2002
¡Peligro a la vista! Evitemos la trampa de la pornografía
octubre de 2002


¡Peligro a la vista! Evitemos la trampa de la pornografía

¿Caminarías hasta el borde de una sima y te arriesgarías a quedarte atrapado en ella, o te quedarías bien lejos de su peligro para recibir todo lo que tu Padre Celestial desea darte?

Has disfrutado de un día increíble en la montaña nevada, el ascenso más desafiante que tú y tus amigos han intentado jamás. Cerca de la cumbre descubres una sima muy profunda, el tipo de sima que puede tragarse a un excursionista sin dejar rastro. ¿Caminarías hasta el borde resbaladizo y lo arriesgarías todo? ¿Avisarías a los que vienen detrás o dejarías que descubrieran el peligro por sí mismos?

La pornografía es como esa sima. Uno de sus mayores peligros es que tal vez ni te des cuenta de lo traicionera que es hasta que caes en su trampa. Tres jóvenes Santos de los Últimos Días compartieron sus testimonios de forma anónima, por lo que les llamaremos Juan, David y Andrés. Esperan que sus experiencias ayuden a otras personas a evitar esa trampa, y a los que estén pasando por una lucha semejante, les ofrecen consejo sobre cómo escapar de ella.

Juan: Crecí en la Iglesia y tengo un testimonio; sin embargo, hay una parte de mi vida que pocas personas conocen. A la edad de siete años solía ver un póster pornográfico colgado en la pared del cuarto de un vecino adolescente, causando semejante impresión en mi mente que era incapaz de olvidarlo. Los pensamientos indignos me llevaron a un hábito indigno que creía no poder dejar.

David: Cuando tenía unos doce años, fui a la casa de un amigo y me lo encontré alrededor de una computadora junto con un buen número de chicos del vecindario. Yo dije bromeando: “¿Qué hacen? ¿Están viendo pornografía?”.

Ellos dijeron: “¿Cómo lo adivinaste? Ven, échale un vistazo”.

Ése fue el comienzo de un problema en mi vida. Al poco tiempo empecé a utilizar la computadora familiar para buscar más y más imágenes.

Andrés: Por lo general, no te das cuenta de que tienes un problema sino hasta que estás tan metido en él que no encuentras la manera de resolverlo. Eso es lo que me pasó a mí. Tenía curiosidad y justifiqué lo que hacía con la pornografía diciéndome que era algo que también hacían los demás chicos de la escuela y que no parecía ser un grave problema para ellos.

¿Un Vistazo O Volverse Adicto?

Al principio la pornografía estimula la curiosidad. En cierta forma, echar nada más que un vistazo no parece resultar peligroso. Todos hemos ido a una tienda a mirar, no a comprar. Pero ésta es una tienda enorme con mercancía casi ilimitada. Una vez dentro, las invitaciones a satisfacer nuestra curiosidad son inagotables; sin embargo, la curiosidad no queda satisfecha jamás.

Hay infinidad de cosas en la vida —como serpientes de cascabel, pozos de minas abandonadas o drogas— por las que podemos sentir curiosidad; pero al saber lo peligrosas que son, nos alejamos, nos vamos de una fiesta o apagamos la computadora.

En realidad, con la pornografía no existe tal cosa como “sólo un vistazo”. Mirar es el problema. Contemplar pornografía despierta los sentimientos sexuales y fácilmente podemos volvernos adictos a esas sensaciones placenteras, especialmente si parecen aliviar la tensión o la ansiedad, dando comienzo así a un ciclo de adicción tan difícil de interrumpir como la adicción a las drogas o al alcohol.

Andrés: La curiosidad se volvió interés y éste a su vez se convirtió en un vicio arraigado. En poco tiempo me había convertido en un adicto. Volvía a casa después de la escuela, me iba directo a la computadora y estaba allí durante horas. Mi vida social se vio afectada, así como las tareas escolares, los lazos familiares y, por encima de todo, mi espiritualidad.

Cuando más necesitaba las impresiones del Espíritu en mi vida, yo era más y más incapaz de sentir nada. La vida se volvió una lucha constante contra la depresión.

