1990–1999
Crezcamos En Esperanza
Octubre 1996


Crezcamos En Esperanza

“Las fuentes de la esperanza son las fuentes de la vida misma. Es por eso que la esperanza persiste, aun cuando la experiencia, la razón y el conocimiento indiquen que no hay razón para tener esperanzas.”

Mis queridas hermanas, ¡aloha! Hoy se me ha pedido que les hable acerca de la esperanza, la segunda en el gran trío de virtudes: fe, esperanza y caridad.

La hermandad de la Sociedad de Socorro, que comprende estas virtudes, nos ayudara a elevarnos y a fortalecernos unas a otras con amor, testimonio, fe y servicio. Pienso en la esperanza como una virtud diaria, modesta pero muy firme, ordinaria pero adaptable, que es tanto tierna como hermosa. Es una discreta pero poderosa fuerza para el bien que aumentara considerablemente nuestra capacidad para hacer el bien y para ser buenos.

Permítanme compararla con este ingenioso abanico/sombrero que me regalaron las Sociedades de Socorro de Tonga cuando visite sus estacas a principios de este año. Si hace calor, este abanico se puede usar para echarse aire fresco, y la forma curva que tiene genera mas aire que un abanico plano. Pero si comienza a llover, el abanico puede convertirse en un sombrero para protegerse de la tormenta.

En forma similar, la esperanza es una virtud para todas las temporadas y todas las adversidades, ya que el problema sea una tormenta o un clima sumamente agradable.

¿Que es lo opuesto a la esperanza? Naturalmente la desesperación, que viene cuando nos sentimos impotentes para influir en los acontecimientos y cuando desaparece de nuestra vida lo que le da significado. La desesperación es un tipo de desorientación tan profunda que perdemos contacto con la fuente de la vida misma.

Yo no soy muy buena jardinera; a mi esposo Ed era al que le gustaba esa tarea en nuestro hogar. Hace poco vi que un ladrillo se había caído, aplastando un pensamiento, pero parte de la flor salía de abajo del ladrillo; durante las semanas siguientes, esa flor usó su energía para crecer de lado, alrededor del ladrillo, empujando sus pequeños brotes hacia el aire y el sol, y floreciendo con sus hermosos colores púrpura y dorado. Cuando quité el ladrillo, el tallo del pensamiento estaba chueco, pero la flor era tan bella como las que la rodeaban.

Esa flor eligió vivir; experimentó la adversidad, pero escogió la vida; quedó deforme, pero decidió vivir. Nadie la hubiera culpado por darse por vencida debajo del ladrillo, pero eligió la vida.

Hermanas, las fuentes de la esperanza son las fuentes de la vida misma. Es por eso que la esperanza persiste, aun cuando la experiencia, la razón y el conocimiento indiquen que no hay razón para tener esperanzas. La esperanza no calcula las probabilidades porque es una virtud de dos caras: al igual que este abanico/sombrero, esta preparada para un clima agradable o adverso. El escoger la esperanza es escoger la vida; el escoger la esperanza es escoger el amor.

Después de dar a los antiguos israelitas las leyes y los mandamientos de Deuteronomio, el Señor les dijo:

“A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tu y tu descendencia;

“amando a Jehová tu Dios, atendiendo a su voz, y siguiéndole a el; por el es vida para ti, y prolongación de tus días” (Deuteronomio 30:1920; cursiva agregada).

¿Por que es así? ¿Por que esta la esperanza tan íntimamente enredada en las raíces de la vida misma? El Libro de Mormón nos dice que somos “… libres para escoger la libertad y la vida eterna, por medio del gran Mediador de todos los hombres, o escoger la cautividad y la muerte, según la cautividad y el poder del diablo; pues el busca que todos … sean miserables como el” (2 Nefi 2:27).

La esperanza es una de las tres grandes virtudes cristianas porque Cristo mismo es el amo de la vida y, por tanto, el amo de la esperanza. Somos libres para escoger porque desde el principio se nos hizo libres, y El respeta nuestro albedrío y nuestro derecho y capacidad para escoger. Lo que El nos ofrece es la vida, y la vida ofrece la esperanza. Cualquier otra opción es la de la muerte espiritual que nos pondrá bajo el poder del diablo.

Ahora bien, espero que sea mas clara la razón por la cual parte de esa esperanza en Cristo es la esperanza en un futuro que incluye la resurrección, la salvación y la exaltación.

