1990–1999
El Espíritu De Profecía
Octubre 1996


El Espíritu De Profecía

“El testimonio … es, en la mayoría de los casos, el medio por el cual Dios revela la verdad a la humanidad. No se trata de un fenómeno nuevo o extraño, sino que es tan antiguo como la raza humana.”

Hace ciento setenta y seis años ocurrió un hecho que forma parte del cimiento mismo de la Restauración del Evangelio en estos postreros días. Es, en mi opinión, el suceso mas importante que ha ocurrido en el mundo desde que el Hijo de Dios salió del sepulcro como un Ser resucitado. Me refiero a aquella primera visión celestial que tuvo el profeta José Smith. La leeré:

“… Fue por la mañana de un día hermoso y despejado, a principios de la primavera de 1820. Era la primera vez en mi vida que hacia tal intento, porque en medio de toda mi ansiedad, hasta ahora no había procurado orar vocalmente.

“Después de apartarme al lugar que previamente había designado, mirando a mi derredor y encontrándome solo, me arrodille y empecé a elevar a Dios el deseo de mi corazón …”

A continuación, describe unos momentos de profunda angustia espiritual que sufrió y que lo convencieron de que las fuerzas del mal son reales y poderosas. Luego continua diciendo:

“… vi una columna de luz, mas brillante que el sol, directamente arriba de mi cabeza; y esta luz gradualmente descendió hasta descansar sobre mi.

“No bien se apareció, me sentí libre del enemigo que me había sujetado. Al reposar sobre mi la luz, vi en el aire arriba de mi a dos Personajes, cuyo fulgor y gloria no admiten descripción. Uno de ellos me habló, llamándome por mi nombre, y dijo, señalando al otro: Este es mi Hijo Amado: ¡Escúchalo!”1.

Ese singular acontecimiento cambio el futuro del mundo. La aparición del Padre y del Hijo al joven Profeta introdujo la dispensación del cumplimiento de los tiempos, dio un ejemplo del amor que Dios tiene por Sus hijos y cambió al mundo para siempre.

¿Cómo puede saber una persona con seguridad que José Smith de verdad vio al Padre y al Hijo y converso con Ellos? ¿Como puede tener la certeza de la veracidad de nuestra audaz afirmación de que en la actualidad Dios habla al mundo por medio de Sus profetas? Dios mismo nos ha dado una manera de saberlo.

Al referirse a la excelsa gloria de la Primera Visión, el presidente Gordon B. Hinckley ha dicho lo siguiente: “Mucho se ha escrito, y mucho se escribirá, con el propósito de justificarla, pues la mente finita no la puede comprender. Pero el testimonio del Espíritu Santo, que han experimentado gran cantidad de personas desde que ocurrió, testifica que es verdad, que sucedió tal como lo relató José Smith, que fue tan real como el alba en Palmyra, que es una principal piedra del ángulo, una piedra fundamental sin la cual no podría estar bien cimentada la Iglesia 2.

Repito: el testimonio del Santo Espíritu atestigua que es verdad. Esa atestación es, en la mayoría de los casos, el medio por el cual Dios revela la verdad a la humanidad. No se trata de un fenómeno nuevo o extraño, sino que es tan antiguo como la raza humana; las Escrituras están repletas de ejemplos de comunicación de Dios con el hombre. Por revelación fue que Adán y Enoc y Noé y Abraham y Moisés, y todos los santos fieles de los días antiguos llegaron a saber en cuanto a asuntos sagrados.

Nefi, el de tiempos antiguos, enseñó a su gente ese principio, diciendo:

“Y ahora bien, yo, Nefi, no puedo escribir todas las cosas que se enseñaron entre mi pueblo; ni soy tan poderoso para escribir como para hablar; porque cuando un hombre habla por el poder del Santo Espíritu, el poder del Espíritu Santo lo lleva al corazón de los hijos de los hombres.

“Pero he aquí, hay muchos que endurecen sus corazones contra el Espíritu Santo, de modo que no tiene cabida en ellos; por tanto, desechan muchas cosas que están escritas y las consideran como nada”3.

El Santo Espíritu no enseña al orgulloso, ni al obstinado, ni al indolente ni al que duda. El corazón se prepara para que se le enseñen asuntos espirituales por medio de un anhelo profundo de saber la verdad y de la fe en el Señor Jesucristo.

El Señor Jesucristo dirige Su obra en la tierra con la revelación mediante el Santo Espíritu. El poder de este Espíritu revelador mueve y motiva a un ejército de mas de cincuenta y dos mil misioneros que llevan el mensaje del Evangelio a los cuatro confines de la tierra. Cuando tienen éxito en sus labores, es por el testimonio que expresan, un testimonio acompañado y confirmado por el poder del Espíritu Santo.

El Señor describe a Sus emisarios diciendo que son débiles, indoctos y despreciados; pero promete que por medio de los esfuerzos de ellos, El va a “trillar a las naciones por el poder de [Su] Espíritu”4.

Cuando el presidente Hinckley regresó el año pasado de las Islas Británicas, nos relató una entrevista que tuvo con un periodista de los servicios radiales de la BBC de Londres. El periodista le preguntó: “mo puede esperar que la gente escuche a estos jovencitos inexpertos?” El presidente Hinckley nos comentó que interpretaba eso como “inmaduros, sin experiencia y sin roce social”. Pero le señaló al periodista que “la gente los recibe y los escucha; son sanos; son inteligentes, vivaces y … tienen aspecto aseado”5.

