2019
La principal piedra del ángulo de nuestra fe
Octubre de 2019


La última palabra

La principal piedra del ángulo de nuestra fe

De un discurso de la Conferencia General de octubre de 1984.

En cada nuevo templo realizamos una ceremonia de colocación de la piedra angular, siguiendo una tradición que se remonta a tiempos antiguos. Antes de que se utilizara extensamente el hormigón, los muros de los cimientos se construían con piedras grandes. Se cavaba una zanja y se colocaban piedras como base. Comenzando en un punto inicial, se construía el muro de los cimientos en una dirección hasta llegar a una piedra angular, entonces se daba vuelta a la esquina y se seguía colocando el cimiento hasta la siguiente esquina, en donde se colocaba otra piedra; después se continuaba hasta la siguiente esquina, y de allí al punto inicial… Se hablaba de que la piedra final era la principal piedra del ángulo, y su colocación se convirtió en motivo de gran celebración. Al tener esa piedra en su lugar, los cimientos quedaban listos para colocarles la estructura superior. De allí la analogía que utilizó Pablo para describir la Iglesia verdadera:

“Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos con los santos, y miembros de la familia de Dios;

“edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo,

“en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor” (Efesios 2:19–21).

Existen piedras angulares básicas sobre las cuales el Señor ha establecido y edificado esta gran Iglesia de los últimos días de manera “bien [coordinada]”. Son absolutamente fundamentales para la obra; son el cimiento mismo sobre el cual se levanta… [Pero] menciono la principal piedra del ángulo, a quien reconocemos y honramos como el Señor Jesucristo…

Él es la principal piedra del ángulo de la Iglesia que lleva Su nombre: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. No existe ningún otro nombre dado a los hombres, por medio del cual puedan ser salvos (véase Hechos 4:12). Él es el autor de nuestra salvación, el que da vida eterna (véase Hebreos 5:9). No hay otro que se le pueda comparar; nunca lo ha habido y nunca lo habrá. Demos gracias a Dios por el don de Su Hijo Amado, quien dio Su vida para que viviéramos, y quien es la piedra del ángulo principal e inamovible de nuestra fe y de Su Iglesia.