2021
Vuelve, por favor
Julio de 2021


Voces de los Santos de los Últimos Días

Vuelve, por favor

Cuando ya teníamos tres hijos, Vanessa dijo: “Necesitamos una religión en esta casa”.

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a father helping his son with his shirt sleeve

Cuando yo tenía 12 años, mi hermano mayor llevó a casa a los misioneros de tiempo completo, quienes nos dieron a conocer La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Pronto, mi madre comenzó a llevar a mis hermanos, a mi hermana y a mí a la Iglesia. Al poco tiempo, todos nos bautizamos.

Sin embargo, poco a poco, dejamos de asistir. Siempre me agradó la Iglesia, pero cuando tenía 17 años, en mi vida sucedieron cosas que me llevaron por una senda diferente. Trataba de ser una buena persona y siempre tuve buen corazón, pero me perdí y comencé a vivir a la manera del mundo. Sin saberlo o sin darme cuenta, el mundo me atrapó.

Entonces, conocí a Vanessa. Un día, luego de haber estado juntos por un tiempo, ella dijo: “Necesitamos una religión en esta casa”. Para ese entonces, teníamos tres hijos.

Así como está el mundo, nos preocupaba la guía espiritual que les íbamos a dar a nuestros hijos. Pensaba que, si iba a volver a una religión, volvería a mi Iglesia. Recordé que era un lugar donde había buenas personas.

Conversé con un miembro y le dije que estaba pensando en volver a la Iglesia.

Me dijo: “¡Vuelve, por favor!”.

Mi mayor preocupación era que mis hijos pensaran que la Iglesia era aburrida y que no les agradara, pero les agradó. Al continuar asistiendo, Vanessa decidió que no había nada que se parezca a la Iglesia y que ayude a las familias a crecer juntos; era exactamente lo que ella buscaba. Vanessa y yo nos casamos, y ella y nuestros hijos se bautizaron.

Ahora caminamos por la senda del Evangelio como familia. Nuestra meta es ser sellados en el templo.

Durante la construcción del Templo de Río de Janeiro, Brasil, yo pasaba frente a él casi todos los días. Les decía a mis amigos: “Algún día, me voy a casar en ese edificio”.

“¡Hombre, dices lo mismo todos los días!”, me decían.

Lo decía todos los días porque sabía que el templo estaba más y más cerca de terminarse y deseaba recordarme a mí mismo que debía hacer lo correcto para que nuestra familia pudiera ser sellada. Ese es el deseo de mi corazón.

Sé que mis hijos comenzarán a aprender más acerca del mundo y que pasarán por algunas de las cosas que yo pasé, pero cuando comparto mis experiencias con ellos, les digo: “Por favor, no se acerquen ni siquiera un poco a las cosas que yo hice porque no vale la pena”.

Los aliento a estudiar el evangelio de Jesucristo y a centrarse en ser misioneros ahora para que puedan bendecir a los demás. Ellos no lo comprenden totalmente, pero están aprendiendo; eso es lo que deseo para ellos.