2015
Antes de finalizar nuestro trayecto
Febrero de 2015


Antes de finalizar nuestro trayecto

Para aquellos que saben perseverar, la fe aumenta con el paso del tiempo.

Los domingos por la tarde nunca me tengo que preocupar por saber dónde encontrar a mi padre, Paul Romney, que tiene 92 años; está en su barrio de Salt Lake City, Utah, ordenando y limpiando la capilla, tarea que le toma un poco más de una hora.

Se apoya en su andador y camina por el pasillo; se inclina en las bancas, al ir de hilera en hilera, para recoger papeles tirados, arreglar himnarios y juntar trocitos de cereales o migajas de pan que se han caído al suelo. Es una tarea que ha llevado a cabo todos los domingos, con pocas excepciones, desde que lo ordenaron diácono en 1934.

Prepararse para adorar

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Elderly man putting away hymnbooks.

“Lo hago para demostrar que amo al Señor”, afirma. “El tener una capilla limpia nos ayuda a adorar al Señor”.

Desde que era diácono, Paul Romney aprendió que sus deberes incluían el cuidado de las necesidades temporales del barrio. “Pensé que una de las maneras de hacerlo era ordenar todo después de las reuniones”, dice. “De modo que simplemente empecé a hacerlo, y lo he seguido haciendo desde entonces”. Nunca ha sido una asignación o llamamiento oficial, a pesar de que algunas veces ha ido los sábados para ayudar a las personas asignadas a hacer la limpieza del centro de reuniones, y a veces sus hijos lo han ayudado. Hace años, cuando formaba parte del obispado, animó a los diáconos a que participaran,

pero la mayor parte del tiempo simplemente espera hasta que se termine la última reunión del día y entonces, sin alarde alguno, hace su parte a fin de mantener una casa de orden; y lo hace fielmente cada domingo.

El ejemplo de mi padre me ha demostrado que no importa cuáles sean nuestras circunstancias, siempre podemos encontrar una manera de servir; me ha enseñado en cuanto a la reverencia y a prepararme para adorar; y me ha ayudado a ver que es mucho lo que todos podemos aprender de aquellas personas que nos preceden en este trayecto por la vida.

Cambio de funciones

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Elderly couple.

He aprendido lecciones similares de los vecinos que viven al final de la calle. Larry Morgan, de 97 años, y su esposa Elizabeth, de 94, han desempeñado con éxito varias funciones en su vida juntos: esposo y esposa, padre y madre, así como la de misioneros mayores en Holanda. Cuando Larry tenía 72 años, fue llamado como consejero del obispado. En ese tiempo había 79 viudas en el vecindario y, por asignación del obispo, Larry y Elizabeth visitaban a cada una de ellas.

Durante más de cuarenta años, los domingos de ayuno, los hijos de Larry y Elizabeth, y ahora sus nietos y bisnietos, se han reunido por la tarde para terminar el ayuno juntos. “Deseábamos que nuestra familia disfrutara de estar juntos, y a todos les gusta comer”, dice. “Teníamos mucho trigo almacenado, así que lo molíamos para hacer nuestra propia harina, cocinábamos panqueques, y comíamos hasta que quedábamos satisfechos”. Esa comida sencilla que compartían juntos sirvió para cultivar sentimientos de unidad familiar.

Hoy día, los hijos y los nietos se encargan de cocinar. Elizabeth tiene demencia, pero sabe que la familia está cerca; a cada persona que está en la reunión le dice una y otra vez: “te quiero”. Cuando terminan de comer y todos se han ido a casa, le gusta escuchar a Larry leer en voz alta las Escrituras y artículos de las revistas de la Iglesia, y se siente segura con sólo saber que él está allí.

Hace aproximadamente dos años, Larry se cayó y se dañó la columna; a consecuencia de ello, ya no puede caminar. Él dice “No pierdo el tiempo preguntándome: ‘¿por qué yo?’”. “Recibí una bendición del sacerdocio y se me dijo que volvería a caminar, a pesar de que no será en esta vida. Gracias a la Expiación y a la Resurrección, sé que así será; he aprendido que nuestro Padre Celestial está al mando, y cuando aceptamos Su voluntad, entonces podemos contar con Su ayuda”.

Una perspectiva cada vez más amplia

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Elderly woman looking at photo album.

Conocí a Merle Christensen por primera vez en un centro de residencia asistida de Brigham City, Utah. Era la abuela de un amigo de nuestra familia, e iba a celebrar su 101 cumpleaños. En su habitación, ella se encontraba rodeada de libros de recuerdos y fotografías; dos fotos en particular captaron mi atención.

La primera, tomada hace muchos años, era de un grupo de estudiantes de seminario, que incluía a las hijas de Merle. “Están en la primera fila con su maestro, Boyd K. Packer”, afirma Merle. “Él se ve muy joven, pero era buen maestro”. Actualmente él es el Presidente del Quórum de los Doce Apóstoles.

