1990–1999
Escuchad para aprender
Abril 1991


Escuchad para aprender

“Vuestra alma será bendecida al aprender a escuchar, y luego al escuchar para aprender de los niños, los padres, los cónyuges, los vecinos y líderes de la Iglesia, todo lo cual aumentará vuestra capacidad para escuchar el consejo de Dios.

En la oración de apertura para esta sesión de la conferencia, el élder Hugh W. Pinnock pidió que prestáramos mucha atención a los mensajes que se impartirían. En las publicaciones de la Iglesia ha habido muchos artículos acerca del importante arte de saber escuchar que corroboran el siguiente proverbio que enseña esta lección vital: “Escucha el consejo, y recibe la corrección” (Proverbios 19:20). Sin duda alguna, la sabiduría se obtiene cuando se escucha con el deseo de aprender de los niños, padres, compañeros, vecinos, lideres de la Iglesia y del Señor.

LOS NIÑOS

Los padres y maestros aprenden a escuchar y luego escuchan para aprender de los niños. Un padre sabio dijo en una ocasión: “Mayor es el bien que hago cuando en lugar de hablarles a mis hijos les escucho”.

Cuando nuestra hija menor tenía apenas cuatro años de edad, una noche llegue a casa muy tarde del trabajo en el hospital y me di cuenta de que mi querida esposa estaba muy cansada, lo cual no entiendo, pues solo tenía nueve niños a su lado todo el día. Para aliviar un poco su carga, me ofrecí para poner en la cama a nuestra hijita. La lleve a su habitación y empecé a darle órdenes: “Quítate la ropa, cuélgala, ponte el pijama, cepíllate los dientes, haz tus oraciones”, etc. Parecía un sargento dando órdenes. De pronto, algo pensativa, ella me dijo: “Papi, ¿soy de tu propiedad?”

Mi hijita me enseñó una lección importante esa noche, pues estaba tratando a esa dulce criatura con coerción. El controlar a los niños por medio de la fuerza es una técnica de Satanás, no del Salvador. No, los hijos no son de nuestra propiedad; el privilegio que tenemos como padres es el de amarlos, dirigirlos y luego darles la oportunidad de empezar su propia vida por si mismos.

Los niños, por naturaleza, anhelan contar sus experiencias, las que varían entre la felicidad y las tristezas, y el momento de escucharles es precisamente cuando ellos sientan la necesidad de hablar. ¿Tenemos interés en escucharles? Si tratan de expresar su angustia, ¿podemos escuchar algo sorprendente sin entrar en un estado de shock? ¿Podemos escucharles sin interrumpir y sin hacer juicios repentinos que cierren la puerta al dialogo? Podemos mantener abierta esa puerta si les hacemos saber que confiamos en ellos y comprendemos lo que sienten. Los adultos no deben hacer de cuenta que algo no ha sucedido solo porque no quisieran que hubiese sucedido.

A veces, hasta el silencio puede interpretarse mal. En una historia, un niñito miro a su madre, y dijo:

-¿Por que estas enojada conmigo?

Ella respondió:

-No estoy enojada contigo; ¿por que piensas eso?

-Bueno, porque tienes las manos en las caderas y no dices nada.

Es importante escuchar a nuestros hijos adolescentes en el preciso momento en que ellos lo necesitan, por ejemplo, cuando se sientan solos o perturbados, aun cuando ese momento no sea el mas oportuno para los padres; y cuando parece que menos necesitan nuestra atención, quizás sea cuando mas la necesitan. Los buenos padres y maestros escuchan a los hijos para aprender de ellos.

LOS PADRES

En todas las edades, los niños aprenden a escuchar y escuchan para aprender de los padres, tal como lo enseñó esta mañana el élder Oaks. El aprender a escuchar puede ser. tanto desde el punto de vista espiritual como físico, un asunto de vida o muerte.

