguna mujer que busque el Espíritu de Dios y siga sus indicaciones podrá fallar8.

La inclinación de demasiados hombres es practicar aquello que satisface los apetitos y las pasiones; pero los requisitos del Evangelio son de índole tal que no se nos permite satisfacer nuestros apetitos, pues se nos requiere ejercer el autodominio para vencer esos apetitos y pasiones. Si examinamos los requisitos, como por ejemplo, la Palabra de Sabiduría, hallaremos que obedecerlos aumenta nuestra fortaleza intelectual y nuestra fortaleza física, y nuestros respectivos tabernáculos de barro se hacen moradas apropiadas para el Santo Espíritu de Dios. Progresamos y nos hacemos más santos cuando sujetamos debajo de nuestros pies las pasiones y los apetitos que son contrarios a la disposición y la voluntad de nuestro Padre Celestial9.

Si alguno carece del Espíritu de Dios, dedíquese a trabajar por el progreso del reino de Dios y tendrá el Espíritu de Dios10.

En la misma medida en que ustedes y yo nos esforcemos por guardar los mandamientos de Dios, seremos bendecidos con la luz y la inspiración del Espíritu de Dios Todopoderoso11.

He descubierto que cuando los hombres sirven a Dios y guardan Sus mandamientos crecen en el conocimiento de la verdad, se fortalecen y se vuelven más inteligentes gracias a la abundante efusión de Su Santo Espíritu12.

Si no cumplimos con nuestros deberes, el Espíritu Santo se retirará de nosotros, no importa cuán bendecidos hayamos sido en el pasado.

Así como el dejar de comer hará que nuestro cuerpo físico se reduzca y muera, del mismo modo, el dejar de alimentar nuestra naturaleza espiritual le producirá la muerte13.

Cuando las personas se vuelven descuidadas e indiferentes, cuando quebrantan la Palabra de Sabiduría, cuando dejan de asistir a las reuniones, cuando dejan de enseñar a sus hijos el Evangelio de Jesucristo por precepto y por ejemplo y se alejan de la fe, el Espíritu de Dios se retira de ellas y quedan en las tinieblas14.

Como Santos de los Últimos Días, que hemos recibido el testimonio del Evangelio, recae sobre nosotros la responsabilidad de aumentar ese testimonio, lo cual lograremos al guardar los mandamientos de Dios; y les afirmo que la persona que progresa cada día de su vida es la que cumple todos los días con los sencillos deberes que tiene la responsabilidad de cumplir. No es el testimonio que hayamos tenido, ni son las muchas visiones que hayamos recibido. ¡Vamos!, los hombres que por encima de todos los hombres fueron abundantemente bendecidos al haber visto ángeles, al haber visto incluso a nuestro Señor y Salvador Jesucristo, como lo fueron Sidney Rigdon y Oliver Cowdery, no se conservaron firmes ni incólumes en la Iglesia por causa de esas extraordinarias bendiciones y manifestaciones. Pero los hombres que guardaron los mandamientos de Dios, los hombres que fueron fieles en sus oraciones, los hombres que apoyaron y respetaron el sacerdocio de Dios en todo tiempo y en todas las circunstancias, los hombres que obedecieron la Palabra de Sabiduría, los hombres que pagaron sus diezmos, todos ellos siempre han sido leales y fieles y nunca han perdido el Espíritu de Dios. Sin embargo, los que se han puesto en una situación difícil al criticar, al hacer uso frecuente de bebidas alcohólicas, al “pasarlo bien” según su propia manera de pensar, al asociarse y efectuar reuniones secretas con la idea de que no se les ha tratado bien ni se les ha tenido en cuenta en forma suficiente constituyen la clase de hombres que pierden el Espíritu de Dios15.

No hay élderes que hayan subido al púlpito para hablar en la Iglesia a los que yo haya escuchado con más interés, que me hayan reconfortado tanto como los que han regresado del campo misional. Ellos llegan llenos del espíritu de la misión, llenos del Espíritu de Dios y de amor por sus semejantes… No obstante, parece, en demasiados casos, que en un tiempo muy breve después de haber regresado a casa, pierden el interés y se dedican a sus labores cotidianas, limitándolas a sus asuntos inmediatos.

Es evidentemente indispensable que ustedes y yo, si esperamos recibir la recompensa del servicio fiel, trabajemos con diligencia tanto en nuestro país como en el extranjero en la proclamación del Evangelio. Ninguna persona puede esperar ser activa y fuerte físicamente si no hace el adecuado ejercicio; el mismo principio rige en lo que respecta a la salud de nuestro ser espiritual. El hombre que va a la universidad a estudiar Derecho, no sólo debe aplicarse con diligencia a los estudios de esa carrera a fin de llegar a titularse en la profesión que ha escogido, sino que debe seguir estudiando con aplicación después de graduarse, o será muy poca cosa o nada en calidad de abogado. Lo mismo ocurre con el hombre que va a predicar el Evangelio y es un misionero eficaz; si no continúa ejercitándose e interesándose en el bienestar espiritual de sus semejantes después que regrese a casa, tarde o temprano perderá el Espíritu que tuvo mientras se encontraba en el campo misional16.

El pensar en los muchos que han sido maravillosamente bendecidos por el Señor y que han caído junto al camino me llena de humildad; me llena del espíritu de mansedumbre y del deseo ferviente de que busque yo siempre conocer la disposición y la voluntad de Dios, y guarde Sus mandamientos en lugar de hacer mis propios deseos17.

Una vez que aprendemos la voluntad de Dios mediante la inspiración del Espíritu Santo, tenemos el deber de llevarla a cabo.

