2020
Mariposas en el estómago
Junio de 2020


Voces de los Santos

Mariposas en el estómago

#FelicesParaSiempre

Cursábamos el segundo semestre de la carrera de odontología; sentí mariposas en el estómago al verlo por primera vez. Al tiempo de conocernos y ser amigos, iniciamos un noviazgo en abril del 2009. Antes de formar parte de la Iglesia no sabíamos que existía un Evangelio tan maravilloso, tampoco creíamos en la importancia del matrimonio, más bien preferimos vivir juntos antes de casarnos y para ello nos cambiamos de ciudad.

Estando ya en un nuevo lugar y siguiendo nuestros estudios, vivíamos ahora en Cochabamba, Bolivia. Como era de esperarse, pasamos muchas adversidades. No es fácil manejar una relación joven, asumir las responsabilidades de un hogar, estudiar y no tener a Jesucristo como centro de nuestra vida.

Tras años de estudios, terminamos nuestras carreras y logramos titularnos, decidimos volver a La Paz (nuestra ciudad natal). Por este logro nos sentíamos victoriosos, habíamos cumplido también con nuestros padres. Tomamos entonces la decisión de emprender una empresa; con mucho esfuerzo y dedicación empezamos a trabajar en nuestro propio consultorio dental.

Si bien es cierto que teníamos una relación estable, no considerábamos casarnos, pues la idea de que todo terminaría después de la muerte no nos agradaba. Además, no creíamos que un simple papel determinaría nuestra unión; claramente vivíamos en error, aunque no lo sabíamos. Nuestros padres no pensaban igual por lo que constantemente nos presionaban para que nos casáramos, incluso por la iglesia en la que ellos crecieron, la más popular de nuestra ciudad. Para tranquilizarlos pusimos una fecha para el año siguiente.

Es difícil vivir en pareja con alguien sin haberse casado, todos los que pasamos por esta experiencia sabemos que hay muchas pruebas, afrontamos crisis y dificultades.

Encontrábamos distracción yendo a fiestas y más fiestas: a pesar de esto, sentíamos un vacío muy grande que no era posible llenar.

Para inicios de 2016 creíamos que no podíamos más y decidimos separarnos, planificamos cómo sería la separación; esto incluía nuestro consultorio, comunicar a nuestros padres que no habría matrimonio y dividir lo poco que habíamos alcanzado.

Una tarde antes de ir a trabajar decidimos hablar por última vez, él me pidió que intentáramos una vez más y que fuéramos a una terapia de parejas; justo tenía un paciente que daba charlas de motivación y ayudaba a jóvenes.

Pedimos una cita; nos sorprendió cuando nos dijo que no podía ayudarnos. Sin embargo, sabía de un lugar donde encontraríamos la información que necesitábamos.

Nos invitó a una charla de parejas en la iglesia a la que asistía, nos dio la dirección y fue grande la casualidad saber que vivíamos a unas pocas casas del lugar.

No olvidaremos jamás la noche que conocimos la importancia de tener a Jesucristo como piedra angular de nuestra vida, saber que no todo termina al llegar la muerte, sino que podemos llegar a ser familias eternas. Saber eso cambió nuestras metas como pareja. Decidimos escuchar a las misioneras; aprendimos sobre El Libro de Mormón por tres semanas, y sentimos que la idea de separarnos desvanecía.

La lección más importante fue cuando nos preguntaron si estábamos listos para bautizarnos; seguidamente nos leyeron Alma 32:28. Elegimos el 30 de abril, una fecha con mucho significado para nosotros, la misma de nuestro aniversario.

Al no estar casados, teníamos un gran reto por delante, dos semanas para casarnos y luego bautizarnos. Con ayuda de los misioneros y nuestro querido hermanador del barrio organizamos todo. Para nuestras familias y amigos fue casi imposible aceptar la decisión, pero lo más importante para nosotros fue el templo y sellarnos por la eternidad.

Para llegar ahí nos casamos antes por lo civil, paso fundamental para entrar a las aguas del bautismo. Qué dicha más grande sentimos, un año después, en 2017, cuando nos sellamos por la eternidad en el templo de Cochabamba. Cada paso que dimos no fue sencillo, pero sabemos que cada tropiezo, prueba y adversidad valió la pena. El Señor prepara la vía para cada uno de nosotros y nos conoce con absoluta perfección.

Podemos decir ahora que llevamos casi 11 años juntos, 4 de ellos casados, y sin duda estos últimos son los mejores. El Evangelio ayudó a llenar el vacío que sentíamos, nos dio seguridad; amamos a nuestro Salvador y a nuestro prójimo. Sabemos que seguiremos teniendo desafíos y dificultades, pero también sabemos que ahora es más fácil superarlos.