Hace varios años, se me invitó a dictar una conferencia importante en una facultad de medicina, en una universidad en la ciudad de Nueva York. La noche anterior el profesor anfitrión había invitado a mi esposa y a mi a cenar en SU casa. Con orgullo, nos presento a una estudiante de medicina muy destacada, su hermosa hija.

Semanas después, el me llamo en un estado de profundo dolor. Le pregunte que pasaba.

-¿Recuerda a mi hija a la que usted vio cuando estuvo aquí?

-Por supuesto-le dije-. Nunca olvidaré a una chica tan maravillosa.

El padre, entre sollozos, dijo:

-Anoche murió en un accidente automovilístico .

Tratando de mantener la calma continuó:

-Me pidió permiso para ir a un baile con cierto joven. Sentí que no debía ir y se lo dije. Ella pidió que le diera una buena razón por la que yo no quería que fuera. Sólo le dije que me inquietaba que saliera. Siempre había sido obediente, pero me dijo que si no podía darle una razón mejor, iría. Y fue. Durante el baile se sirvieron bebidas alcohólicas y el jovencito tomo mas de la cuenta. De regreso a casa, iba manejando a gran velocidad, perdió el control y se salió de la carretera; el auto fue a dar al lago, se sumergió y ambos perdieron la vida.

Cuando le exprese mi sincero pésame, el continuó diciendo:

-Mi dolor es mucho mas profundo porque tenía el presentimiento de que algo le iba a suceder. ¿Por que no fui mas firme al persuadirle que no fuera?

Esa experiencia no habrá sido en vano si otros dan oído y aprenden de ella. Hijos, honrad a vuestros padres, aun cuando no os den una explicación que os satisfaga. Aceptad con fe este pasaje que se aplica a todas las edades: “Oye … la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre” (Prov. 1:8).

Los padres tienen la obligación divina de enseñar a sus hijos a amar a Dios y los hijos tienen otra igual que es la de obedecer a sus padres en el Señor (véase Efesios 6:1).

Los hijos prudentes escuchan a los padres para aprender de ellos.

LOS CÓNYUGES

Esposos, esposas, aprended a escuchar y escuchad para aprender el uno del otro. Me gusto mucho algo que leí de una experiencia que relató el élder F. Burton Howard en la biografía que escribió del presidente Marion G. Romney:

“Con humor expresaba de muchas formas el amor por su esposa Ida. Le encantaba hablar del hecho de que ella se estaba poniendo sorda, y solía contar:

‘Una vez fui a ver al doctor para hablarle del problema. Me pregunto si sabia cuan severa era la sordera de ella y le dije que no sabia. Entonces me pidió que regresara a casa y fuera a la habitación mas distante y que desde ahí le dijera a mi esposa algo en un tono de voz que una persona normal pudiera escuchar. Si ella no respondía, entonces debía acercarme poco a poco, haciéndole siempre alguna pregunta, hasta que tuviera la certeza de que me había oído. Siguiendo sus instrucciones, le hable a Ida desde una habitación, estando ella en la cocina, pero no me respondió. Me acerque un poco mas, pero todavía nada. Así que me situé en la puerta de la cocina y dije: “Ida, ¿me puedes escuchar?” Ella respondió: “Marion, ¿que pasa? Ya te he contestado tres veces y tu no me has respondido”.

Hay parejas que, aun con buen oído, no se escuchan entre si. El tomar tiempo para hablar es esencial para mantener intactas las vías de comunicación. Si el matrimonio esta primero en la vida, merece que se le de el primer lugar. Sin embargo, a menudo, asuntos menos importantes reciben mayor atención, dejando sólo los momentos que sobran para escuchar a nuestro maravilloso cónyuge.

El mantener el matrimonio bien cultivado y sin malezas, como se hace con un hermoso jardín, requiere tiempo y amorosa dedicación. El hacerlo no es sólo un privilegio grato sino que es un requisito, por el que se nos ha dado la promesa de la gloria eterna.

Los cónyuges que tienen sabiduría se escuchan mutuamente para aprender.