Mi alma tenía hambre y lo único que yo le daba no la nutría. Me desanimaba conmigo mismo, así que me entregaba a la pornografía para sentirme mejor; pero ésta me afectaba todavía más.

Evaluación de los Daños

La culpa, el temor y la depresión son emociones frecuentes en las personas implicadas en la pornografía: la culpa porque saben que están haciendo algo malo; el temor porque les atemoriza que se descubra su secreto; y la depresión porque ya no sienten el Espíritu. Las relaciones con la familia, los amigos, los líderes de la Iglesia y el Señor también se ven afectadas.

Juan: En la Iglesia, en la escuela y en todas partes, empezó a disminuir la confianza que antes tenía en mí mismo. En muchas ocasiones me sentía solo, raro e indigno. Si le gustaba a una chica, solía pensar: “No le gustaría si supiera realmente cómo soy”. Evitaba relacionarme con los demás.

Andrés: Durante todos esos años asistí a la Iglesia, pero estaba mentalmente inactivo. Seguí asistiendo a las reuniones para no inquietar a mis padres, pero sabía que la forma de vida que me tenía atrapado no era la correcta. Día tras día, año tras año, me percataba del cambio que se producía en mi rostro. Me endurecí; empecé a mentir a mis padres, a mi obispo y a todos los que me rodeaban. En mi interior estaba viviendo una agitación personal y un tormento espiritual.

La Clave Para Cambiar

Mientras estos jóvenes luchaban contra su adicción a la pornografía, cada uno intentó vencerla por su propia cuenta; pero al igual que un excursionista atrapado en una sima peligrosa, cada uno precisó ayuda. La clave para cambiar el curso de su vida fue hablar con el obispo.

Juan: Oré para tener la fuerza de abandonar esas tentaciones. Hice una lista de cosas que me ayudaran a estar más cerca de Dios, como la oración, las Escrituras y pensamientos puros. Pero aunque hice un gran esfuerzo, no logré solucionar mis problemas.

La idea de confesarme con el obispo me daba mucha vergüenza. Sentía que sería mejor hablarle al obispo sobre el problema cuando éste formara parte del pasado, pero terminé por aceptar que jamás iba a formar parte del pasado si no lo confesaba. Si Dios ya conocía mis luchas y yo me sentía cómodo hablando de ellas con Él en mis oraciones, ¿por qué no hablar cara a cara con el siervo de Dios? Una vez que hube decidido confesar, sentí una paz que me confirmaba que eso era lo que debía hacer.

Si estás involucrado con la pornografía, no eres moralmente limpio, aun cuando no hayas hecho nada inmoral. Andrés habla de cómo se dio cuenta de que no era digno de ir al templo ni de servir en una misión.

Andrés: Me incliné humildemente ante el Señor, llorando, y le supliqué que me diera una fuerza más allá de la mía. Oré noche tras noche y finalmente supe que tenía que hablar con mi obispo al respecto. Eso fue lo más difícil: admitir ante alguien que yo tenía un problema. Había pensado que yo mismo podía encargarme de la situación y nadie lo sabría jamás. Quería que fuera algo entre Dios y yo, pero terminé por madurar hasta el punto en que me di cuenta de que eso era imposible. Me acerqué a mi obispo e inicié un proceso de arrepentimiento largo y difícil.

No Estás Solo

El arrepentimiento puede parecer difícil, pero también es algo consolador y que nos llena de esperanza.

Refiriéndose a las personas que tienen problemas con la pornografía, un obispo dice: “Hay ayuda. El proceso del arrepentimiento es sólo eso: un proceso. Requiere tiempo abandonar los hábitos negativos y hay que reconocer, reforzar y celebrar cualquier pequeña victoria que se logre. A veces las personas con las que he trabajado siguen luchando, pero por lo menos ya no se esconden. Han comenzado a edificar un sistema de apoyo; se han dado cuenta de que no tienen que hacer frente a ese reto solos”.