También nos dijo en la sesión del sacerdocio de la conferencia general de octubre del año pasado, refiriéndose a los misioneros: “Son un milagro … Hablan del corazón, con firme convicción. Cada uno es … un embajador del Señor Jesucristo. Su poder no proviene de una erudición en las cosas del mundo, sino de la fe, la oración y la humildad”6.

El mandamiento de Jesús de predicar el Evangelio a todas las naciones se obedece cuando los siervos de Dios dan testimonio, humildemente, por toda la tierra. Y el Señor responde a sus sacrificios y testifica de SUS palabras mediante la revelación.

Hace unos años, disfrute de una asignación a una conferencia de estaca como compañero menor del élder LeGrand Richards que, bajo la influencia de ese Espíritu guiador, había reorganizado la presidencia de la estaca. Mientras regresábamos, el estaba muy pensativo.

Después de un largo silencio, le preguntó si habría algo que le gustaría enseñarme. El me respondió reflexivamente: “En la Iglesia tenemos demasiadas personas que niegan el espíritu de profecía y de revelación”. Eso fue todo; no agregó nada mas. Pero al meditar sobre el llamamiento de un nuevo presidente de estaca, se me ocurrió que esta Iglesia no podría funcionar ni siquiera un día sin ese espíritu de profecía y de revelación.

Los nuestros son días en los que la fe se desvanece y hay un escepticismo que va en aumento con respecto a las cosas sagradas. Nuestra época me hace pensar en el período que precedió inmediatamente a la venida del Salvador resucitado a este continente. Aquellos eran días tenebrosos.

Mormón escribió sobre las raíces de los problemas que acosaban a los nefitas: “Y fue por el orgullo de sus corazones, por razón de sus inmensas riquezas, si, fue a causa de haber oprimido a los pobres, negando su alimento a los que tenían hambre, y sus vestidos a los que estaban desnudos, e hiriendo a sus humildes hermanos en sus mejillas, burlándose de lo que era sagrado, negando el espíritu de profecía y de revelación …”7.

Y después Mormón continua diciendo: “Y por motivo de su iniquidad, la iglesia había empezado a decaer; y comenzaron a dejar de creer en el espíritu de profecía y en el espíritu de revelación; y los juicios de Dios se cernían sobre ellos”8.

Afirmamos manifiestamente que el espíritu de revelación descansa sobre los actuales profetas, videntes y reveladores del Señor.

El presidente Spencer W. Kimball expresó, desde este mismo púlpito, su testimonio al respecto cuando dijo: “… Yo afirmo, con la mas profunda humildad, pero también con el poder y la fuerza del ardiente testimonio que hay en mi alma que, desde el Profeta de la Restauración hasta el de nuestros días, la línea de comunicación permanece ininterrumpida, la autoridad es continua y la luz radiante y penetrante sigue iluminándonos. La voz del Señor es una incesante melodía y un atronador llamado”9.

Cuando los siervos nombrados de esta Iglesia hablan por la influencia del Espíritu Santo como embajadores del Señor Jesucristo, el poder del Espíritu lleva sus palabras a aquellos cuyo corazón esta abierto a la revelación .

Cuando, con poder celestial, el testimonio llega a una persona, esta comprende muy pronto que el sacrificio personal acompaña constantemente ese testimonio. El testigo espiritual de estas cosas sagradas y las demandas de sacrificio van inevitablemente tomados de la mano. Con el tiempo, llegamos a comprender lo inevitable de ello y nos llenamos de gratitud porque es así.

El conocimiento mas importante que se pueda adquirir en esta vida es el que se recibe por revelación del Santo Espíritu. De ninguna manera quiero restar importancia al que proviene de muchos otros tipos de estudio. Pero ninguno en particular ni todo ello junto puede igualar la importancia de recibir un testimonio personal de cosas sagradas que venga por medio del Espíritu; ese testimonio brinda luz, certeza y paz.

Otra vez deseo declarar que José Smith vio al Padre y al Hijo. Este conocimiento seguro es independiente de cualquier ser mortal, porque es una convicción que he recibido del Espíritu Santo, tal como se nos promete.

El Reino de Dios en la tierra continua adelante, y tanto los misioneros como los miembros dedicados tienen la convicción, confirmada por el Espíritu Santo, de que José Smith vio a Dios el Padre y a Su Hijo Jesucristo. Continua adelante fortalecido por la seguridad que existe en el corazón de todo miembro fiel de que los que nos guían lo hacen con cl espíritu de profecía y de revelación. No debemos perder nunca ese preciado don; debemos pagar cualquier precio que se nos exija en fe y obediencia para retener esa gran bendición.En el nombre de Jesucristo. Amén.

  1. José Smith1: 14-17.

  2. “Los cimientos de nuestra fe”, Liahona, enero de 1985, pág. 44.

  3. 2 Nefi 33: 1-2.

  4. D. y C.35:13.

  5. “Misiones, templos y responsabilidades”, Liahona, enero de 1996, págs. 57-58.

  6. “Misiones, templos y responsabilidades”, Liahona, enero de 1996, págs. 57-58.

  7. Helaman 4:12.

  8. Helaman 4:23.

  9. “La palabra del Señor a Sus profetas”, Liahona, octubre de 1977, pág. 65.