Cuando Merle era pequeña, contrajo polio. “No fue fácil sobrellevarlo cuando era adolescente”, relata; “mi fe tuvo que fortalecerse para soportarlo; pero el Señor me ayudó en aquel entonces, y me ayuda ahora”. Las personas que han contraído polio en su juventud muchas veces se ven afectadas por un síndrome posterior a esa enfermedad al avanzar en años, teniendo que enfrentar síntomas como debilidad muscular y fatiga en general. Eso fue lo que le pasó a Merle.

Cuando se siente cansada, recuerda el pasaje de las Escrituras que se encuentra en Alma 7:11–12 que dice que el Salvador “tomará sobre sí los dolores y las enfermedades de su pueblo… para que… sepa cómo socorrer a los de su pueblo, de acuerdo con las enfermedades de ellos”. Después comenta: “Uno confía en que el Señor sabe por lo que estamos pasando; lo soportamos día a día, oramos, vamos a la Iglesia, y somos amables con los demás. Son las cosas pequeñas las que nos ayudan a seguir adelante”.

La segunda foto que Merle me mostró está en un libro de recuerdos: la foto de tres de sus cinco hijas. Sólo tuvo hijas, y tres de ellas fueron trillizas que nacieron en 1936, las primeras trillizas que nacían en Brigham City. “En aquella época era algo muy raro tener trillizas”, afirma Merle. La Medicina no estaba tan avanzada, y dos de las niñas nacieron con problemas del corazón. Sharon murió en 1958, y Diane en 1972; Janice, que no tenía ningún problema cardíaco, falleció de cáncer en 1992.

“Amo a todas mis hijas, a sus maridos, a mis nietos y bisnietos”, dice Merle. Sin embargo, echa de menos a su esposo, DeVere, que falleció hace 26 años; y extraña a sus trillizas, quienes cumplirían 79 años el próximo mes de abril.

Ella vuelve a leer en Alma: “Y tomará sobre sí la muerte, para soltar las ligaduras de la muerte que sujetan a su pueblo” (Alma 7:12).

“Sé que el Salvador venció la muerte”, dice Merle; “y gracias a ello, sé que volveré a ver a mi esposo, a mis trillizas y a toda mi familia”. Esa convicción, afirma ella, se hace más fuerte cada día.

La hermana Christensen falleció en septiembre de 2014, después de que se escribió este artículo.

Caminar juntos

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photo of a couple in front of a bookcase

A Alph y a Lucette Passeraub, de Lucerna, Suiza, les encanta salir a caminar juntos. Uno de sus paseos predilectos es a lo largo de la orilla del Lago Ginebra, donde los Alpes se destacan por encima del mar interior. Hace unos dos años, en uno de esos paseos, los Passeraub pasaron la noche rememorando.

“Aun cuando era adolescente, buscaba la verdad”, dijo Alph, de 78 años. “Siempre me dije a mí mismo: Si Dios existe, debe tener a un profeta viviente sobre la tierra; es algo que constantemente tenía en mi mente”.

Cuando Alph empezó sus estudios universitarios, un amigo lo alentó a asistir a una clase gratuita de inglés que enseñaban los misioneros SUD. Después de una de las clases, los misioneros lo invitaron a ir a la Iglesia.

“La primera vez que asistí, la lección de la Escuela Dominical era sobre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo como tres seres distintos”, recordó Alph. “El maestro dijo que sabemos mucho sobre Dios gracias a las enseñanzas de un profeta moderno, José Smith, y que actualmente hay profetas vivientes. Quedé sorprendido; estaban hablando de lo que yo había pensado por tanto tiempo”. No tardó en unirse a la Iglesia, “y todos los días, a partir de ese momento, me regocijo de que haya profetas sobre la tierra”.

Lucette, de 80 años, se crió durante la Segunda Guerra Mundial. “Tuve que empezar a trabajar a los 14 años y nunca pude terminar mis estudios”, dice; “pero descubrí que la Iglesia me proporcionaba oportunidades para seguir aprendiendo”. Después de prestar servicio en una misión de tiempo completo, empezó a salir con Alph; se casaron en el templo, criaron una familia, y ahora miran atrás a su trayecto que incluye 14 años en los que Lucette fue presidenta de la Primaria del barrio, 32 años que Alph sirvió en el sumo consejo de la estaca, viajes regulares al templo, visitas con hijas y nietos, y siempre, siempre, gratitud por la verdad que abrazaron en su juventud.

“Hemos sido bendecidos al caminar juntos”, afirma Lucette; “y, con cada paso, nuestra fe se ha fortalecido”.

Aprendo mucho de estos amigos que son mayores que yo. Larry y Elizabeth me ayudan a desempeñar las funciones cambiantes de la vida con dignidad y con la ayuda del Señor. Merle demuestra que la fe para permanecer firme hasta el fin se debe edificar en la fe en el Salvador hoy; y cada día, los Passeraub se regocijan en el Evangelio. Todas ésas son lecciones que me fortalecerán antes de finalizar mi trayecto.