Pablo explicó a los romanos que Cristo se sometió a la muerte, pero, “… habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea mas de el” (Romanos 6:9). Jesucristo, nuestro Salvador, siempre ha sido el amo de la vida, pero mediante Su sacrificio expiatorio, también llegó a ser el amo de la muerte. La muerte física no tiene dominio sobre El, y, al final tampoco sobre nosotros, por causa de El.

¡Piensen en lo que eso significa! Debido a la victoria del Salvador, nosotros también podemos salir victoriosos. Por causa de esa buena nueva, este grito triunfal desde el campo de batalla de la victoria final, podemos ver por que nuestros sacrificios diarios, nuestra esperanza ordinaria es tan fuerte, tan versátil, y por que es tan difícil convertirla en vacío y desesperación.

De hecho, no puede suceder -literalmente no podemos desesperarnos- a menos que escojamos hacerlo. Pero ya que somos mortales, la muerte es parte de la vida. Podemos escoger el alimentar la oscuridad y la muerte en nuestra vida, o alimentar el fulgor perfecto de esperanza. Podemos preocuparnos., negar la luz, rehusar aliarnos con Jesucristo, el que ya es el amo triunfante de la vida. Podemos entregar nuestra vida poco a poco al cautiverio hasta no tener ningún poder para rescatarla. Podemos cooperar con el asesinato de nuestro espíritu y la estrangulación de nuestra esperanza hasta que nos venzan el vacío y la desesperación. La muerte del cuerpo no es nada, porque la resurrección de Cristo garantiza que resucitaremos, pero El no nos puede rescatar de la muerte del espíritu a menos que decidamos aliarnos con El, con Su esperanza, con Su vida inagotable e irreprimible.

Hermanas, testifico que las fuerzas de la vida siempre son mas fuertes que las de la muerte. Si escogemos, o aun deseamos escoger, incluso si esperamos tener el deseo (le escoger, ponemos en operación fuerzas potentes de vida que son dirigidas por Jesucristo mismo. El dará a aquellos tiernos brotes de vida la fuerza y energía que los hará florecer. Escuchen las promesas de amor y esperanza que tiene por nosotros. Sientan la esperanza que dan de que con El podremos vencer al mundo.

“Yo soy la puerta”, dijo El; “el que por mi entraré, será salvo”. En contraste con el ladrón de la vida, que viene sólo a hurtar, matar y destruir, Jesucristo viene para que tengamos vida, y para que la tengamos en abundancia. “Yo soy el buen pastor”, nos asegura; “el buen pastor su vida da por las ovejas” (Juan 10:911).

El salmista cantó, maravillándose:

“¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?

“Si subiere a los cielos, allí estas tu; Y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tu estas.

“Si tomaré las alas del alba y habitaré en el extremo del mar,

“Aun allí me guiara tu mano, y me asirá tu diestra” (Salmos 139:710) .

Y en nuestros propios días, Jesucristo nos habló a todos por medio de José Smith: “Y como dije a mis apóstoles, así os digo a vosotros,

Vosotros sois los que mi Padre me ha dado; sois mis amigos” (D. y C. 84:63). Y “… los poseeré y serán míos el día en que yo venga para integrar mis joyas” (D. y C. 101:3).

Mis muy queridas hermanas, ¡escojan la vida aunque sean fuertes las fuerzas de la muerte!

¡Escojan la esperanza aunque la desesperación este muy cerca! ¡Escojan crecer aunque las circunstancias les opriman! ¡Escojan aprender aunque tengan que luchar contra su propia ignorancia y la de los demás! Escojan amar, aunque estos sean días de violencia y venganza. Escojan perdonar, orar, bendecir la vida de otra persona con bondad sencilla. Escojan edificar la hermandad de la Sociedad de Socorro, elevándose y fortaleciéndose mutuamente con amor, testimonios fe y servicio. Les prometo que sentirán el abundante amor del Salvador.

El recibe cada acto de misericordia que se hace a uno de sus mas pequeños como si se lo hiciéramos a el, y a cambio contraviene la desesperanza, el cansancio, la desesperación y el vacío.

El apóstol Pablo preguntó: “¿Quien nos separara del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?” Y después dio su magnífica respuesta:

“Antes, en todas estas cosas somos mas que vencedores por medio de aquel que nos amó.

“Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, “ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:35, 3739).

Testifico que mi Cristo es mi esperanza; El es mi esperanza en las lluviosas mañanas y en las oscuras noches, y al enfrentar la muerte y la desesperación. Doy este vivo testimonio en Su santo nombre, aún el de mi Señor y Salvador Jesucristo. Amen.