2022
¿Agobiados? Mantengan su mira en Cristo
Octubre de 2022


“¿Agobiados? Mantengan su mira en Cristo”, Liahona, octubre de 2022.

Jóvenes adultos

¿Agobiados? Mantengan su mira en Cristo

Cuando mis responsabilidades como miembro de la Iglesia me parecieron abrumadoras, Cristo me cambió el corazón y me ayudó a entender los principios de Su evangelio.

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Una mujer haciendo varias tareas a la vez

Si tuviera que resumir estos últimos años en una sola palabra, sería agotamiento. Sentía que todo era demasiado —incluso, en ocasiones, mis responsabilidades como miembro de la Iglesia—, por lo que me resultaba difícil saber de qué debía preocuparme o en qué debía invertir mi poca energía.

El presidente Russell M. Nelson nos ha invitado sabiamente a “volver cada vez más el corazón, la mente y el alma hacia nuestro Padre Celestial y Su Hijo, Jesucristo”1 durante estos tiempos difíciles.

Al tratar de aplicar ese consejo en mi vida, al principio me sentía más abrumada, al pensar que debía seguir cada norma de manera perfecta para que mis esfuerzos marcaran una diferencia. Sin embargo, el Espíritu me recordó tiernamente que “no se exige que un hombre corra más aprisa de lo que sus fuerzas le permiten” (Mosíah 4:27). Me di cuenta de que debía centrarme primero en lo primero: en Cristo.

El profeta José Smith enseñó: “Los principios fundamentales de nuestra religión son el testimonio de los Apóstoles y de los profetas concernientes a Jesucristo: que murió, fue sepultado, se levantó al tercer día y ascendió a los cielos; y todas las otras cosas que pertenecen a nuestra religión son únicamente apéndices de eso”2.

Fortalecer mi comprensión sobre Cristo me ha ayudado a edificar mi testimonio de Sus enseñanzas centrales del Evangelio, lo cual me ha ayudado a entender el porqué detrás de todo lo que se nos manda y se nos aconseja hacer: todo señala a Cristo.

Comprender a Cristo

En la parábola de los talentos (véase Mateo 25:14–30), un señor da a tres siervos una porción de sus bienes antes de partir en un largo viaje. Cuando regresa, dos de los siervos habían invertido sus talentos y habían sido bendecidos, mientras que el tercero había escondido su talento y fue echado.

Tal vez nos preguntemos cómo sabían los siervos qué hacer con los talentos que se les dieron. Los tres tenían “capacidad” (Mateo 25:15) y sabían invertir, pero el tercero decidió no usar su conocimiento. Entendía su labor, pero tal vez no comprendía a su señor.

Al tener un firme entendimiento sobre Cristo, no tendremos que ser “compelido[s] en todo”, sino que conoceremos a Cristo y Sus enseñanzas lo suficientemente bien como para “hacer muchas cosas de [nuestra] propia voluntad y efectuar mucha justicia” (Doctrina y Convenios 58:26–27). A menudo, cuanto más lo conocemos, tanto más reflejan nuestras acciones Su voluntad para nosotros.

El Señor espera que utilicemos nuestras habilidades para aprender de Él y emular el comportamiento semejante al de Cristo en nuestra propia vida; en esencia, espera que lleguemos a ser como Él3.

Aprender de Él

Aprender de Cristo es un esfuerzo eterno y Él nos apoya en cada paso. En el campo de la educación, hay un concepto conocido como andamiaje. Los docentes utilizan este concepto para ayudar a los alumnos a obtener una mayor comprensión y mayor independencia a medida que aprenden4. Del mismo modo, podríamos decir que Cristo, como Maestro de maestros, utiliza el andamiaje para ayudarnos a crecer en Su evangelio y “aprende[r] de [Él]” (Mateo 11:29; véase también el versículo 28; Doctrina y Convenios 19:23).

Como discípulos de Jesucristo, continuamente fortalecemos nuestra comprensión de lo que sabemos y añadimos a ese conocimiento “línea por línea, precepto por precepto” (2 Nefi 28:30). Al fortalecer nuestra comprensión de Cristo, Él puede confiarnos más conocimiento, “pues a quien reciba, le daré más” (2 Nefi 28:30).

Pensemos en cómo se nos enseña cuando somos niños. Los niños pequeños requieren recordatorios constantes para ayudar a fortalecer su comprensión de lo que sus padres ya les han enseñado; en el patio de recreo, tal vez sea necesario recordar a un pequeñito más de una decena de veces que no se lleve tierra a la boca. Sin embargo, a medida que crecen y maduran, también lo hace su comprensión de esos principios, y sus padres pueden ayudarles a aprender algo nuevo.

Habrá ocasiones en las que retrocedamos y tal vez necesitemos que se nos enseñe algo nuevamente, pero así es el andamiaje: todos los alumnos necesitamos la ayuda de nuestro Maestro de maestros. Cristo llevó a cabo la Expiación para que, con humildad y fe, podamos acudir a Él por medio del arrepentimiento y que se nos enseñe de nuevo.

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Una mujer sostiene una imagen de Jesucristo

Seguir Sus mandamientos

Como parte de la educación que el Padre Celestial y Cristo nos imparten, recibimos guía en cuanto a vivir rectamente. En ocasiones, esa guía incluye pautas específicas que debemos seguir. Podríamos considerar estas pautas como parte del andamiaje de Cristo: instrucción específica para ayudarnos a fortalecer nuestra comprensión de los principios del Evangelio que representan.

