2015
Nuestro espacio
Febrero de 2015


Nuestro espacio

Compartimos el paisaje y el Libro de Mormón

Mientras prestaba servicio como misionero en una pequeña ciudad de Gales, mi compañero y yo tocamos puertas en una calle cuesta arriba, en las tantas elevaciones que hay allí. Era un caluroso día de verano. Al llegar a la cima de la colina, el paisaje era hermoso, de modo que mi compañero y yo resolvimos tomarnos un breve descanso para disfrutar la vista y recobrar fuerzas.

Mientras sacaba una naranja de mi mochila, vi a una mujer china que subía la loma. No sé por qué, pero la saludé de lejos con la mano. Ella, contenta, me correspondió el saludo y caminó hasta donde estábamos para sentarse con nosotros. Comenzamos a hablar y nos explicó que había subido la colina para disfrutar de la vista, ya que ésta le recordaba a Dios y Su amor por ella. También nos dijo que había estado lista para regresar a China cuando surgió un trabajo en Gales. Lo aceptó, al creer que Dios había proporcionado el empleo por alguna razón que ella ignoraba.

Poco después de aquel primer encuentro, comenzamos a enseñarle en la casa de un converso reciente y compartimos muchos momentos espirituales juntos. Hay uno de ellos que atesoro más que todos. Le entregamos un ejemplar del Libro de Mormón en chino con nuestro testimonio escrito en la portada; el Espíritu era tan fuerte que ella comenzó a llorar.

Poco después, se me trasladó a otra área. Lamentablemente, no pude regresar a aquella área para su bautismo, pero siempre me ha fortalecido el recordar aquel primer encuentro en la cima de una loma.

Jurek Bäder, Alemania

Juntos para siempre

“Eternas pueden ser las familias por el divino plan” (“Las familias pueden ser eternas”, Himnos, N° 195). Me encanta esa canción de la Primaria, en la que se enseña que la familia puede sellarse por la eternidad. Oraba para que ello sucediera en mi familia, en especial después que falleció mi padre.

Hace poco, el Señor contestó mis oraciones. Mi madre, mis dos hermanos y yo pudimos viajar al Templo de Manila, Filipinas, para sellarnos juntos y a mi padre. Fue la primera vez que estuvimos juntos en el templo y aún recuerdo la dicha que vi en los ojos de mi madre y mis hermanos; sentimos un gran gozo allí.

Sé que el templo es la casa del Señor y que quienes están en él tienen la debida autoridad para efectuar las sagradas ordenanzas. Estoy muy agradecido de que mediante esas ordenanzas mi familia pueda estar con mi padre de nuevo. Desde que asistimos al templo, tratamos de ser una familia más fuerte y de hacer todo lo posible por guardar nuestros convenios a fin de poder estar juntos para siempre.

Crisanto Coloma, Filipinas