2021
¿Realmente tenía que pagar ofrendas de ayuno?
Julio de 2021


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¿Realmente tenía que pagar ofrendas de ayuno?

Nunca antes había pagado ofrendas de ayuno. ¿Valdría la pena la invitación de mi obispo?

Imagen
primer plano de una papeleta de diezmo

Mi obispo y yo estábamos teniendo una agradable conversación en su oficina pero, a decir verdad, no estaba poniendo mucha atención.

Estábamos a mediados de diciembre, reunidos para un ajuste de diezmos. Siempre había tenido un testimonio del diezmo y había pagado un diezmo íntegro, así que no pensé mucho en la breve reunión; y estaba ansiosa por volver a estudiar para mis exámenes universitarios finales, especialmente porque acababa de darme cuenta de que había reprobado mi examen final de matemáticas, por segunda vez.

Estaba muy desanimada y me encontraba distraída.

Mi obispo me miró con gentileza.

“Noté que no pagaste ofrendas de ayuno este año”, dijo sonriendo.

Eso hizo que volviera a prestar atención.

Él tenía razón.

Durante meses había tenido en mi mente las ofrendas de ayuno. Eran algo de lo que raramente se comentaba en casa mientras crecía, y tampoco hablábamos mucho acerca de ellas en la Iglesia.

Erróneamente pensaba que no tenía que contribuir mucho, en parte porque ahora estaba en un barrio de JAS, y en parte porque estaba un poco cegada por mi propio orgullo y realmente no tenía un testimonio del ayuno ni de las ofrendas de ayuno.

Pensé que pagar el diezmo y simplemente dejar de comer era suficiente.

“No lo he hecho”, le dije. “Pero si estoy pagando el diezmo y estoy ayunando, eso es lo que más cuenta, ¿verdad?”.

Mi obispo sonrió y me explicó la importancia de pagar una ofrenda de ayuno junto con el ayuno todos los meses, y la cantidad de bendiciones temporales que brinda a los necesitados del barrio.

Pero sobre todo, recalcó las bendiciones que están al alcance de aquellos que están dispuestos a sacrificarse y guardar la ley del ayuno.

Me miró a los ojos y dijo: “Esas bendiciones pueden ayudarte con cualquier desafío que estés enfrentando en este momento, incluso aquellos en tus estudios”.

Quedé boquiabierta. Ni siquiera le había dicho que acababa de reprobar mi clase de matemáticas.

“Entonces significa que”, dije, “si pago mis ofrendas de ayuno, ¿podré aprobar matemáticas el próximo semestre?”.

Ambos nos reímos, pero me sorprendió un poco cuando él en realidad asintió.

Me dijo que si estudiaba y obtenía un testimonio de la importancia de la ley del ayuno, y pagaba una ofrenda de ayuno todos los meses, me sorprendería de las bendiciones que el Padre Celestial derramaría sobre mí.

Al considerar que esa clase de matemáticas era lo único que me impedía progresar en la escuela y que había tenido problemas con esa materia (especialmente las matemáticas que incluían tanto números como letras) a lo largo de mi vida, decidí ponerlo a prueba.

Aprender el porqué del ayuno

Al comienzo del siguiente semestre, me prometí a mí misma que estudiaría matemáticas más de lo que nunca lo había hecho y que también aprendería todo lo que pudiera sobre el ayuno y las ofrendas de ayuno.

Siempre había ayunado mientras crecía, pero nunca había hecho de ello algo significativo. La mayor parte del tiempo durante el domingo de ayuno pensaba en que estaba tan hambrienta que los dulces de fruta que a los niños pequeños se les habían caído al suelo en la reunión sacramental de verdad parecían deliciosos.

Cuando llegó el comienzo del mes siguiente, se me dificultó pagar mi diezmo y las ofrendas de ayuno. ¡Era una pobre estudiante de universidad y no tenía mucho que ofrecer!

Pero a medida que pasaron los meses, sentí que mi actitud arrogante y mi orgullo lentamente se desvanecieron. Mientras me centraba en el porqué del ayuno, sentí que mi corazón y mi fe cambiaban de muchas maneras con cada domingo de ayuno:

  • Mis oraciones al principio y al final de mis ayunos se volvieron más sinceras y significativas.

  • El pagar las ofrendas de ayuno me ayudó a ayunar con un propósito, y en lugar de simplemente concentrarme en los gruñidos de mi estómago, comencé a reconocer la suave voz y la influencia del Espíritu.

  • La fortaleza espiritual pura, pero a la vez profunda, que sentía al final de cada ayuno rebosaba mi alma y le daba calidez a mi corazón.

  • Terminé por darme cuenta de que cuando voluntariamente nos sacrificamos por los demás, se nos purifica y nos convertimos en seres más semejantes a Cristo, porque el sacrificio es exactamente lo que Él hizo por nosotros. Su vida fue sencillamente un largo acto de dar a los demás.

  • Sentí que la caridad enriquecía mi alma cada mes al pensar en cuántas personas podemos servir cuando estamos dispuestos a dar. También sentí gratitud por todas las bendiciones en mi vida que a veces había pasado por alto.

  • El ayunar con el propósito de compartir la luz y las bendiciones con los demás se volvió mucho más importante que recibir algo a cambio.

  • Me sentí más conectada con nuestro Padre Celestial y el Salvador.

  • A pesar de los continuos desafíos, experimenté muchas pequeñas misericordias y sentí mucha alegría en mi vida.

Me impresionaron las palabras del élder Joseph B. Wirthlin (1917–2008), del Cuórum de los Doce Apóstoles, cuando dijo:

“El ayunar con el espíritu apropiado y a la manera del Señor nos vigorizará espiritualmente, fortalecerá nuestra autodisciplina, llenará nuestros hogares de paz, iluminará nuestro corazón con dicha, nos fortificará contra la tentación, nos preparará para tiempos de adversidad y abrirá las ventanas de los cielos […].

“Al vivir la ley del ayuno no solo nos acercaremos más a Dios mediante la oración, sino que alimentaremos al hambriento y cuidaremos del pobre” 1 .

Esas son muchas bendiciones prometidas que nos esperan.

Desde esa experiencia, el ayuno y las ofrendas de ayuno se han convertido en una parte importante de mi discipulado. Me siento más cerca de mi Padre Celestial y de mi Salvador cada vez que doy; y a veces incluso ayuno cuando no es domingo para buscar respuestas y consuelo para mí o en beneficio de otras personas.

Me he dado cuenta de que la ley del ayuno es verdaderamente un regalo.

Y en caso de que se lo estén preguntando, , aprobé milagrosamente la clase de matemáticas ese semestre. Y no solo la aprobé, sino que obtuve una de las mejores calificaciones de la clase. Estudié, por supuesto, pero por primera vez en mi vida, esas letras y esos números de repente tuvieron sentido.

El Padre Celestial es verdaderamente un Dios de milagros.

A medida que nos esforzamos por seguirlo a Él y a Su Hijo, Jesucristo, junto con Sus mandamientos, podemos avanzar con fe, esperanza y caridad, y Ellos nos recordarán que están con nosotros y que están listos para bendecirnos por nuestros esfuerzos.

Nota

  1. Véase Joseph B. Wirthlin, “La ley del ayuno”, Liahona, julio de 2001, págs. 88–91.