1990–1999
El Salón De Clase Común Y Corriente
Octubre 1996


El Salón De Clase Común Y Corriente:

Lugar Eficaz Para Un Progreso Firme Y Continuo

“La meta del maestro es … invitar al Espíritu y emplear las técnicas que aumenten la posibilidad de que el alumno descubra la verdad … y se sienta motivado a aplicarla.”

Hace varios meses mi esposo bautizó a una amiga nuestra. Durante el servicio, recorrí mentalmente sus años de preparación para ese acontecimiento: los principios aprendidos, observados y calladamente aceptados, el reconocimiento de la mano de Dios en los sucesos de la vida, la placentera confirmación del Espíritu al tomar decisiones difíciles pero correctas.

Recordé el pasado y me regocije en el presente, y no pude menos que pensar con confianza en el futuro.1 Esperaba de todo corazón que esta buena mujer permaneciera activamente conectada a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días el resto de su vida, que continuara aprendiendo y viviendo el Evangelio y disfrutara de la plenitud de sus bendiciones.

Esta mañana, al recordar esas esperanzas, pienso en las otras trescientas setenta y cinco mil, cuatrocientas sesenta y nueve personas que se bautizaron el año pasado, y después pienso en el resto de nosotros, los aproximadamente nueve millones que hemos entrado a las aguas del bautismo en el pasado. Aunque nuestras historias varían, antes de llegar a esa ordenanza, todos aprendimos la verdadera doctrina del Reino, sentimos el Espíritu, comprendimos cómo la doctrina se aplica a nosotros, y demostramos nuestra voluntad de tratar de vivir siempre esas verdades.

Parece ser demasiado difícil pensar en la posibilidad o la probabilidad de que no todos continuaremos adheridos a la Iglesia, viviendo sus principios2. Muchos la dejaremos y nunca regresaremos a esta feliz hermandad; algunos la dejaremos por un tiempo y después regresaremos con mas intensa gratitud por nuestra participación en el Reino de Dios sobre la tierra. La realidad de la vida es que cada uno corremos diariamente el riesgo de irnos a la deriva e incluso de volvernos inactivos.

Hay muchas cosas que nos ayudan a permanecer activos y, en esta ocasión, me gustaría hablar de una de ellas. Quisiera indicar que el salón de clase de la Iglesia es un lugar eficaz para un progreso firme y continuo en el Evangelio.

La Escuela Dominical, el sacerdocio, la Sociedad de Socorro, las Mujeres Jóvenes, la Primaria y las clases de seminario e instituto se pueden llevar a cabo en un edificio dedicado, bajo un árbol o en el hogar, pero cada clase es parte del plan de seguir aprendiendo el Evangelio toda la vida. esperar que las horas dedicadas al aprendizaje tengan gran poder en nuestra vida! En las clases de la Iglesia podemos experimentar repetidas veces aquello que nos llevó a las aguas del bautismo; es un lugar donde aprendemos la doctrina y recibimos el testimonio ratificador de su veracidad; donde llegamos a comprender cómo aplicar la doctrina en la realidad de nuestra vida diaria y cómo aceptar el desafío de cambiar nuestra vida.

El programa de estudio fundamental de todas las clases de la Iglesia lo constituyen las Escrituras3: ellas contienen las doctrinas invariables del Reino de Dios, las cuales nos guiaron a la Iglesia. Si dejamos de aprenderlas, no podremos permanecer. “… os mando que os enseñéis el uno al otro la doctrina del reino.”4

El presidente Boyd K. Packer dijo: “Si la verdadera doctrina se entiende, ello cambia la actitud y el comportamiento”5. sabemos que doctrina enseñar cada semana? La encontramos en el objetivo de la lección. Pero, llegamos a comprender la doctrina de manera que cambie nuestra actitud y nuestro comportamiento?

Para poder comprender, debemos ver cómo se aplica la doctrina. En los manuales de curso, los relatos, los ejemplos, las actividades y los juegos tienen por objeto ayudar a los alumnos a comprender la doctrina en situaciones de la vida diaria.

Por motivo de que la vida diaria de las personas varia mucho entre los ciento sesenta países donde tenemos clases organizadas, a veces los relatos y los ejemplos de los manuales pueden confundir a los alumnos. Los maestros pueden orar y hacer adaptaciones, con la precaución de que siempre reflejen la doctrina.

La meta del maestro es mas que sermonear acerca de la verdad; es invitar al Espíritu y emplear las técnicas que aumenten la posibilidad de que el alumno descubra la verdad por si mismo y se sienta motivado a aplicarla. Aunque hay quienes parecen ser maestros natos, las técnicas didácticas pueden aprenderse. ¿A quien pueden acudir los maestros para mejorar sus técnicas? ¿Podrían observar a otros maestros y aprender de ellos? ¿O quizás podrían pedirle a un buen maestro que los observara y les diera sugerencias, o a la presidencia de la Primaria, si enseñan en la Primaria, o a la presidencia de la Escuela Dominical, si enseñan en esa organización? El pedirle ayuda regular y especifica al coordinador del desarrollo del maestro del barrio pondría a su disposición multitud de fuentes de consulta 6. No tenemos que esforzarnos solos en esta Iglesia. Hay ayuda para todos. Podemos con oración y con valor tratar de aprender y practicar nuevas técnicas.