EL PRÓJIMO

Aprended para escuchar y escuchad para aprender del prójimo. En varias ocasiones el Señor dijo: “Amarás a tu prójimo” (Lev. 19:18; Mateo 19:19). Las oportunidades que se nos presenten de escuchar a los de diversas religiones o partidos políticos pueden promover la tolerancia y el aprendizaje. Quien sabe escuchar también dará oído a los sentimientos de los demás. Mucho aprendí del hermano David M. Kennedy durante nuestras visitas a dignatarios de muchas naciones. Cuando uno de ellos hablaba, el hermano Kennedy no sólo lo miraba a los ojos y escuchaba con atención, sino que se sacaba los lentes que usaba para leer, como diciendo que no quería que nada interfiriera entre el y su interlocutor.

El sabio aprende de su prójimo.

LOS LIDERES ECLESIÁSTICOS

Hermanos, aprended a escuchar y escuchad para aprender de los lideres de la Iglesia. Los miembros fieles aman al Salvador, respetan a Sus siervos y tienen fe en lo que El dijo: “Sea por mi propia voz o por la voz de mis siervos, es lo mismo” (D. y C. 1:38).

En Italia conocí un día a un maravilloso líder y a su esposa, y comprobé que el era un hombre de gran capacidad. Como no sabían mi idioma, por medio de un interprete, les inste a que lo aprendieran. Escucharon con obediencia y estudiaron con premura. Seis años después, con el apoyo de su esposa Carolina, Vincenzo Conforte sirve fielmente por segunda vez en calidad de presidente de misión y entrevista a los misioneros tanto en inglés como en italiano.

El presidente Ezra Taft Benson ha proclamado la importancia de estudiar el Libro de Mormón. Personas de todo el mundo reciben bendiciones al seguir este y otros de sus consejos.

De todo corazón le agradecemos a Dios el tener un Profeta que nos guíe en los últimos días, aunque muchos cierran los oídos y hacen caso omiso de su posición profética. Lo hacen corriendo un gran riesgo, pues las Escrituras nos advierten:

“El Señor vuestro Dios os levantara profeta … a el oiréis en todas las cosas que os hable; y toda alma que no oiga a aquel profeta, será desarraigada del pueblo” (Hechos 3:22-23).

El presidente J. Reuben Clark, hijo, dijo:

“No nos hace falta un profeta; lo que nos hace falta es un oído para escucharle”.

Los discípulos del Señor enseñan Su palabra (véase D. y C. 1:14); los miembros sabios escuchan para aprender de los lideres de la Iglesia.

EL SEÑOR

Pero sobre todo, los hijos de Dios deben aprender a escuchar y luego escuchar para aprender del Señor. En varias ocasiones sagradas en la historia del mundo, nuestro Padre Celestial se ha aparecido personalmente para presentar a Su Divino Hijo con el mandato especifico de “a el oíd”.

Jesús enseñó este primer y gran mandamiento: “Amaras al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” (Mateo 22:37).

Las Escrituras que se han recibido en todas las dispensaciones nos enseñan que manifestamos nuestro amor a Dios cuando escuchamos Sus mandamientos y los obedecemos. Estas dos acciones van juntas. De hecho, el idioma hebreo del Antiguo Testamento casi siempre usa el mismo termino al referirse a escuchar (al Señor) y obedecer (Su palabra).

Además de escuchar la palabra del Señor y obedecerla, le manifestamos nuestro amor por medio de la oración, de la cual, el saber escuchar es parte esencial. El Señor responde muy calladamente, por lo que nos ha dicho:

“… estad quietos y sabed que yo soy Dios” (D. y C. 101:16).

El presidente Spencer W Kimball dijo:

“Tampoco nos vendría mal que al final de cada oración hiciéramos una pausa para escuchar con intensidad, aunque solo fuera unos segundos, siempre pidiendo como lo hizo el Salvador: ‘… no se haga mi voluntad, sino la tuya’ (Lucas 22:42) “.

