2019
¿Coincidencia? No lo creo
Octubre de 2019


Voces de los Santos de los Últimos Días

¿Coincidencia? No lo creo

Nada ocurre por casualidad, sobre todo cuando servimos fielmente al Señor.

Una tarde, mientras servía como obrera en el Templo de San Salvador, conocí a un joven obrero. Roberto había servido su misión en Tegucigalpa, Honduras; yo había servido en Comayagüela. Desde ese momento, Honduras vinculó nuestras conversaciones. La simpatía era notoria, más aun cuando descubrimos que nuestras carreras universitarias (medicina y laboratorio clínico) se complementaban; ambos habíamos decidido esas profesiones con el deseo de ser un instrumento en las manos de Dios.

Rápidamente nos volvimos mejores amigos. Al poco tiempo decidimos darnos la oportunidad de conocernos y entablamos un noviazgo formal fundamentado en el evangelio de Jesucristo, con el profundo anhelo de hacer convenios sagrados. En medio de la universidad, el trabajo, los llamamientos y el vivir en polos totalmente opuestos de El Salvador, era muy difícil concretar una cita. Cuando lo hacíamos, lográbamos vernos tan solo unos minutos, pero estos compensaban todo sacrificio.

Llenos de amor y metas firmes, nos sellamos en el Templo de San Salvador (el mismo lugar donde nos conocimos) el 22 de diciembre de 2017.

Las bendiciones de esa decisión reposaron sobre nuestra vida al instante. Como profesionales de la salud, reconocemos que nuestro Señor Jesucristo es el mejor sanador de todo dolor físico y espiritual, y estamos comprometidos a seguir Su ejemplo. A tan solo unos días de casados, abrimos un consultorio médico, ubicado en San Salvador, cuyo objetivo principal es ayudar a todas las personas de la región, especialmente a los miembros, con una atención integral de la salud.

Nos dimos cuenta de que, poniendo nuestra confianza en el Señor, juntos podíamos lograr grandes cosas. Así que, no estando conformes con la clínica, iniciamos nuevos proyectos al lado de compañeros que comparten la misma visión de servir. En poco tiempo fundamos una organización para proveer salud integral, valores, autosuficiencia y una vida productiva. En menos de un año alcanzamos una coordinación armoniosa con empresas privadas e instituciones públicas para hacer de nuestra organización un referente.

Amamos lo que hacemos, ya sea en la Iglesia, en nuestra familia o en el trabajo. Ambos estamos convencidos de que el infinito amor de nuestro Padre Celestial nos preparó para conocernos y unirnos eternamente. ¿Coincidencia? No lo creo. 

Tomados de la mano sentimos el potencial de cumplir cada uno de nuestros sueños. A diario nos arrodillamos ante el Padre Celestial y puedo testificar que recibimos Su guía. Nos hemos prometido ser felices en este trayecto. 

Leer las Escrituras como pareja nos brinda respuesta a toda inquietud, y renovar los convenios nos provee protección. Nos amamos y vamos al santo templo muy frecuentemente. No solo recordamos como nos conocimos, sino también los convenios sagrados que hicimos. No tenemos duda de que la felicidad se encuentra solo al seguir al Señor.

Como esposos, podemos declarar, al igual que Nefi: “Y aconteció que vivimos de una manera feliz” (2 Nefi 5:27).