Una vez tuve una conversación con un joven, la cual nunca he olvidado. Había sido activo en la Iglesia, después completamente inactivo y posteriormente había vuelto a ser activo, V todo eso tenía que ver con dos salones de clase. El dijo: “Cuando tenía cerca de quince años, comencé a tener muchas dudas acerca de la Iglesia. Pensé que podría hacer algunas preguntas en las clases, pero no fue así. En el sacerdocio hablaban del partido de la noche anterior. En la Escuela Dominical era casi lo mismo: quizás una corta lección durante los últimos cinco minutos, cuando el maestro hacia preguntas. Hacia como un juego para adivinar las respuestas correctas de acuerdo con el manual”.

Otras cosas sucedieron también, el joven empezó a llegar tarde a su casa los sábados por la noche, las reuniones se cambiaron al horario que empezaba mas temprano, y al poco tiempo dejó de asistir. Pasaron varios años antes de que volviera a asistir a la Iglesia. Esta vez su rostro se iluminó al describir la clase de la Escuela Dominical.

“El maestro no tenía ningún atractivo, pero le emocionaba lo que enseñaba. No desperdiciaba ni un minuto. Hacia preguntas importantes. Todos tenían sus Escrituras y buscaban los pasajes, compartían ideas, se escuchaban unos a otros. Hablaban de los problemas que había en la escuela y de cómo se aplicaban a la lección. Se veía que todos los miembros de la clase eran diferentes entre si, pero tenían algo asombroso en común: estaban interesados en aprender el Evangelio. Después de cinco minutos, comprendí que ese era el lugar en el que yo debía estar”.

¡Que diferencia hubo entre esas dos experiencias! Imagínense cientos de miles de clases dominicales, cada una con un maestro que entiende que “recae sobre el alumno la responsabilidad del aprendizaje. Por lo tanto, es a el a quien se debe poner en acción. Si el maestro es la estrella del espectáculo, si sólo habla el y se encarga de todo, es por seguro que esta interfiriendo con el aprendizaje de los miembros de la clase”7.

Un buen maestro no piensa: “¿Que haré hoy en clase?”, sino, “¿Que harán mis alumnos hoy en clase?” No piensa: “¿Que enseñaré hoy?”, sino, “podré hacer que mis alumnos se den cuenta de lo que tienen que saber?”8 El buen maestro no desea que los alumnos salgan de la clase hablando de lo maravilloso y extraordinario que es el maestro, sino que hablen de lo magnifico que es el Evangelio.

El aprendizaje se lleva a cabo mejor en un ambiente de confianza y seguridad. Eso significa que se respetan las preguntas y los comentarios de cada persona. Cuando nos sentimos seguros y percibimos que nos incluyen, podemos hacer preguntas que nos ayuden a comprender el Evangelio; podemos compartir conocimiento y fe que ayuden a los demás9.

Podemos tropezar sin avergonzarnos al tratar de aplicar las lecciones aprendidas. Por otro lado, cuando pensamos que debemos protegernos y defendernos o dar la apariencia de ser mas rectos de lo que somos, usamos nuestras energías en forma contraproducente y nuestro aprendizaje y el de los demás se limitan considerablemente. Tanto el maestro como los alumnos comparten la responsabilidad de mantener un ambiente de confianza y seguridad.

La hermana Janette Beckham, Presidenta General de las Mujeres Jóvenes, ha hablado con sencillez de este tema. Ella dijo:

“Es responsabilidad del maestro presentar la lección y ayudar a establecer las bases. En medio de la lección, los alumnos participan y tratan de comprender y aplicar los conceptos. Después, el maestro debe observar la hora, porque a el le pertenecen los últimos minutos de la clase. Tiene la responsabilidad de aclarar y resumir la doctrina ensenada de manera que los alumnos no salgan confundidos acerca del mensaje. En seguida, puede dar su testimonio personal del principio que se haya tratado”10.

Para concluir, quisiera que me acompañaran a visitar el salón de clases de unas jovencitas de doce y trece años. Escuchen mientras las alumnas descubren la doctrina. Noten la experiencia que les provee la maestra para que conecten la doctrina con la realidad de su vida. Sientan el testimonio del Espíritu: La maestra acerca su silla al semicírculo de cinco jovencitas.

“Tenemos una visita que esta allí fuera”, dice. “Es la hermana Jonas. Ella ha aceptado mostrarnos a su hijito recién nacido y hablarnos de lo que siente al ser madre primeriza. Al observar a la criatura, fíjense también en la mama, en cómo trate a su bebe, en lo que haga y diga. Cuando salga, hablaremos de su visita .

La hermana Jonas entra y habla durante unos siete u ocho minutos acerca de su bebe y contesta preguntas. Las jovencitas le dan las gracias y ella se va.