Un ex obispo explica: “Aparte de mi propia familia, no creo que haya amado a nadie de mi barrio como amo a los que acudieron a mí con un corazón quebrantado, buscando perdón y paz. Ellos se preocupaban más de lo que el Señor pudiera pensar de ellos que de lo que pudieran pensar los demás. Yo respetaba su valor y el deseo de hacer las cosas bien. Lloré con ellos y me regocijé cuando volvieron a estar limpios y puros. Y aun después, nunca los consideré como antiguos pecadores, sino sólo como amados hermanos y hermanas”.

“Confía en el Señor”, aconsejó el élder Richard G. Scott, del Quórum de los Doce Apóstoles; “Él sabe lo que hace; Él conoce tus problemas y está a la espera de que le pidas ayuda”(“Joven, confía en el Señor”, Liahona , julio de 1989, pág. 45).

¿Cómo Está Juan Ahora?

Me sentí aliviado cuando dejé de fingir. El compartir la carga con mi obispo y mi familia significó que ya no tenía que seguir enfrentándome yo solo a esa adicción. Ahora me aferro a este sistema de apoyo.

No se podía cambiar de la noche a la mañana un problema que marcó toda mi juventud. El camino ha sido largo y difícil, y aún continúa. Ya no basta con parecer feliz; quiero ser feliz. Estoy empezando a conocer a Cristo y a entender la Expiación, ya que el Salvador me da la fuerza que necesito para que la auto confianza y el respeto propio crezcan día a día.

¿Y David?

Fui sincero con mi obispo, y cuando mi padre habló conmigo, también lo fui con él. Trabajamos juntos en la solución del problema: decidimos no tener Internet en casa por un tiempo, lo cual fue de gran ayuda.

Pronto cumpliré dieciséis años y me siento contento por haber decidido impedir que la pornografía controlara mi vida. Me siento mejor conmigo mismo, y al pensar en una chica, lo hago de forma diferente de como lo hacía antes. Con la ayuda de mi obispo, me estoy preparando para ir al templo, para servir en una misión y para un día tener un buen matrimonio.

¿Y Andrés?

Me llevó mucho tiempo y un esfuerzo sincero dejar los malos hábitos. Con el tiempo, mi líder del sacerdocio me consideró digno de servir en una misión. Tuve el mejor sentimiento del mundo al ir al templo y saber que soy limpio. El Espíritu que deseaba sentir durante aquellos años de la adolescencia inundó mi corazón y mi vida. Me siento agradecido por la expiación de Jesucristo.

El adversario aún obra en mí, intentando que reincida, pero he aprendido a ponerme cada día toda la armadura de Dios. Sé que Jesucristo me ama y yo le amo a Él.

¿Y Tú?

La mejor forma de evitar tener problemas con la pornografía es mantenerte lo más alejado de ella posible; pero si tienes dificultades con ella o con cualquier hábito indigno, ten a bien hablar con tu obispo o presidente de rama. Él te ama, será discreto y puede ayudarte a poner en marcha el poder de la Expiación en tu vida. Con la ayuda del Salvador y de Sus siervos, puedes recibir la fortaleza que necesitas. Puedes llegar a ser limpio, tener confianza y ser digno en todos los aspectos.

Manténganse alejados del peligro

Está mal y es peligroso ver deliberadamente cosas que estimulen los pensamientos sexuales. Nuestro entorno está lleno de este tipo de cosas, y como suelen ser legales y habituales, en ocasiones resulta imposible evitar verlas.

Pero no tienes por qué permitir que te atrapen. Si cada día te pones toda la armadura de Dios mediante la oración y el estudio de las Escrituras y te esfuerzas por guardar los mandamientos, desarrollarás la fortaleza para soportar ésta y cualquier otra tentación.

Las siguientes son otras formas de mantenerte alejado de esa sima espiritual letal que es la pornografía.

  1. 1. Reconócela cuando la veas. Ésta es una definición sencilla. La pornografía es todo aquel entretenimiento que emplee imágenes impúdicas o indecentes para estimular sentimientos sexuales. Así que hasta un programa popular de televisión o un anuncio puede ser pornográfico. Si hay imágenes que despierten en ti sentimientos sexuales, debes evitarlas.

