2021
“Yo os guiaré”
Julio de 2021


Ven, sígueme

Doctrina y Convenios 77–80

“Yo os guiaré”

Aunque seamos como niños pequeños espiritualmente, el Señor nos guiará, si confiamos en Él.

Imagen
mission president meeting with missionary

El misionero dijo que el Espíritu le susurró que yo lo ayudaría a hallar la respuesta.

Ilustraciones por David Malan.

En Doctrina y Convenios 78:17–18, el Salvador dice:

“De cierto, de cierto os digo, sois niños pequeños, y todavía no habéis entendido cuán grandes bendiciones el Padre tiene en sus propias manos y ha preparado para vosotros;

“y no podéis sobrellevar ahora todas las cosas; no obstante, sed de buen ánimo, porque yo os guiaré. De vosotros son el reino y sus bendiciones, y las riquezas de la eternidad son vuestras”.

Al pensar en nuestras experiencias en la vida, ciertamente cada uno de nosotros recordará ocasiones en las que el Señor nos haya guiado.

La fe de un misionero

Recuerdo una ocasión en la que el Señor guio a varias personas; yo prestaba servicio como presidente de la Misión Brasil Porto Alegre Sur. Uno de nuestros misioneros tenía un problema de salud llamado paladar hendido, por el cual nunca había recibido tratamiento. Cuando hablaba, el aire pasaba por el paladar y salía por la nariz. Las demás personas tenían dificultades para entender lo que decía.

Aquel joven élder me indicó que había orado en cuanto al problema; dijo que el Espíritu le había susurrado que yo lo ayudaría a hallar la respuesta. Su fe simple, pero resuelta, me inspiró. Acudí a Dios para recibir ayuda al buscar la solución.

Se podría corregir el problema mediante una cirugía sencilla, pero el efectuarla no era un proceso sencillo; si lo hacíamos a través de médicos privados, sería muy costoso para la familia del misionero. Por otra parte, recurrir al sistema de salud pública requeriría varias citas médicas, y lo más probable era que se agotarían los meses restantes de su misión.

La fe de mi esposa

Cada vez que tengo que llevar a cabo alguna misión difícil, cuento con la fe y la ayuda de mi esposa. Le expliqué el dilema de aquel misionero y le pedí que hablara con el personal del hospital público local. ¿Había alguna manera de que la cirugía se efectuase sin costo y dentro del lapso de tiempo del que disponíamos?

Tras orar para pedir ayuda, mi esposa se dirigió al hospital. Se colocó en una larga fila de gente que aguardaba hablar con la persona que atendía al público. A medida que avanzaba la fila, mi esposa alcanzaba a oír cómo se procedía con los casos de quienes estaban más adelante. Por lo general, se indicaba a las personas que volvieran a una consulta médica seis meses después y, a veces, aún más.

Mi esposa sabía que aquello era demasiado tiempo para nuestro misionero y se sintió inspirada a dejar la fila y pasar por otra puerta, donde encontró a otro empleado del hospital. Mi esposa se identificó y explicó la necesidad que tenía nuestro misionero.

Imagen
a woman talking to a surgeon

El empleado le indicó que hablara directamente con el cirujano, quien se hallaba en el hospital ese día realizando una cirugía en otro piso. Mi esposa explicó al cirujano cuál es la labor de los misioneros y la forma en que aquel misionero sería bendecido si pudiera someterse a una operación quirúrgica para subsanar el paladar hendido.

El cirujano hizo algunas preguntas y luego dijo: “¿Podemos programar la cirugía para dentro de dos semanas?”. Él llenó un formulario del hospital en el que explicaba que la intervención era de provecho para la comunidad y que él tenía interés en efectuarla en lo personal. Entregó el formulario a su asistente y le pidió que programara la fecha.

Diez días después, el cirujano operó al misionero. Pronto el élder se halló de nuevo en el campo, alegre y hablando con claridad. Con renovado entusiasmo, reconoció que el Señor lo había guiado a través de aquello.

La experiencia de ese misionero es un testimonio de que nuestro Padre escucha nuestras oraciones y nos guía de la mano.

Sin Dios, no somos nada

Espiritualmente hablando, somos como niños pequeños. No comprendemos las grandes bendiciones que el Padre Celestial ha preparado para nosotros. Al crecer físicamente, empezamos a comprender más acerca de las leyes terrenales que rigen nuestra vida. No obstante, jamás debemos dejar que el conocimiento terrenal cobre más importancia que el comprender las grandes bendiciones que el Padre Celestial tiene reservadas para nosotros.

Moisés, un gran profeta del Antiguo Testamento, tuvo una experiencia que le mostró lo poco que sabía en realidad. Después que “vio […] el mundo y sus confines, y todos los hijos de los hombres que son y que fueron creados […] grandemente se maravilló y se asombró”. Luego Dios se apartó. Moisés quedó a solas y cayó a tierra.

“Y sucedió que por el espacio de muchas horas Moisés no pudo recobrar su fuerza natural según el hombre, y se dijo a sí mismo: Por esta causa, ahora sé que el hombre no es nada, cosa que yo nunca me había imaginado” (Moisés 1:8–10).

Si el Señor de hecho nos mostrara todo lo que podríamos hacer con Su poder, probablemente nos sentiríamos sobrecogidos. Al igual que Moisés, veríamos que sin Dios, no somos nada.

Paso a paso

Pero en lugar de sobrecogernos, el Señor nos guía paso a paso. Eso nos permite lograr mucho más de lo que podríamos lograr por nuestra cuenta.

“Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dice Jehová.

“Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isaías 55:8–9).

Tal como dice el Señor en Doctrina y Convenios 78:18, “no pod[emos] sobrellevar ahora todas las cosas”. Aún no podemos comprender todo lo que Él comprende. ¿Qué hemos de hacer, entonces? El Señor nos responde: “Sed de buen ánimo”.

El andar por la senda de los convenios con buen ánimo incluye ser humilde, como un niño. Debemos estar dispuestos a dejar que el Padre nos enseñe y nos guíe (véase Doctrina y Convenios 112:10). La vida es tan compleja que no nos es posible controlar todos los detalles de nuestra travesía; y no podemos comprender cada una de las cosas que nosotros, o nuestros seres queridos, atravesamos aquí en la tierra.

No obstante, si confiamos en el Señor y le permitimos que nos lleve de la mano, podremos lograr más en Su reino de lo que podríamos llegar a imaginar. Seremos más capaces de bendecir la vida de los hijos de nuestro Padre Celestial; seremos más capaces de reconocer la mano del Salvador en nuestra vida; seremos más capaces de sentir gratitud por Su infinita misericordia y amor.

De ustedes son las bendiciones

Finalmente, el Señor nos lleva de la mano al recordarnos que “de vosotros son el reino y sus bendiciones, y las riquezas de la eternidad son vuestras” (Doctrina y Convenios 78:18).

Permítanme volver al ejemplo del misionero. A él se le guio para que pidiera ayuda y se le bendijo con una cirugía que ahora le permite comunicarse con claridad. Luego se le guio a aquellos que estaban preparados para recibir el Evangelio y sus bendiciones, incluyendo el bautismo. También veo el ejemplo de mi esposa; su testimonio se fortaleció más debido a que el Señor la guio, y entonces Él abrió las ventanas de los cielos y derramó bendiciones.

Agradezco haber podido trabajar con aquel joven misionero, quien rebosaba de una fe simple y potente; y agradezco poder vivir eternamente con mi esposa, quien es un ejemplo de permitir que el Señor la lleve de la mano.

Ciertamente de nosotros son el reino y las bendiciones.