“El niño es hermoso, es cierto?”, comenta la maestra al escuchar los comentarios de las jóvenes. “Pero, ¿que notaron en la mama?”

Tras un minuto de silencio, una de las jóvenes dijo: “Estaba feliz”. Otra: “Mecía al niño todo el tiempo”. Varias respuestas mas, y después Katie dice: “Hablaba … con mucha suavidad”.

“¿Que mas me puedes decir de eso?”, le pregunta la maestra.

“El tono de la voz de la hermana me recuerda la de mi madre cuando el año pasado nos habló desde el hospital para decirnos que teníamos otra hermanita”.

La maestra, volviéndose a las otras jóvenes, pregunta: “¿Que piensan? ¿Alguien mas se fijó en su voz?”

Las jovencitas se vuelven mas pensativas y comienzan a responder con palabras como “reverencia”, “cielo”, “amor”.

La maestra dice: “Creo comprender. Creo que pensamos en esas palabras porque reconocemos un gran don de nuestro Padre Celestial. El nos ama y confía tanto en nosotras que esta dispuesto a compartir con nosotras Sus poderes creativos. Nosotras sentimos gratitud y reverencia por esa confianza. La maternidad es divina”.

Después de haber expuesto claramente la doctrina y su testimonio, la maestra sigue adelante y les pide a las jóvenes que mencionen las cualidades de sus propias madres, que demuestren que comprenden que la maternidad es divina. “¿Podrían ustedes practicar una de esas virtudes a fin de prepararse ahora para la maternidad; quizas al ser mas pacientes, mas bondadosas o mas positivas esta semana?”

Cada joven habla de lo que ha escogido. La maestra da su testimonio personal y se ofrece la ultima oración.

Es una clase sencilla. No hubo relatos sensacionales, ni alumnas superdotadas, sino tan sólo alumnas que fueron a la clase preparadas para participar. Tampoco hubo una maestra extraordinariamente dotada, sino una maestra que habitualmente se prepara con oración y utiliza las técnicas que les permiten a los miembros de la clase comprender y aplicar la verdadera doctrina.

La semana pasada le hable por teléfono a nuestra amiga recién bautizada para preguntarle cómo le iba. Me respondió con entusiasmo: “A mi esposo y a mi nos han llamado a enseñar la clase de los jóvenes de quince y dieciséis años, ¡y estoy aprendiendo tanto!” En seguida me sentí tranquila y emocionada. ¡Que mejor lugar para ella y para cada uno de nosotros que un salón de clase!

El presidente Hinckley nos ha dicho: “Todos estamos en esto juntos, y tenemos una gran obra por realizar. Todo maestro puede ser mejor de lo que es hoy”11. Yo agregaría: “Todo alumno puede ser mejor de lo que es hoy, y todo salón de clases también”.

Ruego que continuemos apoyándonos mediante el aprendizaje eficaz en el salón de clase, en el nombre de Jesucristo. Amén.

  1. Informe estadístico de 1995, Liahona, junio de 1996, pág. 23

  2. “Aférrense a la Iglesia y vivan sus principios, y no dudo en prometerles que serán felices y tendrán logros importantes, que tendrán motivo para arrodillarse y agradecerle al Señor todo lo que ha hecho por ustedes al brindarles las maravillosas oportunidades que tienen” (Gordon B. Hinckley, citado en el periódico Church News, 3 de agosto de 1996, pág. 2).

  3. lnstructions for Priesthood and Auxiliary Leaders on Curriculum ( 1994),1.

  4. D.y C.88:77,78,80.

  5. “Si la verdadera doctrina se entiende, ello cambia la actitud y el comportamiento. El estudio de la doctrina del evangelio mejorara el comportamiento de las personas mas fácilmente que el estudio sobre el comportamiento humano.” Packer, Boyd K., Liahona, enero de 1987, pág. 17.

  6. véase La enseñanza: El llamamiento mas importante. Instrucciones para los líderes del sacerdocio y de las organizaciones auxiliares sobre el desarrollo del maestro, 35028 002.

  7. La enseñanza del Evangelio: Un manual para los maestros y líderes del SEI, pág. 14.

  8. La enseñanza del Evangelio: Un manual para los maestros y lideres del SEI, pág. 13.

  9. Véase Romanos 1: 12.

  10. Beckham, Janette H., discurso no publicado.

  11. “Todos estamos en esto juntos, y tenemos una gran obra por realizar. Todo maestro puede ser mejor de lo que es hoy. Todo oficial puede ser mejor de lo que es hoy. Todo padre puede ser mejor padre, toda madre una mejor madre, todo esposo un mejor esposo, toda esposa una mejor esposa, todo hijo un mejor hijo. Estamos en el camino que lleva a la inmortalidad y la vida eterna y el día de hoy es parte de ella. No lo olvidemos nunca” (Gordon B. Hinckley, citado en el periódico Church News, 4 de noviembre de 1995, pag. 2).