El guardar los mandamientos de Dios nos hará llegar la luz y la inspiración de Su Espíritu. Entonces, los deseos de nuestro corazón serán conocer la disposición y la voluntad del Señor, y pediremos en oración tener la fortaleza y la capacidad indispensables para llevarla a cabo y seguir de ese modo los pasos de nuestro Señor y Maestro Jesucristo18.

Comprendo que todos tenemos nuestras debilidades y que hacemos y decimos muchas cosas que no son agradables ante los ojos de nuestro Padre Celestial; sin embargo, si deseamos por encima de todas las demás cosas que son de esta tierra saber la disposición y la voluntad de Dios, y si, después de haber aprendido la disposición y la voluntad de nuestro Padre Celestial, deseamos tener la firmeza de carácter necesaria para llevarlas a cabo, sé que Dios nos ayudará y que, al ir avanzando en edad e ir aumentando en conocimiento y en entendimiento, también aumentará en nosotros el poder y la capacidad para cumplir Su voluntad19.

Sin la luz y la guía del Espíritu de Dios, la obra de Dios sobre la tierra no podría prosperar; se derrumbaría y se haría pedazos. Pero existe en el alma de las personas el conocimiento constante y perdurable que las une y las consolida. Cuando oyen la voz del verdadero pastor, la reconocen y están listas y dispuestas a seguirla20.

No hay nada que haga experimentar regocijo a persona alguna como hacer las cosas que lleguen a ser su responsabilidad y que son agradables a la vista de Dios. Venimos a esta tierra para hacer la disposición y la voluntad del Señor, y nos corresponde a todos y a cada uno vivir de manera tan digna que tengamos derecho a recibir las revelaciones de Su Espíritu, y que, cuando las recibamos, tengamos la valentía y la determinación imprescindibles para llevarlas a cabo21.

Es el deber de todo Santo de los Últimos Días buscar la luz y la inspiración del Espíritu de Dios, y, después de haberlo recibido, utilizar toda la capacidad que posea para trabajar por el progreso de la obra de Dios. Nunca sean hallados entre las personas que procuran ver cuán poco pueden hacer, sino que siempre sean hallados entre las personas que procuran ver cuánto pueden realizar. Aspiren a efectuar mucho22.

Ruego que la luz y la inspiración de Dios sean nuestra guía y nuestros compañeros constantes. Suplico que aumentemos en el Espíritu de Dios y en el testimonio del Evangelio, así como en el poder y la capacidad para llevar a cabo los propósitos de nuestro Padre Celestial aquí, sobre la tierra; y que aumente nuestro deseo de hacerlo así es mi oración y mi anhelo23.

Sugerencias para el estudio y el análisis

  • ¿Por qué es importante comprender que la revelación llega a las personas individualmente de acuerdo con sus propias necesidades? ¿De qué modo puede la revelación guiar a los padres, a los maestros y a los líderes de la Iglesia en sus responsabilidades específicas? ¿Qué consecuencias puede tener el que personas afirmen recibir revelación que exceda a su propia esfera de responsabilidad?

  • ¿Por qué es la obediencia a los mandamientos un requisito para contar con la compañía constante del Espíritu Santo? ¿Por qué recibimos la influencia del Espíritu cuando “nos dedicamos a trabajar por el progreso del reino de Dios”?

  • ¿Cómo podemos reconocer “la voz apacible y delicada de la revelación” y distinguirla de las demás influencias? (Véase D. y C. 6:15, 22–23; 8:2–3; 11:13–14.)

  • ¿Qué experiencias ha tenido usted en las que haya seguido la inspiración del Espíritu? ¿De qué modo el hecho de haber seguido los susurros del Espíritu Santo le han brindado paz y orientación en su vida personal? ¿En su vida familiar? ¿En sus asignaciones de la Iglesia? ¿En su trabajo?

Notas

  1. En Conference Report, octubre de 1944, pág. 13.

  2. En Conference Report, octubre de 1938, pág. 142.

  3. Véase Francis M. Gibbons, Heber J. Grant: Man of Steel, Prophet of God, 1979, págs. 174–175; véase también Bryant S. Hinckley, Sermons and Missionary Services of Melvin Joseph Ballard, 1949, págs. 75–76.

  4. Gospel Standards, compilado por G. Homer Durham, 1941, págs. 196–197.

  5. Gospel Standards, pág. 30; los párrafos se han cambiado.

  6. Gospel Standards, págs. 43–44.

  7. En Brian H. Stuy, compilador, Collected Discourses Delivered by President Wilford Woodruff, His Two Counselors, the Twelve Apostles, and Others, 5 tomos, 1987–1992, tomo I, pág. 81.

  8. Discurso pronunciado el 22 noviembre de 1924; citado en un manuscrito inédito de Truman G. Madsen, nieto del presidente Grant.

  9. “On Overcoming Appetites”, Improvement Era, abril de 1945, pág. 179.

  10. “How to Be ‘Saved’ ”, Improvement Era, marzo de 1945, pág. 123.

  11. En Collected Discourses, tomo V, pág. 256.

  12. En Conference Report, abril de 1912, pág. 107.

  13. Gospel Standards, pág. 98.

  14. En Conference Report, abril de 1912, pág. 107.

  15. En Collected Discourses, tomo IV, págs. 356–357.

  16. En Collected Discourses, tomo I, págs. 335–336.

  17. Gospel Standards, pág. 36.

  18. En Conference Report, octubre de 1899, pág. 18.

  19. En Conference Report, octubre de 1898, págs. 34–35.

  20. Gospel Standards, pág. 375.

  21. “Laid to Rest: The Remains of President John Taylor Consigned to the Grave”, Millennial Star, 5 de septiembre de 1887, págs. 561–562.

  22. En Collected Discourses, tomo III, pág. 189.

  23. En Collected Discourses, tomo IV, pág. 358.