2021
Vestida de manera apropiada
Julio de 2021


Envejecer fielmente

Vestida de manera apropiada

La autora vive en California, EE. UU.

Esta vez, era nuestra labor asegurarnos de que ella estuviera vestida de forma apropiada.

Imagen
hands on a white bow

Desde los primeros días de nuestra infancia, nuestra madre estuvo presente a fin de asegurarse de que estuviéramos debidamente vestidas para todas las ocasiones. Como tenía cinco hijas, la tarea no era fácil. Si llevábamos puestos pantalones y la ocasión requería vestido, hacía que nos cambiáramos. Si una de nosotras se ponía un conjunto lindo y nuevo que pensábamos que no debía cubrirse con un abrigo a pesar del frío que hiciera, ella insistía en que todas nos pusiéramos un abrigo. Ella siempre se vestía de manera apropiada y se aseguraba de que nosotras también lo hiciéramos.

Mamá se había pasado la vida enseñándonos a cada una no solo cómo vestir, sino también cómo vivir. Compartía sus perspectivas sobre el gozo del Evangelio y su testimonio de la importancia del templo. Nos dejó claro que tenía la esperanza de que cada una llegara a comprender el efecto de las ordenanzas del templo en nuestra felicidad eterna.

Entonces, llegó el día en que nos tuvimos que juntar a fin de vestir a mamá para sepultarla. Había dejado este mundo para irse al venidero, después de enseñarnos todo en el tiempo que se le había concedido para enseñarnos. Era nuestra oportunidad de mostrarle nuestra devoción, nuestra gratitud por los principios que nos había inculcado en el corazón.

Esta vez, era nuestra labor asegurarnos de que ella estuviera apropiadamente vestida.

Cuando entramos en la habitación en la que habríamos de vestir a mamá para su entierro, su cuerpo sin vida lucía vacío. La calidez de su espíritu se había ido, dando lugar a la frialdad de la muerte. Nosotras, sus hijas y algunas de sus nietas, nos pusimos a su alrededor y rendimos homenaje a la vida de esa gran señora, con el deseo de mostrarle, una última vez, nuestra gratitud por la bendición que había sido en nuestra vida.

Ahora éramos seis hijas: Leah, Heather, Gaylene, Lori, Melinda y su nuera Adrianne. Las seis formamos un círculo estrecho alrededor de mamá. Después, nuestras hijas formaron un segundo círculo alrededor del nuestro. Esos dos círculos nos recordaron la ola expansiva de amor que su vida había creado. Gracias a su influencia y a las decisiones de rectitud de sus descendientes, las bendiciones de los convenios del templo se extenderían a lo largo de las generaciones, expandiendo cada vez más las bendiciones de los convenios del sacerdocio.

Sus hijas la prepararían para su sepultura. Con sumo cuidado, cubrimos su frío cuerpo con la calidez de los mantos del templo. Cada cinta se ató con esmero; se colocaron las zapatillas; y se puso todo esfuerzo para garantizar que toda la ropa estuviera correctamente en su lugar. Lo último que había que hacer era atar un lazo final. Al hacerlo, asegurándonos de que lo atáramos lo mejor posible, acudió un recuerdo a la mente de cada una: ella nos había atado ese lazo a cada una la primera vez que entramos en el templo. Al atarle el suyo por última vez, le estábamos retribuyendo de forma simbólica, con gratitud eterna, la dádiva de las bendiciones del templo.

Al contemplarla, a todas nos embargó un sentimiento de calidez. La frialdad de la muerte ya no la rodeaba; lucía hermosa. Era fácil imaginarla en el cielo, rodeada de sus seres queridos, ansiosa por regresar a su Padre Celestial.

Al salir de la habitación, se me ocurrió que ya había vivido la etapa de mi vida en la que pude cuidar de mi madre. Ella había perseverado hasta el fin; había envejecido fielmente y bendecido a su posteridad mediante su ejemplo. Sentí esperanza y rogué que yo pudiese hacer lo mismo y que un día pudiera dejar a mis hijas y nietas un legado similar.