2015
Encontrar fortaleza en los buenos amigos
Febrero de 2015


Encontrar fortaleza en los buenos amigos

Los amigos que elijas pueden tener un gran impacto en tu vida, como lo han tenido en la mía.

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illustration of young men talking together

Ilustración por J. Beth Jepson.

Nací y me crié en una ciudad pequeña de Chile. Cuando tenía doce años, vi a los misioneros por primera vez y me llamaron la atención. Después, un día, un compañero de la escuela me dijo que él y su familia se habían convertido a la Iglesia. Me invitó a asistir y yo fui a las reuniones de los domingos y a las actividades de los martes por varios meses.

La rama recién se había formado, y como yo asistí prácticamente desde un principio, todos pensaban que era miembro. Después de seis meses, le dije a uno de los misioneros que no era miembro, pensando que a los misioneros sólo les interesaban las familias.

Ellos trataron de hacer que mi familia se interesara, pero ni mis padres ni mis hermanos se interesaron. Me invitaron a que me bautizara, pero como sólo tenía doce años, necesitaba la autorización de mis padres. Pensé que mi padre me iba a decir que tenía que esperar hasta los dieciocho años, pero dijo: “He visto a mi hijo levantarse todos los domingos por la mañana mientras sus hermanos siguen durmiendo, vestirse con su mejor ropa y caminar a la capilla. Si mi hijo va a ser responsable respecto a esta decisión, tiene mi permiso”. No podía creerlo; yo estaba contentísimo. Así que, me bautizaron al día siguiente.

El ser miembro de la Iglesia me trajo bendiciones espirituales, claro; pero también me brindó amigos maravillosos. Justo en la época en que me bauticé, varios hombres jóvenes de mi misma edad comenzaron a ir a la Iglesia y nos hicimos muy amigos. Comenzamos a asistir a todas las reuniones y actividades juntos.

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illustration of young adult men talking together

Cuando cumplí diecisiete años, me fui de mi ciudad para asistir a la universidad. Tres de mis amigos decidieron ir a la universidad en la misma ciudad a la que yo fui, y vivimos juntos. Ésa fue una gran bendición porque nos apoyábamos y protegíamos mutuamente. Nos animábamos unos a otros a asistir a la Iglesia y también hacíamos la noche de hogar los cuatro juntos. A veces, invitábamos a otros estudiantes que no eran miembros de la Iglesia a que participaran con nosotros. Durante todos los años que asistimos a la universidad nos fortalecimos los unos a los otros.

Cuarenta y cinco años después, esos hombres jóvenes todavía son mis mejores amigos. Aunque vivimos en diferentes partes del mundo, siempre nos mantenemos en contacto. Los seis servimos en una misión.

Es por eso que los animo a que en su juventud tengan buenos amigos que sean miembros de la Iglesia. Confíen en ellos y ayúdenlos. Un buen amigo siempre estará dispuesto a ayudarlos, será merecedor de su confianza y nunca querrá lastimarlos. No digo que sus amigos tengan que ser perfectos, pero deben respetar las normas y valores que ustedes tienen. Ser un buen amigo no siempre se refiere a divertirse juntos; también implica estar sinceramente interesado en el bienestar de los otros amigos y tener el valor suficiente de hacerles ver cuando están haciendo algo que no es correcto.

Los admiro mucho a ustedes, jóvenes de la Iglesia. Los tiempos han cambiado mucho desde que yo era joven. Esta época del mundo es maravillosa, pero también es peligrosa. A fin de sobrevivir deben mantenerse “asidos constantemente a la barra de hierro” (1 Nefi 8:30) y seguir el consejo de sus padres y líderes de la Iglesia. El tener buenas amistades los ayudará a hacerlo.

Algunos de ustedes quizás se sientan solos porque son los únicos miembros de la Iglesia en su escuela o clase; pero no están solos. Nuestro Señor Jesucristo y nuestro Padre Celestial consideran a cada uno de ustedes como un tesoro, y están ansiosos por ayudarlos a lo largo de la vida. Los verdaderos amigos los ayudarán a acercarse más a Ellos.

En las Escrituras dice que “la misma sociabilidad que existe entre nosotros aquí, existirá entre nosotros allá en la eternidad; pero la acompañará una gloria eterna” (D. y C. 130:2). Me imagino lo bueno que será cuando nos encontremos en el mundo venidero rodeados de gloria, totalmente felices, con nuestros amigos y parientes; será una época maravillosa, y será para siempre.