  2. 2. Interrumpe la conexión emocional. Existe una conexión entre cualquier comportamiento adictivo y las emociones, como la tensión, la ansiedad y la depresión. Si te sientes tenso o ansioso, intenta enfrentar directamente esos sentimientos en vez de utilizar la pornografía o cualquier otro método destructivo para encubrirlos. La oración, el estudio de las Escrituras, el ejercicio, los buenos amigos y la asistencia regular a la Iglesia pueden ayudarte. Un padre, un líder de la Iglesia u otro adulto en el que confíes pueden serte de gran ayuda si los problemas parecen demasiado grandes para resolverlos tú mismo.

  3. 3. Navega con inteligencia. Si en tu casa tienes acceso a Internet, pide a tus padres que instalen un servicio de filtrado; pero no confíes únicamente en el filtro, ya que puede fallar. El único control real es el control de uno mismo. Ten la computadora fuera de tu cuarto, en un lugar donde haya otras personas a tu alrededor.

  4. 4. Sé un José actual. ¿Recuerdas lo que hizo José cuando la esposa de Potifar intentó hacerle caer en una situación inmoral? José “huyó y salió” (Génesis 39:12). En otras palabras: corrió. Cuando te veas expuesto a la pornografía, abandónala de inmediato, bien sea con un clic del “mouse” (ratón), un cambio de canal o yéndote de la casa de un amigo.

  5. 5. Consigue la ayuda más poderosa de todas. No permitas que tu espíritu se debilite debido a la falta de alimento espiritual. Una dieta continua de buenas influencias (como la oración, el estudio de las Escrituras, la Mutual, seminario y un estudio detenido de Para la fortaleza de la juventud) puede darte la fuerza que necesitas para navegar por un mundo que tiene simas espirituales a cada paso.

La advertencia de un profeta

“Jóvenes… les ruego que se mantengan incólumes de la suciedad del mundo. No se permitan participar en conversaciones vulgares ni digan chistes subidos de tono. No deben entretenerse con el Internet con el fin de encontrar materiales pornográficos. No deben hacer llamadas telefónicas para escuchar basura. No deben alquilar videocasetes que contengan pornografía de ninguna clase. Sencillamente, las cosas lascivas no son para ustedes. Manténganse alejados de la pornografía como evitarían el contagio de una enfermedad maligna, ya que es igualmente destructiva. Se puede convertir en un hábito, y quienes se permitan participar de ella llegan al punto de no poder abandonarla. Así se convierte en una adicción.

“Para quienes la producen es un negocio de cinco mil millones de dólares y tratan de hacerla lo más… fascinante posible. La pornografía seduce y destruye a sus víctimas; está en todas partes y nos rodea por todos lados. Les ruego, jóvenes, que no participen en ella. No pueden darse ese lujo” —Presidente Gordon B. Hinckley (“Sean dignos de la joven con la cual se van a casar algún día”, Liahona, julio de 1998, pág. 53).

¿Otra droga?

La pornografía puede ser enormemente adictiva. Los estudios científicos, incluida la reciente tecnología de ultrasonido cerebral, están empezando a demostrar que la pornografía puede producir cambios físicos y químicos en el cerebro semejantes a los que causan las drogas. La única forma segura de evitar el peligro de la pornografía es, en primer lugar, permanecer alejados de ella.

Si eres adicto a ella, debes buscar ayuda. La primera persona a la que debes acudir es a tu obispo o a tu presidente de rama. Él puede ayudarte a obtener el poder redentor y sanador del Salvador en tu vida. También puede ayudarte a obtener la ayuda profesional que precises. Ten a bien no intentar solucionar el problema por tu cuenta.

La pornografía no sólo está al alcance de cualquiera, sino que se nos presiona para que la veamos y se vende abiertamente. Nadie, ningún adulto, ningún ex misionero, ninguna persona, es lo bastante maduro y fuerte como para arriesgarse y exponerse deliberadamente a ella. Planea estar alerta toda tu vida, especialmente si ya has tenido problemas al respecto. Es igual que recuperarte de la adicción a las drogas o al alcohol. No debes volver a echar ni un vistazo, pues te puede vencer en un instante.