2022
Encontrar gozo en Su servicio
Octubre de 2022


Mensaje de Área

Encontrar gozo en Su servicio

En su discurso final al pueblo de Zarahemla y al pueblo de Mosíah, el rey Benjamín les recordó que el servicio mutuo es la manera de servir al Padre Celestial. Explicó: “Os digo estas cosas para que aprendáis sabiduría; para que sepáis que cuando os halláis al servicio de vuestros semejantes, sólo estáis al servicio de vuestro Dios” (Mosíah 2:17). Si el servicio a nuestro prójimo representa nuestro servicio a Dios, entonces podríamos preguntarnos, ¿qué desea Él y cómo podemos ayudarlo? Las Escrituras nos recuerdan que la obra y la gloria de Dios es “llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna…” (Moisés 1:39), de Sus hijos. Su obra, dijo el élder Bednar, “se enfoca, ante todo y siempre, en servir a las personas…”1. Él nos da oportunidades de participar en esta gran obra al invitarnos a amar y servirnos los unos a los otros.

Servir en circunstancias menos que ideales trae gozo

Hace unas semanas, yo estaba muy abrumada con varias actividades personales que estaban sucediendo en mi vida. Un compromiso previo, de ayudar a una hermana con una necesidad que tenía, se acercaba, en medio de todo lo que tenía que hacer. Me encontré pensando, casi con desesperación: ¿cómo puedo encontrar gozo en este servicio? Inmediatamente se me ocurrió otro pensamiento que me hizo replantear mi perspectiva, “¿cómo puedo encontrar gozo en Su servicio?” El presidente Nelson nos recuerda que “el gozo que sentimos tiene poco que ver con las circunstancias de nuestra vida y todo que ver con el enfoque de nuestra vida. Si centramos nuestra vida en el Plan de Salvación de Dios… y en Jesucristo y Su evangelio, podemos sentir gozo independientemente de lo que esté sucediendo —o no esté sucediendo— en nuestra vida, gracias a Él”2. Mientras reformulaba mi perspectiva, recordé que, a pesar de mis circunstancias, menos que ideales, mi voluntad de servir a los demás y centrarme en Jesucristo, me traería gozo.

El Señor engrandecerá en lo poco

A veces podemos estar tentados a sentir que nuestro “poco” nunca será suficiente para satisfacer las muchas necesidades con “lo poco” que tenemos ante nosotros. Esto puede hacer que nos retiremos o evitemos las invitaciones para brindar ayuda a alguien que lo necesite. El Salvador nos enseñó que, a través de Él, se puede engrandecer lo pequeño.

En el libro de Marcos leemos que Sus discípulos estaban cansados y hambrientos por un día agotador de enterrar a Juan el Bautista, quien fue decapitado, y otras actividades. Después de decidir ir a descansar a un lugar desierto, ellos, junto con Jesús, fueron interceptados por un grupo de personas que los vieron partir. Jesucristo, teniendo compasión de la gente, a pesar de Su propio dolor y fatiga, enseñó y alimentó a la multitud hasta que terminó el día.

“Y cuando ya era muy avanzada la hora, Sus discípulos se acercaron a Él, diciendo: El lugar es desierto y la hora ya muy entrada.

“Despídelos para que vayan a los campos y las aldeas de alrededor y compren para sí pan, porque no tienen qué comer.

“Y respondiendo Él, les dijo: Dadles de comer vosotros. Y Le dijeron: ¿Quieres que vayamos y compremos pan por doscientos denarios y les demos de comer?

“Y Él les dijo: ¿Cuántos panes tenéis? Id y vedlo. Y al saberlo, dijeron: Cinco, y dos peces.

“Y se recostaron por grupos, de ciento en ciento, y de cincuenta en cincuenta. Y tomando los cinco panes y los dos peces, y mirando al cielo, bendijo y partió los panes, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante; y repartió entre todos, los dos peces.

“Y comieron todos y se saciaron.” (Véase Marcos 6:35–38; 40–42.)

La simple pregunta de Cristo a los discípulos resultó ser heurística: “¿Cuántos panes tenéis?”. Cuando se presentan las oportunidades de servir, solo se nos requiere que traigamos lo que tenemos, sin importar cuán pequeña sea nuestra ofrenda. Podemos hacer esto como lo demostró el Salvador, al mirar hacia el cielo, a través de la oración. Cristo tomará nuestro poco tiempo, nuestros pocos recursos, nuestro poco conocimiento, incluso nuestra poca fe, y los magnificará para satisfacer las necesidades de la multitud.

Cuando levantamos la carga de los demás, nuestra carga se aligera

Hace unos meses, mientras participaba en una actividad de servicio, pude observar a una hermana que estaba embarazada. Me preguntaba cuánto sería capaz de ofrecer, mientras llevaba una carga tan exigente físicamente. La agilidad y energía con la que esta hermana se movía para ayudar a levantar una carga, para otra que necesitaba alivio, parecía haber aligerado su propia carga. El presidente Spencer W. Kimball (1895–1985), observó: “Sólo cuando levantas una carga, Dios levantará tu carga. ¡Paradoja divina! El hombre que se tambalea y cae, porque su carga es demasiado grande, puede aligerar esa carga, al tomar el peso de la carga de otro”3.

Aunque las oportunidades de servicio pueden presentarse en momentos inoportunos, cuando tenemos muy poco para dar y nuestras propias cargas nos abruman, podemos cuidar de los demás al llevar nuestra ofrenda al Señor. Al mirarlo a Él, Él nos ayudará a amar y servir a nuestro prójimo. Doy testimonio de que Jesucristo vive y tiene el poder de engrandecer lo poco para llenar todo lo que está a nuestro alcance. Cuando nos volvemos a Él, podemos estar seguros de que Él aliviará nuestras cargas y nos brindará una manera de avanzar.