2019
Cómo aprendí a reaccionar cuando alguien admite que tiene problemas con la pornografía
Octubre de 2019


Solo para versión digital: Jóvenes adultos

Cómo aprendí a reaccionar cuando alguien admite que tiene problemas con la pornografía

La autora vive en Utah, EE. UU.

Hacía meses que sabía que algo sucedía, pero no fue sino hasta ese momento que mi amiga me admitió la verdad en voz alta: ella había estado teniendo problemas con la pornografía por años; básicamente, durante todo el tiempo que la conocí.

Al estar sentada en el auto escuchando su confesión, me sentí agradecida. No me malinterpreten, me dolió profundamente saber que ella había tenido problemas por tanto tiempo sin que yo lo supiera; sin embargo, me dio gusto estar en una posición en la que podía responder con amor en vez de juzgarla.

Ser descorteses o crueles nunca se justifica

En ocasiones, el entendimiento de que la pornografía es mala puede influir en la percepción que tenemos de los demás. Sé que, en un momento dado, influyó en la mía. Cuando era más joven, escuchaba sobre personas que tenían problemas con la pornografía y mi reacción interna era de enojo e incluso repulsión; pero cuando mi amiga me contó sus problemas, estaba más preparada para consolarla porque, con el transcurso de los años, había llegado a ser más consciente de mis propios pecados y debilidades.

Ahora sé que ser descorteses o crueles nunca se justifica. Jesucristo, que es nuestro ejemplo perfecto, buscó a las personas a quienes los demás despreciaban; habló con samaritanos y pecadores. Cristo, que no puede “considerar el pecado con el más mínimo grado de tolerancia” (Doctrina y Convenios 1:31), nos mira, “imperfectos como somos, sin retroceder horrorizado e indignado”1. De modo que, al tener esa conversación seria con mi amiga, traté de pensar en cómo reaccionaría Jesús. El relato de la mujer sorprendida en adulterio me ayudó a saber cómo responder.

Responder con compasión

Los escribas y los fariseos, que vivían la ley mosaica durante el ministerio de Jesús, no tenían mucha compasión. Tenían castigos muy específicos, y a menudo brutales, asignados a los pecados, y el adulterio exigía ser apedreado; sin embargo, cuando la mujer adúltera fue llevada ante Jesús, Él no sintió repulsión, sino que le demostró compasión. En vez de felicitar a los acusadores por descubrir a alguien en el momento del acto, les recordó sus propios pecados (véase Juan 8:3–7); a fin de cuentas, todos hemos “peca[do] y est[amos] destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Cristo no condenó al pecador, y ciertamente tampoco deberíamos hacerlo nosotros (véase Juan 13:34–35).

Una vez que los acusadores se alejaron abrumados por el remordimiento de conciencia, Cristo habló a la mujer. Sus palabras fueron breves, pero profundas. Primero, le preguntó: “Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te ha condenado?”; y cuando ella respondió que se habían ido, simplemente dijo: “Ni yo te condeno; vete, y no peques más” (Juan 8:10–11).

El condenarla no hubiera ayudado a la mujer a cambiar, pero el Salvador sabía que el amor sí podía ayudarla.

Vete, y no peques más

El amor es claramente el primer paso para ayudar a alguien a vencer la pornografía. El proceso de sanación siempre es particular para cada persona, pero hay algunos pasos básicos que todos los que tienen problemas deben tomar. Anímenles a reunirse con su obispo; él cuenta con recursos y herramientas útiles. Cuando sea apropiado, ayúdenles a identificar los factores desencadenantes y a formular un plan para evitarlos. Ínstenles a consultar con un profesional o a unirse a un grupo de apoyo, y sigan amándoles y apoyándoles en cada paso del camino.

Cristo expresó amor a la mujer y se aseguró de que supiera que no deseaba que continuara pecando. La verdadera caridad no implica hacer caso omiso de los errores de los demás; más bien, hace que veamos su potencial y nos anima a ayudarles a seguir adelante.

Una jornada de fe

Yo ya amaba a mi amiga, pero la amé todavía más después de que me dijo su secreto. No importa lo que ustedes o alguien a quien aman hayan hecho, “[n]o es posible que se hundan tan profundamente que no los alcance el brillo de la infinita luz de la expiación de Cristo”2.

Si conocen a alguien que tiene problemas con la pornografía, ¡no los den por perdidos! Tiéndanles una mano de amor y compasión tal como el Salvador lo haría. No siempre será fácil; esos problemas no desaparecen de la noche a la mañana. Sean pacientes con su ser querido y con ustedes mismos. El aprender a amar y a comprender a alguien que está pasando por algo tan difícil no siempre es agradable ni fácil, pero confío en que todo el amor que brindemos no será en vano, independientemente de la duración o el resultado de la jornada de nuestro ser querido.

Notas

  1. Dale G. Renlund, “Nuestro Buen Pastor”, Liahona, mayo de 2017, pág. 29.

  2. Jeffrey R. Holland, “Los obreros de la viña”, Liahona, mayo de 2012, pág. 31.