2020
“Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir?”
Abril de 2020


Mensaje del Área

“Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir?”

Tal vez en algún momento de nuestra vida, muchos de nosotros al igual que Job nos hemos hecho esta pregunta: “Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir?”1. Esta fue la pregunta que vino a mi mente hace algunos años al llegar una mañana a la casa de mi padre y ver que su hora de partir de esta vida había llegado. Son esos momentos difíciles que nos cuesta enfrentar y en muchos casos también aceptar. Momentos en que solo el evangelio de Jesucristo nos puede brindar ese bálsamo de esperanza que tanto necesitamos para tener la seguridad de que ver partir a un ser querido no es un adiós, sino tan solo un hasta pronto. El presidente Thomas S. Monson dijo con respecto a la muerte: “Puede reclamar a su[s] víctima[s] en la infancia o en la juventud; [puede visitarnos] en la flor de la vida; o su cita puede diferirse hasta que las nieves de la edad se acumulen sobre la […] cabeza; podría ocurrir como consecuencia de accidente o enfermedad […] o […] por causas naturales; pero llegar, ha de llegar”2.

Ella inevitablemente representa la pérdida dolorosa de una relación y, en particular con los pequeños, es un golpe apabullante de sueños truncados, de aspiraciones fallidas y de esperanzas desvanecidas.

Imagino a la triste y apenada María Magdalena y María madre de Jacobo, al amanecer del primer día de la semana cuando fueron al sepulcro para llevar las especies aromáticas que habían preparado, la piedra estaba removida y el sepulcro vacío, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús; estando perplejas con esta situación, fue entonces cuando se pusieron dos varones con vestiduras resplandecientes junto a ellas y le preguntaron ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado3.

Esta era la respuesta más esperada a la pregunta que Job había realizado; la tumba vacía en aquella mañana fue la respuesta del cielo para todos nosotros.

En las Escrituras se nos enseña que, por motivo de que Adán cayó, nosotros existimos y que, por su caída vino la muerte (Moisés 6:48), pero también se nos enseña que: “Porque así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados”4.

Tiempo atrás me acerqué a saludar a una hermana que había perdido a su esposo recientemente, habían sido muchos años juntos sobre esta tierra. Siempre ha tenido una sonrisa en su rostro y me saludó con mucha amabilidad. Con el tiempo siento que he aprendido a tener un gran cariño por ella. Mientras conversábamos, luego de las reuniones, me comentó lo mucho que echaba de menos a su esposo y que no pasaba un día de su vida sin recordarlo. Sus palabras en voz baja, como queriendo que nadie escuchara, me conmovieron hasta el alma… Miré sus claros ojos y tomé sus manos tratando de pensar en algunas palabras que brindaran un poco de consuelo, cuando inmediatamente me dijo que estaba tranquila, porque sabía que en un tiempo más estarían nuevamente juntos. Ese día sentí agradecimiento y mucho consuelo por ella. Saber que tiene una familia maravillosa que la ama, que tiene esperanza, paz y un testimonio fuerte de Jesucristo.

El 16 de febrero de 1832, el profeta José Smith y Sidney Rigdon registraron una maravillosa y sagrada experiencia: “Y ahora, después de los muchos testimonios que se han dado de Él, este es el testimonio, el último de todos, que nosotros damos de Él: ¡Que vive! Porque lo vimos, sí, a la diestra de Dios; y oímos la voz testificar que Él es el Unigénito del Padre”5.

No tengo duda alguna de que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Creo y sé que luego que la muerte venga, viviremos, porque Jesucristo fue el mayor testimonio de esto.

Expreso mi testimonio de que Jesucristo vive, he podido sentir fuertemente su influencia en mi vida y en la vida de mi familia. Sé que gracias a Su sacrificio expiatorio, esta maravillosa hermana volverá a ver a su esposo en el tiempo del Señor y junto a ella todos los que hemos visto partir a un ser querido. Nuestro esfuerzo cada día por seguir siendo fiel y obediente a los mandamientos de nuestro Señor Jesucristo hará que esa promesa se haga realidad. Sé de Su gran sacrificio y Su eterno amor por todos los hijos del Padre Celestial. Qué bendición es para mí testificar de estas verdades. Comparto mi testimonio en el nombre de Jesucristo. Amén.

Notas

  1. Job 14:14.

  2. Thomas S. Monson, “¡Ha resucitado!,” Conferencia General, abril de 2010; véase también Liahona, mayo de 2010.

  3. Lucas 24: 4-6.

  4. 1 Corintios 15:22.

  5. Doctrina y Convenios 76:22–23.