En un mundo lleno de tiranía y guerras, muchos piden paz interior. Por ejemplo, no hace mucho una hermosa madre llamada Svetlana sintió el ardiente deseo de obtener una Biblia; pero en Leningrado era casi imposible o muy costoso adquirir una. Siguió pidiendo con fervor y con su esposo sintieron que debían viajar a Helsinki, Finlandia, teniendo presente ese deseo. Un día. mientras paseaba por uno de los parques, tropezó con un objeto cubierto por las hojas del otoño. Lo recogió y se dio cuenta de que era una Biblia en ruso. Con regocijo hablo de su hallazgo con otra madre que se encontraba en el parque. Esta, al ver el gozo de Svetlana, le dijo:

“Te gustaría tener otro libro que también habla de Jesucristo?”

Su respuesta fue afirmativa y la otra madre le dio a Svetlana un ejemplar en ruso del Libro de Mormón e invitó a la familia a asistir a las reuniones de la Iglesia. Con entusiasmo aceptaron las enseñanzas de los misioneros y poco después se unieron a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Al regresar a su hogar, empezaron a ayudar a establecer la Iglesia al abrirse la Rama Leningrado.

Su experiencia es un ejemplo de la promesa que el Salvador hizo a quienes le buscan: “Así dice Dios el Señor: Daré a los hijos de los hombres línea por línea, precepto por precepto, un poco aquí y un poco allí; y benditos son aquellos que escuchan mis preceptos y prestan atención a mis consejos, porque aprenderán sabiduría; pues a quien reciba, le daré mas …” (2 Nefi 28:30; cursiva agregada).

Al hablar de la importancia de saber escuchar, no puedo olvidar a quienes no pueden oír. Muchos de los que conocemos como sordos han recibido el Espíritu “… por el oír con fe” (Gálatas 3:2). El ejemplo de Rachel Ivins Grant es inspirador para mi. Nunca se quejo por ser sorda. Para la mayoría de las mujeres de setenta años, criar a seis hijos de otra madre seria una tarea imposible; no obstante, ella lo hizo. Su sordera parece haberla preservado del desgaste físico que causan los ruidos. Cuando veía a dos de ellos discutir, ella se reía y decía que era muy chistoso ver dos caras enojadas y no poder escuchar nada.

Antes de que su hijo, Heber J. Grant, llegara a ser el séptimo Presidente de la Iglesia, ella dijo:

“Sin duda alguna, la mayor de mis pruebas es no poder oír. Pero son tantas mis bendiciones que no me puedo quejar Si somos receptivos a las instrucciones de Dios, no hay prueba que se nos de que no sea para nuestro bien”.

El Redentor ama a estas almas fieles: “Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones” (1 Pedro 3:12).

Y es a ellos a quienes hace referencia esta promesa profética:

“Y antes que clamen, responderé yo (el Señor); mientras aun hablan, yo habré oído” (Isaías 65:24).

A todos los hijos de Dios, capaces de oír o no, El ofrece esta recompensa: “Inclinad vuestro oído, y venid a mi; oíd, y vivirá vuestra alma” (Isaías 55:3).

Vuestra alma será bendecida al aprender a escuchar, y luego al escuchar para aprender de los niños, los padres, los cónyuges, los vecinos y lideres de la Iglesia, todo lo cual aumentara vuestra capacidad para escuchar el consejo de Dios.

Aprended a escuchar al Señor a través de la voz apacible y delicada del Espíritu Santo que conduce a la verdad. Escuchad para aprender del estudio de las Escrituras, que contienen las enseñanzas y la voluntad del Señor. Escuchad para aprender de la oración, pues El responderá al humilde que en verdad le busca.

El sabio escucha para aprender del Señor. Testifico de El, y se que al escuchar y oír la voz del Señor, seremos bendecidos, “porque la hora de su venida esta cerca” (D. y C. 133:16-17), en el nombre de Jesucristo. Amen.