2015
Extrañamos a Sofía
Febrero de 2015


Extrañamos a Sofía

El autor vive en Buenos Aires, Argentina.

En la oscuridad y dolorido, oraba por que mi hermana se hallara bien.

Imagen
illustration of a train wreck

Ilustración por Brandon Dorman.

En 2012 había terminado seminario y la escuela secundaria, y en mi vida se desplegaba un mundo nuevo. El comienzo del año fue magnífico, en especial, el campamento multiestaca para la juventud. Me sentía bendecido y protegido por mi Padre Celestial.

Años antes había decidido que prestaría servicio en una misión de tiempo completo, de modo que en 2012 tenía pensado dedicarme a ahorrar todo el dinero que pudiera. Gracias a mi hermana mayor, Sofía, pude hallar empleo rápidamente en la empresa donde ella trabajaba. El 22 de febrero, Sofía y yo abordamos el tren para ir a trabajar. Era un día hermoso, pero al llegar a destino, escuché un ruido fuerte y enseguida todo se tornó oscuro.

Cuando desperté, estaba dolorido y confundido. ¿Se acercaba el final de mi travesía en la Tierra? Deseaba mucho seguir con vida para vivir ciertas cosas, como ir a la misión y tener una familia. De modo que oré y le pedí al Padre Celestial que me diera la oportunidad de vivir y prestar servicio en una misión.

Recostado entre los retorcidos restos del tren, miré alrededor en busca de mi hermana, pero no la veía. Finalmente oí cómo los bomberos pedían a todos que guardaran la calma y sentí esperanza en el corazón. Oré para que mi hermana se hallara bien, ya que no sabía dónde estaba. Al orar, sentí una gran paz. Tuve que esforzarme para soportar el dolor que sentía, pero el Padre Celestial me dio la fortaleza necesaria.

Se me rescató después de una hora. Sentí que el Señor estaba conmigo durante aquellos momentos. Mientras me trasladaban a un hospital para operarme una pierna, no podía dejar de pensar en mi hermana y en cómo estaría ella; pero cada vez que pensaba en ella, sentía paz.

Al día siguiente, mis padres me informaron que Sofía no había sobrevivido el accidente. Aquella noticia me produjo el mayor pesar que haya sentido en la vida. No obstante, al mismo tiempo, sentí consuelo y agradecimiento por los convenios sagrados que mis padres hicieron en el templo mediante el sellamiento de toda nuestra familia por la eternidad.

Cuando regresé a casa del hospital, el Señor bendijo a mi familia a través de nuestros amigos y familiares, que fueron nuestros ángeles, brindándonos consuelo. Siempre estaremos agradecidos por ello. Gracias al poder del sacerdocio, aprendí a caminar de nuevo mucho antes de lo que se esperaba. Pude caminar con normalidad tras tan sólo unos meses.

El Evangelio es bello en todo aspecto en que se lo considere. Estoy muy agradecido por el templo y las ordenanzas del templo. Sé que el Señor tiene algo sagrado preparado para mi hermana. La vida sin ella no es fácil y jamás lo será, pero la seguridad y la paz que sentimos es más fuerte que el pesar que sentimos por su ausencia. Extrañamos a Sofía con todo el corazón y la recordamos todos los días. El élder Jeffrey R. Holland, del Quórum de los Doce Apóstoles, dijo que el cielo sin su familia no sería el cielo (véase Entre el cielo y la tierra [DVD, 2005]), y yo testifico que es verdad.

Dios nos ama y nunca nos deja solos. En Isaías 54:10 dice: “No se quitará de ti mi bondad, ni el convenio de mi paz se romperá, dice Jehová, el que tiene misericordia de ti”.