Consideren, por ejemplo, el principio del Evangelio de la modestia. El cuadernillo Para la Fortaleza de la Juventud ofrece una definición muy específica y comprobable sobre la ropa inmodesta: “cualquier prenda que sea ajustada, transparente o provocativa de cualquier otra manera”5. Al seguir esa pauta, esta puede ayudarnos a fortalecer nuestra comprensión de todo lo que realmente es la modestia: una actitud de humildad, de decencia y de “glorifica[r] […] a Dios” (1 Corintios 6:20)6, hasta que nuestros corazones cambien y nuestras acciones para acercarnos más a Cristo se conviertan en un hábito natural.

Al aplicar ese cambio de mentalidad a todas las “cosas por hacer” que creía que tenía que lograr en el Evangelio, mis crecientes sentimientos de agotamiento comenzaron a cambiar por sentimientos de fe. Mis cargas se sintieron más ligeras al concentrarme en los principios centrales del Evangelio que cada mandamiento o cada “cosa por hacer” representaba. El diezmo me enseñó a aplicar la ley de consagración en mi vida. Asistir a la Iglesia cada semana para tomar la Santa Cena se convirtió en una lección sobre la expiación del Salvador. De repente, sentí el espíritu de las leyes de Dios en mi vida, y no tan solo la letra de la ley.

Permitir que Él nos cambie el corazón

Al centrarnos en el Salvador y permitir que Él nos cambie el corazón, la imagen de Dios se “graba[rá] en [n]uestros semblantes”(Alma 5:19). Él desea no solo que lo sigamos, sino que lleguemos a ser como Él, que pensemos y actuemos como Él lo haría, que lo conozcamos.

En la parábola de los talentos (véase Mateo 25:14–30), ¿cómo podría el último siervo afirmar conocer a su señor y sin embargo hacer exactamente lo contrario a la voluntad de este? Puede que haya entendido a su señor a nivel superficial, como un “hombre duro” (Mateo 25:24), mientras que los “buen[os] siervo[s] y fiel[es]” (Mateo 25:21) comprendían la esencia de su señor.

Para conocer verdaderamente al Padre Celestial y al Salvador en Su esencia, debemos afianzar nuestra comprensión de Sus principios fundamentales del Evangelio. Cristo enseñó varios de esos principios fundamentales en Juan 3:3–21, entre ellos, Su expiación y el amor de Dios por nosotros. Aprendemos más en los dos grandes mandamientos: amar a Dios y amar al prójimo como a nosotros mismos (véase Mateo 22:37–39).

Todos los mandamientos y nuestros convenios y llamamientos en el Evangelio pueden señalarnos hacia esos principios fundamentales, que a su vez nos señalan hacia Cristo. Considera el modo en que otras enseñanzas ayudan a recalcar las verdades esenciales del Evangelio. ¿Qué te enseña la Santa Cena acerca del amor que Dios tiene por ti? ¿Qué te enseña la ministración acerca de tu amor por Dios?

Centrarse en Él

Cuando vemos los mandamientos y nuestras responsabilidades como discípulos de Cristo como meros deberes incómodos, nuestros sentimientos de agotamiento pueden hacernos cuestionar si vale la pena observarlos. Con esa forma de pensar, podríamos comenzar a sentirnos amargados y a ver los mandamientos como algo limitante e injusto. Pero entender el plan de felicidad con Jesucristo como figura central de este nos ayuda a centrarnos en el porqué de todo lo que el Señor nos pide que hagamos y puede transformar nuestras responsabilidades de insignificantes a significativas (véase Alma 12:32).

Cuando parezca imposible saber qué es importante o qué merece nuestra escasa energía, “ejercit[emos] un poco de fe” (Alma 32:27) en que Cristo es el camino y que la senda de los convenios nos conduce a Él. “[E]xperiment[emos] con [Sus] palabras […], sí, aunque no sea más que un deseo de creer” (Alma 32:27). Al hacerlo, podríamos ver cómo el Salvador es la esencia de todo, tal vez, incluso en aquellas cosas con las que tengas dificultades en el Evangelio. ¿Y si resulta que todo nos señala a Cristo, a Su sacrificio expiatorio y a Su resurrección? ¿Y si resulta que todo apunta a Su amor y al del Padre Celestial por nosotros?

Al centrar el cimiento de mi testimonio en Cristo, la carga del agotamiento se ha sentido más ligera. Todavía a veces me siento abrumada, pero volver a centrar mi corazón en Él me ayuda a darme cuenta de que lo más importante son mis esfuerzos, tanto grandes como pequeños, por acercarme más a Él cada día.

Notas

  1. Russell M. Nelson, “Una nueva normalidad”, Liahona, noviembre de 2020, pág. 118.

  2. Véase Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, págs. 51–52.

  3. Véase Robert D. Hales, “El albedrío: Esencial para el plan de la vida”, Liahona, noviembre de 2010, págs. 24–27.

  4. Véase The Glossary of Education Reform, “Scaffolding”, edglossary.org.

  5. Para la Fortaleza de la Juventud, cuadernillo, 2011, pág. 7.

  6. Véase Leales a la fe: Una referencia del Evangelio, 2004, pág. 119.