2020
Palabras para todos
Junio de 2020


Las palabras del profeta para todos

Katherine Furgeson, Pensilvania, EE. UU.

No esperaba ver una cita de un profeta de Dios en las paredes de la escuela.

Imagen
woman looking at paper on a wall

Ilustración por Merrilee Liddiard.

Me desperté temprano una mañana para prepararme para ir a trabajar. Normalmente me encanta mi trabajo como maestra, pero ese día no estaba de humor y solo quería volver a meterme bajo las sábanas y hacer de cuenta que volvía a ser la hora de acostarse.

Cuando llegué a la escuela secundaria, intenté prepararme mentalmente para trabajar. Sabía que en poco tiempo tenía que enseñar una clase de matemáticas, pero sentía el corazón y la cabeza apagados y deprimidos. Todas mis emociones eran negativas.

Decidí ir al baño antes de la clase. De vez en cuando, alguien fija volantes en los baños con información para los estudiantes y el personal. De reojo, un volante me llamó la atención. En él había una buena cita que decía: “… si desea dar su luz a los demás, uno tiene que resplandecer”1. Me sorprendió ver que esa cita era del presidente Thomas S. Monson (1927–2018).

No esperaba ver una cita de un profeta de Dios en las paredes de la escuela. Vivo en un pequeño pueblo de Pensilvania, EE. UU., y estoy segura de que soy una de las pocas personas, o posiblemente la única, que es miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en la escuela. Sabía que era una de las pocas personas que entendería la importancia de las palabras del presidente Monson, un hombre a quien había sostenido durante muchos años como profeta. Sentí que ese mensaje era para mí. Me ablandó el corazón y me levantó el ánimo. El corazón se me llenó de gratitud por mi testimonio y sentí a mi alrededor el amor del Padre Celestial.

Deseaba arrancar el volante de la pared y guardármelo en el bolsillo todo el día para elevarme el ánimo, pero pronto me di cuenta de algo. El presidente Monson no fue solo el profeta para mí y otros miembros de la Iglesia; fue el profeta para el mundo. Sus palabras, como las del presidente Russell M. Nelson hoy en día, son para todos. Las palabras de un profeta ayudan y elevan a todos los que las escuchen. Tomé una foto de la cita con mi teléfono y dejé el volante para cualquier otra persona que pudiera necesitarlo.

Estoy agradecida de que nuestro Padre Celestial haya puesto ese mensaje en mi camino. Quiero dar luz a los demás. Por medio de la obediencia y la cercanía a nuestro Salvador, puedo resplandecer incluso en los días en los que la oscuridad me haría perder el rumbo.

Nota

  1. Véase Thomas S. Monson, “Porque yo era ciego, pero ahora puedo ver”, Liahona, julio de 1999, pág. 69.